El idolo de San Vittore

La guerra en el Continente Africano

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gerkamp
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El idolo de San Vittore

Mensaje por gerkamp » Sab Abr 02, 2011 1:44 am

Traigo a ustedes un relato de Indro Montanelli, que forma parte del libro ''Historias secretas de la segunda guerra mundial'' (impreso por T.G. Arte, S.A. Bilbao, publicado en la revista selecciones del reader digest, España 1960). Que lo disfruten.

El idolo de San Vittore

La verdadera historia que origino el gran film ''El general Della Rovere'', protagonizado por De Sica.

Comienza mi historia un dia de marzo de 1944 en que su excelencia, el general Della Rovere, intimo amigo del mariscal Badoglio y consejero tecnico del general britanico Alexander, fue llevado a la prision de San Vittore y colocado en una celda proxima a la mia. El movimiento subterraneo italiano se dedicaba por entonces a desorganizar la corriente de reservas alemanas que marchabal al frente del sur. Segun supe, el general habia sido capturado por los nazis en una provincia del norte al momento en que lo ponia en tierra un submarino aliado, para asumir alli la funcion de comandante de las operaciones de guerrilla. Me causo impresion el porte aristocratico del hombre. Hasta Franz, el brutal inspector germano de la prision, se cuadró en actitud militar de atencion ante él.

De todas las ``fábricas de confesiones´´ que tenian los alemanes en Italia, la peor era la de San Vittore. Alli se llevaba a los prisioneros del movimiento secreto italiano que habian resistido el primer interrogatorio ``de rutina´´. Alli el comisario Mueller, de la Gestapo, y un puñado de especialistas de la SS (valiendose de metodos celebrados en los anales de la tortura refinada) arrancaban generalmente la informacion deseada hasta a los mas obstinados.

Seis meses habian corrido desde el dia que me arrestaron. Habia sido ``interrogado´´ varias veces y me hallaba ya exhausto y desalentado, siempre pensando hasta cuando podria resistir. En tal situacion estaba cuando un dia uno de los guardias italianos, Ceraso, descorrio el cerrojo de la celda y me dio una sorpresa anunciandome que el general Della Rovere deseaba verme.
La puerta de la celda del general estaba, como de costumbre, sin traba alguna. Ademas, el distinguido prisionero disponia de un catre, en tanto que nosotros dormiamos en tablas desnudas. Inmaculadamente vestido y con su monoculo en el ojo derecho, el general me saludo cortesmente:

-¿El capitan Montanelli? Ya sabia antes de desembarcar que lo encontraria a usted aqui. El gobierno de su majestad se interesa profundamente por la suerte de usted. Confiemos en que, aun al caer delante del peloton aleman de fusilamiento, usted sabra cumplir con su deber, el mas elemental de sus deberes como oficial. Pero, por favor, no se incomode usted.

Solo entonces me di cuenta de que habia permanecido ante él en posicion de firmes.

-Nosotros, los oficiales, vivimos vidas provisionales ¿no es asi?- me dijo el general -. Un oficial es, como dicen los españoles, un novio de la muerte.

Se detuvo aqui. Mientras lo veia pulir el monoculo con un pañuelo blanco, pense que en ocasiones los apellidos reflejan la personalidad de quien los lleva. Della Rovere significa ''del roble''. Y este hombre, claramente, era de madera muy solida.

-A mi ya me han sentenciado- continuo el general -. ¿A usted tambien?

-Todavia no, excelencia-
conteste casi como si quisiera excusarme.

-Ya lo condenaran- dijo-. Los alemanes son rigidos cuando esperan arrancar una confesion, pero tambien son caballeros en su estimacion por los que se niega a confesar. Usted no ha hablado. ¡Muy bien hecho! Eso significa que se le hara el honor de fusilarlo de frente y no de espaldas. Le pido que persista en el silencio. Si se le somete a la tortura, no pongo en duda su fortaleza moral, pero la resistencia fisica tiene sus limites, le insinuo que les de un nombre: el mio. Sea cualquiera el acto que haya usted ejecutado, digales que procedia en cumplimiento de ordenes mias... A proposito ¿Cuales son los cargos que tiene?

Se lo conte todo, sin reserva ninguna. Su excelencia me oia como me oiria un confesor. De vez en cuando movia la cabeza en señal de aprobacion.

-Su caso es tan claro como el mio- dijo en cuanto hube terminado-. A ambos se nos sorprendio mientras cumpliamos ordenes superiores. El unico deber que me resta por cumplir es morir luchando en el campo del honor. No ha de ser dificil, creo yo, morir decorosamente.

Cuando Ceraso me encerraba otra vez en mi celda le rogue que me mandara un barbero al dia siguiente. Y aquella noche doble con cuidado mis pantalones y los realce al pliegue longitudinal con el liston de la ventana antes de tenderme a dormir sobre mi camastro.
Durante los dias siguientes vi que muchos prisioneros visitaban la celda del general. Al salir, todos parecian como erguidos; ninguno se mostraba ya abatido.

El ruido y el desorden en nuestro aislado sector habian disminuido. El numero 215 dejo de dar los desgarradores gritos con los que se lamentaba por la suerte de su mujer y sus hijos, y mostro gran compostura cuando lo llamaron al interrogatorio. Ceraso me conto que despues de hablar con el general casi todos solicitaban un barbero y pedian peine y jabon. Los guardas de la prision dieron en afeitarse a diario y aun trataban de hablar en italiano castizo en vez del dialecto napolitano o siciliano. Hasta el mismo Mueller, cuando pasaba revista a la seccion encomiada, refunfuñaba a la mejora general en cuanto a disciplina y decoro.
Lo mejor de todo era que la ``fabrica de confesiones´´ ya no las producia. Los prisioneros persistian en su obstinado silencio. Della Rovere les daba a todos fuerzas para resistir, como si las sacara de la gran provision de su valor. Y su experiencia de prisionero le permitia darles, ademas, valiosos consejos.

-Las horas mas peligrosas suelen ser las primeras de la tarde- les prevenia -. El solo anhelo de distraccion puede hacerles confesar.

O bien les decia:

-No se queden ustedes con la vista fija en las paredes. Cierren los ojos de cuando en cuando y las paredes perderan el poder de ahogarlos.

Censuraba a quienes descuidaban el arreglo de la persona. -La limpieza, les decia, influye sobre la moral. Sabia que las formulas militares que usaban con el les afirmaban el orgullo. Por ultimo, nunca dejó de recordarles sus deberes hacia Italia.

Alguno inquirió prudentemente cual habia sido la actitud del general durante el interrogatorio. El general se echó a reir y le contestó:

-Me interrogó mi viejo amigo, el mariscal de campo Kesselring.

Mi tarea era cosa sencilla porque Kesselring sabia de antemano todo lo que habia que saber, con excepcion, eso si, de que me hallaba yo en un submarino britanico cuando me cogieron.

-¿Y realmente usted se fiaba de los ingleses?- dicen que le habia preguntado Kesselring.

-¿Por que no?- le habia contestado-. ¡Si nosotros nos hemos fiado antes de los alemanes!

En general parecia gozar mucho recordando la escaramuza.

Despues de poco tiempo comenzo a correr por la prision el rumor de que el tal general era un contraespia, un delator al servicio de los alemanes. Los guardas de la prision, aunque salidos de la escoria del regimen de Mussolini, sintieron que ya eso traspasab los limites de la humillacion. Acordaron entre si vigilar al general constantemente; si resultaba ser el felon que se decia, estaban resueltos a estrangularlo.

En la mañana siguiente Della Rovere recibio al numero 203, un comandante a quien se tenia por sabedor de infinidad de datos, pero que no habia soltado palabra niguna. Ceraso se quedo junto a la puerta de la celda y los otros guardas italianos vigilaban de cerca.
-Van a someterlo a extremas torturas- oyeron que le decia el general al comandante -. No confiese nada. Trate de no pensar; hagase fuerza para convencerse de que no sabe nada. El simple hecho de pensar en un secreto que usted guarda lo expone a que le salga de los labios.

El comandante escuchaba, palido del rostro, lo que el general le aconsejaba, como me habia aconsejado a mi.

-Si se ve obligado a hablar, digales que cuanto hizo lo realizó en cumplimiento de ordenes mias.

Aquella misma tarde, y como para darle satisfacciones, Ceraso le llevo a su excelencia unas pocas rosas, regalo de los guardas italianos de la prision. El general acepto cortesmente las flores; no parecio tener la menor idea de que se habia desconfiado de el.
Una mañana se presentaron en la prision los alemanes a llevarse a los coroneles P. y F. Antes de ser conducidos al patio se les permitio satisfacer su ultimo deseo: decirle adios al general. Los vi cuadrados a la puerta de la celda. Aunque no oi lo que el general les decia, vi que ambos oficiales sonrieron. El general les estrecho la mano, cosa que nunca le habia visto hacer. Entonces, como si de repente se hubiera dado cuenta de la presencia de los alemanes, se cuadro, levanto la mano y saludo. Los prisioneros le devolvieron el saludo, y girando sobre los talones marcharon a recibir la muerte. Supimos despues que ambos, ya ante el peloton de fusilamiento, gritaron ''¡Viva el rey!''

Aquella tarde fui sometido a un nuevo examen. El comisario Mueller me dijo que mi suerte dependia del resultado de este interrogatorio. Qu si persistia en mi silencio... Me quede mirandolo con ojos desmesuradamente abiertos, y, sin embargo, no podia oir nada, ni siquiera podia verle distintamente. En vez de su imagen se me representaban los rostros palidos y tranquilos de los coroneles P. y F., y la cara sonriente del general. Oia una voz tranquila que me susurraba al oido: novio de la muerte... deber elemental de un oficial morir luchando en el campo del honor. En vano me sometieron los alemanes a un interrogatorio de dos horas. No se me hizo sufrir tortura alguna, pero si asi hubiera sucedido habria sido capaz, creo, de mantenerlo oculto todo. De regreso a mi celda le pedi a Ceraso que me dejara detenerme en la celda del general.

Este hizo a un lado el libro que hallaba leyendo y fijo en mi su mirada investigadora, en tanto que yo permanecia militarmente cuadrado. Entonces, antes que yo hablara, se expreso asi:

-Si; asi esperaba que procederia usted. No podria haber obrado de otra manera.- Se levanto de su asiento y continuó. -No tengo palabras para expresar todo lo que quisiera decir, capitan Montanelli, pero puesto que no hay nadie mas que tome nota de nuestro comportamiento, que sea este honrado guarda italiano testigo de lo que decimos en nuestros ultimos dias. Que escucha cada una de nuestras ultimas palabras. Estoy bien satisfecho, capitan. Estoy verdaderamente contento. ¡Bravo!

Aquella noche me senti realmente solo en el mundo. Pero mi amada patria me parecia mas cerca, mas cara a mi corazon y mas real que nunca. No volvi a ver mas al general. Solamente despues de la liberacion tuve noticias de su fin. Uno de los supervivientes de Fossoli me relato la historia.

Fossoli era un notorio campo de exterminio en donde los medios de dar la muerte eran complejos y muy diversos. Cuando se traslado alli al general Della Rovere con centenares de prisioneros de un tren blindado, mantuvo el simpre su dignidad. Iba sentado sobre un monton de morrales que los demas habian juntado para que pudiera descansar. Se nego a levantarse cuando un funcionario de la Gestapo inspeccionaba el tren. Aun cuando el nazi le dio una bofetada y le gritó: ''Yo te conozco, grandisimo cerdo, Bertoni'', permanecio inmutable. ¿Para que explicarle a este ignorante aleman que su nombre no era Bertoni, sino Della Rovere, que era general de un cuerpo de ejercito, intimo amigo de Badoglio y consejero tecnico de Alexander? Sin alterarse recogio su monoculo y se lo puso de nuevo. El aleman se marcho maldiciendo.


Una vez en Fossoli, el general no volvio a disfrutar de los privilegios que se le concedian en San Vittore. Lo alojaron en un cuartel comun con todos y le pusieron a trabajar como a los demas. Sus compañeros de prision trataban de ahorrarle el desempeño de los oficios mas bajos y se turnaban para reemplazarlo; pero el nunca trataba de evadirse de cumplir su tarea, por dificil que fuera para un hombre que ya no era joven. Por las noches les recordaba a sus camaradas que ya no eran delincuentes, sino oficiales militares. Y ellos, mirando el relumbarnte monoculo y oyendo la voz del general, sentian el animo mas levantado.

La carniceria que se hizo en Fossoli el 22 de junio de 1944 pudo haber sido una represalia por las victorias aliadas cerca de Genova. Sea como fuera, por ordenes recibidas de Milan se sacaron 65 hombres de un total de 400 prisioneros. A medida que un tal teniente Tito leia la lista, el condenado, al oir su nombre, daba un paso al frente de la formacion. Cuando llamo ''Bertoni'' nadie se movio. ''¡Bertoni!'', rugio el teniente mirando fijamente a Della Rovere. Su excelencia no se dio por notificado. ¿Queria Tito mostrar indulgencia hacia el sentenciado? Nadie podria afirmarlo. En todo caso, sonrio de pronto. ''Muy bien, muy bien'', dijo, ''Della Rovere, asi me gusta''.

Todos se quedaron conteniendo el aliento mirando al general, quien sacando el monoculo del bolsillo y limpiandolo con notable fuerza en la mano, se lo aplico al ojo derecho, y con toda calma le contesto al oficial: ''General Della Rovere, si hace el favor'', y se unio al grupo.

Se les acerrojó con esposas a los 65 destinados al suplicio, y en seguida se les condujo hasta el pie de la muralla. A todos se les vendaron los ojos, menos al general, que porfiadamente rechazo la venda y obtuvo que se accediera a su deseo. Mientras se colocaban cuatro ametralladoras en la posicion correspondiente, su excelencia dio unos pasos adelante de la fila, y con ademan altivo y resuelto y en voz firme y sonora, hablo asi: ''Señores oficiales: en los momentos en que arrastramos el ultimo suplicio, vayan nuestros pensamientos de fidelidad a la amada patria. ¡Viva el rey!''.

Tito ordeno ''¡Fuego!''; y las ametralladoras dejaron cumplida la orden. El cuerpo del general fue sacado en su feretro, siempre portando su monoculo.

La verdadera historia del general Della Rovere, que viene a conocerse despues de su muerte, es una serie de episodios, casi increibles, de heroismo y sustitucion de personas. Porque es lo cierto que el idolo de San Vittore no era tal general. Ni Badoglio ni Alexander oyero hablar de el jamas. Y no se llamaba Della Rovere.

Era un tal Bertoni, natural de Genova, ladron y estafador, huesped presente de la carcel. Los alemanes lo habia arrestado por un delito de menor importancia, pero durante el interrogatorio de rigor habian llegado a descubrir que el hombre tenia soberbias dotes naturales de actor. Por su falta de escrupulos y sus dispocisiones de comediante lo creyeron ideal como agente para embaucar a guerrilleros presos y obtener de ellos informes utiles.

Bertoni se mostro listo para celebrar el trato. Procederia como se le pedia a cambio de un tratamiento de preferencia en la prision y de que se le pusiera pronto en libertad. Los alemanes inventaron la historia de Della Rovere y le enseñaron bien el papel que debia representar.

Una vez enviado Bertoni a San Vittore pidio, y se le concedio, un corto plazo con el fin de ganarse la confianza de los hombres a quienes iba a hacer victimas. Pero Bertoni era mas astuto de lo que los nazis creian; iba resuelto a no engañar si no a los mismo alemanes.

Y ocurrio entonces la sorprendente transformacion. Bertoni, desempeñando el papel de Della Rovere, se convirtio en Della Rovere de verdad. Emprendio una tarea sobrehumana: hacer de San Vittore una prision a prueba de confesiones y de inspirar a los alli reunidos fortaleza para hacer frente a su destino. Y por su presencia imponente, su impecable pulcritud, por los altos quilates de su valor y su fe, trajo un nuevo sentimiento de dignidad y de propia estimacion de esos pobres seres alli encarcelados.

Pero al fin comprendio que el plazo convenido llegaba a su fin. El comisario Mueller iba mostrandose mas y mas impaciente con tanta demora. ¿Por que no parecian las confesiones? Cuando ``Della Rovere´´ me hablo aquel ultimo dia en su celda y le pidio a la guardia que fuera testigo de sus palabras, sabia que todo habia terminado, que esta era la unica manera de que el mundo del que los separaba esos muros pudiera conocer algun dia su historia; el unico medio de que Italia supiera que habia sido fiel a su patria.

El 22 de junio de 1945, primer aniversario de la carniceria de Fossoli, de pie en la catedral de Milan observaba yo al cardenal (principe arzobispo de esa archidiocesis) consagrar los ataudes de los heroes sacrificados en esa prision. El cardenal sabia de quien era el cuerpo que yacia en el feretro marcado Della Rovere. Sabia tambien que nadie tenia mejor derecho al titulo de general que el ocupante de esa caja, el antiguo ladron y huesped de carceles.

Saludos cordiales
Última edición por gerkamp el Mié Nov 30, 2011 4:33 am, editado 1 vez en total.
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Re: El idolo de San Vittore

Mensaje por Juan M. Parada C. » Lun Sep 19, 2011 9:00 pm

De todos los hechos heroicos,que se tengan conocimiento,el caso de este estafador llamado Bertoni debe ocupar un sitial de honor,pues los alemanes no esperaban que este delincuente de poca monta,al que apostaron poder hacer hablar a sus compatriotas detenidos,se volviese,de repente, un símbolo de resistencia y de honor que ayudó, en esos momentos ,a hacer renacer el orgullo de ser soldados de nuevo a estos seres humanos humillados y mancillados por los germanos.Su muerte,en el campo de Fossoli,fue un testimonio de valor y de expiación que debe ser siempre recordado.
"¡Ay,señor! Tú sabes lo ocupado que tendré que estar hoy.Si acaso te olvido por un instante,tu no te olvides de mi". Sir Jacob Astley antes de la batalla de Edge Hill el 23 de octubre del año de nuestro señor de 1642

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Mensaje por Juan M. Parada C. » Lun Sep 19, 2011 9:08 pm

gerkamp escribió:Traigo a ustedes un relato de Indro Montanelli, que forma parte del libro ``Historias secretas de la segunda guerra mundial´´ (impreso por T.G. Arte, S.A. Bilbao, publicado en la revista selecciones del reader digest, España 1960). Que lo disfruten.
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La verdadera historia que origino el gran film ``El general Della Rovere´´, protagonizado por De Sica.
Estimado amigo: Debo decirle,con gran satifacción,que yo también tengo ese libro de las selecciones,ya que ese relato es el primero de este libro,para comprobar mi aseveración,también tengo un texto de Indro Montinelli sobre este caso tan singular y pleno de heroísmo.Saludos.
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Mensaje por Rubén. » Mar Nov 29, 2011 3:43 am

Que historia más increíble.
Esto si que era desdoblarse.

Rubén el Stuka.

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