De la invasion italiana a Egipto hasta el Asedio de Tobruk.
Publicado: Dom Jun 05, 2011 3:40 am
Introduccion
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Mapa guia
Durante la ofensiva británica de Diciembre de 1940, las tropas del 8vo ejercito, después de haber tomado Bardia, atacan a Tobruk que, a pesar de su buena defensa, tiene que capitular el 23 de Enero de 1941. Pero ¿Era inevitable esta rendición?. En realidad, mas que a la debilidad de las fuerzas italianas, su caída debe imputarse a la falta de elasticidad en la maniobra de las tropas y al hecho de que los comandantes italianos no pudieron desarrollar una mentalidad adaptada a la guerra de los carros de combate, al contrario de los ingleses y alemanes que elaboraron los primeros rudimentos de esta técnica en las ensangrentadas llanuras de la Primera Guerra Mundial.
Al dia siguiente de la derrota de Francia, el almirante Alan Browne Cunningham, comandante de la flota inglesa del Mediterráneo, estaba paseando en la popa de su buque de guerra, en Alejandría, cuando apareció a su lado, sonriente, el vicealmirante Tovey. Le pregunto por que estaba tan satisfecho y le respondió que por la caída de Francia. "Ahora -dijo- estoy seguro que ganaremos la guerra. Ya no tenemos aliados".
Es una bella frase que puede figurar en un libro de memorias, donde se encuentra efectivamente, pero representa lo contrario a la sombría realidad que los ingleses hubieron de enfrentar en el Mediterráneo y en África a partir de las dos ultimas semanas de Junio de 1940. Que Francia hubiera desaparecido del frente del Rin no era un gran mal, ya que Hitler tenía que correr el aun grave riesgo de atravesar la Mancha, teniendo en cuenta además que entre sus potenciales enemigos estaba el oso soviético que le ataba las manos. Pero lo que no tenia remedio era el vacio de poder que se creo en África: en el inmenso continente negro, una vez desaparecidos del marco de la lucha los ejércitos coloniales franceses y sus soportes aeronavales, quedaba solo un puñado de fuerzas inglesas, separadas por distancias insalvables y sin posibilidad de recibir ayuda de la madre patria, pues esta no podía enviar ninguna.
Las importantes fuerzas francesas en el Norte de África -el general Nogues disponía de ocho divisiones, cinco de ellas operativas, en la zona comprendidas entre el protectorado español de Marruecos y la frontera entre Túnez y Libia- quedaron neutralizadas por el armisticio. Si para Mussolini fue una decepción no haber conseguido la cesión de Túnez tras la derrota francesa, constituyo también un alivio ver sus ejércitos en Trípoli y Cirenaica libres de la presión gala. Solo un frente quedaba en pie, el de Egipto, y las fuerzas inglesas en este país eran poco numerosas y estaban aisladas.
En cualquier caso, con el Mediterráneo obstruido por la aguerrida marina italiana, la ayuda debía doblar el cabo de Buena Esperanza, con una larga ruta de tres meses. Y también los aviones, tanto de caza como de bombardeo, debían hacer otro tanto, pues no poseían autonomía suficiente para volar de Gibraltar a Alejandría y ni siquiera a Malta, al menos tratándose de los cazas. No se podía contar con esta isla Mediterránea, o al menos asi parecía; cuando propusieron al mariscal Lloyd ir a asumir su mando, los amigos se le acercaron en vista de condolencia y para preguntarle si le gustaban los macarrones: tan seguro parecía su infortunio.
Así, las fuerzas inglesas del Medio Oriente no habían de recibir ni un fusil, ni un hombre, ni un carro de combate, ni un avión hasta finales de Septiembre de 1940, y quizá nunca si los italianos hubieran bloqueado el largo pasillo del mar Rojo en Perim o en Suez. Es mas: con la amenaza de hacerlo, la flota británica de Alejandría habría de salir del Mediterráneo por la vía de Suez antes de quedar bloqueada dentro de el. Esta consecuencia era tan evidente, que los ingleses no dudaron de que los italianos intentarían obstruir el canal hundiendo en el unos cuantos barcos cargados de cemento, un día o dos antes de la declaración de guerra.
Siempre será un misterio por que no se hizo esto ni se pensó en hacerlo. Durante semanas, la flota inglesa no fue ni siquiera bombardeada en su único, pero protegido refugio. Y no se realizo ningún intento serio para tratar de interceptar el camino a los convoyes que lentamente se acercaban al mar Rojo. Los italianos disponían en Eritrea de una aviación mas fuerte y moderna que los ingleses; en Massaua fondeaban siempre sumergibles y destructores que podrían haber atacado el trafico enemigo con mucha mayor eficacia y oportunidad de cuanto hicieron realmente. Se habría podido hacer mucho mas -hasta un bloqueo total del estrecho de Perim- si los italianos hubieran trasladado a tiempo a Massaua unas considerable fuerza naval de un al menos un par de cruceros ligeros y modernos, apoyados por destructores de nueva construcción. Este núcleo de unidades podría obligar a los británicos a escoltar sus convoyes con cruceros pesados o con acorazados, aun padeciendo extrema penuria de los mismos. Pero no solo no se hizo esto, sino que ni siquiera se pensó en hacerlo; se dio el Imperio italiano por perdido, considerándolo como una especie de isla asediada y no como una posición incrustada a modo de una fuerte espina en el punto mas sensible del enemigo. Hubo también negligencias culpables, inexplicables aun hoy en día: pocas horas antes de la declaración de guerra, el barco "Umbria", cargado de bombas y de piezas de aviones, navegaba por el mar Rojo rumbo a Massaua. Los ingleses lo retuvieron con mil pretextos en el paso del canal, pero al fin hubieron de dejarlo pasar, aunque seguido de un pequeño buque de guerra. El 10 de enero el "Umbria" estaba a doscientas millas de Massaua cuando los ingleses, haciendo caso omiso del horario oficial de apertura de las hostilidades, que comenzaba a medianoche, ordenaron a su comandante arribar a Port-Sudan, donde el "Umbria", luego, se hundió. En Massaua, aunque se sabia que aquellas bombas de aviación eran vitales, mas que el agua y la gasolina, no movieron un dedo; ni un solo buque, ni un solo avión se tomo la molestia de proteger una carga a cuya falta se imputaron mas tarde todas las "imposibilidades" de la aviación de la colonia. Una gran batalla perdida antes de romper las hostilidades; sin una comisión de encuesta, sin un proceso.
Ningún organismo oficial cuido de establecer responsabilidades por las repetidas negligencias de los mandos italianos; parece como si los largos años de la dictadura de Mussolini hubieran anestesiado la sensibilidad de la maquinaria del estado italiano y, lo que es peor, de sus fuerzas armadas; el gran organismo que era el ejercito italiano disponía de músculos y garras potente, pero carecía de los nervios que le permitieran ponerse en funcionamiento.
Frente a la eficacia comprobada de las poco numerosas tropas coloniales inglesas, los italianos se comportaron a la defensiva, sin organización ni ideas, dando desde el primer momento por perdidas las colonias orientales y reuniendo ciegamente grandes masas de ejércitos inertes, inoperantes, en las del norte de África, pensando quizá que la carne humana era un factor importante en la guerra del desierto.
Aparte de otras grandes oportunidades estratégicas perdidas, es un hecho que los italianos dejaron transcurrir en la inercia absoluta tres meses de que disponían también, y sobre todo, en África septerional, sin intentar aquel "gran golpe" que los ingleses esperaban de un momento a otro y que hubiera sido para ellos muy grave, si no mortal. Como puede constatarse siempre en la historia italiana, esta inercia no fue consecuencia de los medios escasos o de la fuerza, verdadera o presumible, del enemigo, sino del hecho de que en Roma, como en Trípoli, se considero que la guerra estaba a punto de acabar con la victoria alemana después de un desembarco entre Dover y Ramsgate. No había, pues, necesidad alguna de precipitarse en batallas de resultado incierto y siempre costosas y arriesgadas; era mucho mejor esperar, sin comprometer nada, a sentarse en la mesa de negociaciones sin comprometer nada, a sentarse en la mesa de negociaciones sin dar golpe, pero también sin recibirlo. Este estado de animo, beatifico y bastante insensato, que supero tan solo hacia finales de Septiembre de 1940, cuando los italianos vieron con pasmo y disimulada aprensión que sus aliados alemanes no habían desembarcado en Inglaterra y que los enemigos aprovechaban su total inercia para reforzarse lo mas posible.
Los italianos tenían en Libia, ya antes de la declaración de guerra, una enorme masa de hombres, unos doscientos cincuenta mil, apoyados por 500 aviones trescientos de ellos listos para intervenir. Los medios eran poderosos, pero distribuidos en un número excesivo de unidades, que luego resultaron sorprendentemente débiles: mas de mil piezas de artillería, mas de trescientos carros ligeros, mas de 5000 ametralladoras. Se estaban produciendo ya en Italia varios cientos de carros medios idénticos a los que los ingleses usaban en Egipto, pero Badoglio prefirió enviar setenta, ya listos, a Albania, donde no servirían para nada, dejando desprovista a Libia, donde luego faltaron para la desesperación de los italianos. Fue un buen ejemplo de ceguera profesional, después de que las experiencias de la campaña de Polonia y Francia.
Quizá Italo Balbo, que tenia el mando de todas las fuerzas italianas en Libia, hubiera podido traducir en algún resultado concreto la gran superioridad italiana de aquel momento; pero los cañones del crucero "San Giorgio", anclado en la rada de Tobruk, lo fulminaron el 28 de Junio de 1940, mientras intentaba aterrizar en procedente de Trípoli. Su sucesor fue el mariscal Rodolfo Graziani, que llego a Libia no solo sin haber recibido instrucciones de Badoglio, que no había querido recibirle, sino pensando en la nueva misión como una continuación de su gran "epopeya" de 1930 y 1931, cuando conquisto con una marcha legendaria el remoto oasis de Kufra. Su pensamiento estaba aun fijo en el Gran Sanusi y en las complicadas relaciones existentes entre los libios y egipcios; además, había aprendido un nuevo tipo de guerra en Etiopia, hecha de compactas y nutridas masas de hombres que se movían cautelosamente dentro de una densa red de puestos fortificados parecidos; pareció no darse cuenta nunca de que la guerra en Libia marcharía sobre una única via costera, con el fragor de los carros de combate y a la velocidad de los vehículos blindados.
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Durante la ofensiva británica de Diciembre de 1940, las tropas del 8vo ejercito, después de haber tomado Bardia, atacan a Tobruk que, a pesar de su buena defensa, tiene que capitular el 23 de Enero de 1941. Pero ¿Era inevitable esta rendición?. En realidad, mas que a la debilidad de las fuerzas italianas, su caída debe imputarse a la falta de elasticidad en la maniobra de las tropas y al hecho de que los comandantes italianos no pudieron desarrollar una mentalidad adaptada a la guerra de los carros de combate, al contrario de los ingleses y alemanes que elaboraron los primeros rudimentos de esta técnica en las ensangrentadas llanuras de la Primera Guerra Mundial.
Al dia siguiente de la derrota de Francia, el almirante Alan Browne Cunningham, comandante de la flota inglesa del Mediterráneo, estaba paseando en la popa de su buque de guerra, en Alejandría, cuando apareció a su lado, sonriente, el vicealmirante Tovey. Le pregunto por que estaba tan satisfecho y le respondió que por la caída de Francia. "Ahora -dijo- estoy seguro que ganaremos la guerra. Ya no tenemos aliados".
Es una bella frase que puede figurar en un libro de memorias, donde se encuentra efectivamente, pero representa lo contrario a la sombría realidad que los ingleses hubieron de enfrentar en el Mediterráneo y en África a partir de las dos ultimas semanas de Junio de 1940. Que Francia hubiera desaparecido del frente del Rin no era un gran mal, ya que Hitler tenía que correr el aun grave riesgo de atravesar la Mancha, teniendo en cuenta además que entre sus potenciales enemigos estaba el oso soviético que le ataba las manos. Pero lo que no tenia remedio era el vacio de poder que se creo en África: en el inmenso continente negro, una vez desaparecidos del marco de la lucha los ejércitos coloniales franceses y sus soportes aeronavales, quedaba solo un puñado de fuerzas inglesas, separadas por distancias insalvables y sin posibilidad de recibir ayuda de la madre patria, pues esta no podía enviar ninguna.
Las importantes fuerzas francesas en el Norte de África -el general Nogues disponía de ocho divisiones, cinco de ellas operativas, en la zona comprendidas entre el protectorado español de Marruecos y la frontera entre Túnez y Libia- quedaron neutralizadas por el armisticio. Si para Mussolini fue una decepción no haber conseguido la cesión de Túnez tras la derrota francesa, constituyo también un alivio ver sus ejércitos en Trípoli y Cirenaica libres de la presión gala. Solo un frente quedaba en pie, el de Egipto, y las fuerzas inglesas en este país eran poco numerosas y estaban aisladas.
En cualquier caso, con el Mediterráneo obstruido por la aguerrida marina italiana, la ayuda debía doblar el cabo de Buena Esperanza, con una larga ruta de tres meses. Y también los aviones, tanto de caza como de bombardeo, debían hacer otro tanto, pues no poseían autonomía suficiente para volar de Gibraltar a Alejandría y ni siquiera a Malta, al menos tratándose de los cazas. No se podía contar con esta isla Mediterránea, o al menos asi parecía; cuando propusieron al mariscal Lloyd ir a asumir su mando, los amigos se le acercaron en vista de condolencia y para preguntarle si le gustaban los macarrones: tan seguro parecía su infortunio.
Así, las fuerzas inglesas del Medio Oriente no habían de recibir ni un fusil, ni un hombre, ni un carro de combate, ni un avión hasta finales de Septiembre de 1940, y quizá nunca si los italianos hubieran bloqueado el largo pasillo del mar Rojo en Perim o en Suez. Es mas: con la amenaza de hacerlo, la flota británica de Alejandría habría de salir del Mediterráneo por la vía de Suez antes de quedar bloqueada dentro de el. Esta consecuencia era tan evidente, que los ingleses no dudaron de que los italianos intentarían obstruir el canal hundiendo en el unos cuantos barcos cargados de cemento, un día o dos antes de la declaración de guerra.
Siempre será un misterio por que no se hizo esto ni se pensó en hacerlo. Durante semanas, la flota inglesa no fue ni siquiera bombardeada en su único, pero protegido refugio. Y no se realizo ningún intento serio para tratar de interceptar el camino a los convoyes que lentamente se acercaban al mar Rojo. Los italianos disponían en Eritrea de una aviación mas fuerte y moderna que los ingleses; en Massaua fondeaban siempre sumergibles y destructores que podrían haber atacado el trafico enemigo con mucha mayor eficacia y oportunidad de cuanto hicieron realmente. Se habría podido hacer mucho mas -hasta un bloqueo total del estrecho de Perim- si los italianos hubieran trasladado a tiempo a Massaua unas considerable fuerza naval de un al menos un par de cruceros ligeros y modernos, apoyados por destructores de nueva construcción. Este núcleo de unidades podría obligar a los británicos a escoltar sus convoyes con cruceros pesados o con acorazados, aun padeciendo extrema penuria de los mismos. Pero no solo no se hizo esto, sino que ni siquiera se pensó en hacerlo; se dio el Imperio italiano por perdido, considerándolo como una especie de isla asediada y no como una posición incrustada a modo de una fuerte espina en el punto mas sensible del enemigo. Hubo también negligencias culpables, inexplicables aun hoy en día: pocas horas antes de la declaración de guerra, el barco "Umbria", cargado de bombas y de piezas de aviones, navegaba por el mar Rojo rumbo a Massaua. Los ingleses lo retuvieron con mil pretextos en el paso del canal, pero al fin hubieron de dejarlo pasar, aunque seguido de un pequeño buque de guerra. El 10 de enero el "Umbria" estaba a doscientas millas de Massaua cuando los ingleses, haciendo caso omiso del horario oficial de apertura de las hostilidades, que comenzaba a medianoche, ordenaron a su comandante arribar a Port-Sudan, donde el "Umbria", luego, se hundió. En Massaua, aunque se sabia que aquellas bombas de aviación eran vitales, mas que el agua y la gasolina, no movieron un dedo; ni un solo buque, ni un solo avión se tomo la molestia de proteger una carga a cuya falta se imputaron mas tarde todas las "imposibilidades" de la aviación de la colonia. Una gran batalla perdida antes de romper las hostilidades; sin una comisión de encuesta, sin un proceso.
Ningún organismo oficial cuido de establecer responsabilidades por las repetidas negligencias de los mandos italianos; parece como si los largos años de la dictadura de Mussolini hubieran anestesiado la sensibilidad de la maquinaria del estado italiano y, lo que es peor, de sus fuerzas armadas; el gran organismo que era el ejercito italiano disponía de músculos y garras potente, pero carecía de los nervios que le permitieran ponerse en funcionamiento.
Frente a la eficacia comprobada de las poco numerosas tropas coloniales inglesas, los italianos se comportaron a la defensiva, sin organización ni ideas, dando desde el primer momento por perdidas las colonias orientales y reuniendo ciegamente grandes masas de ejércitos inertes, inoperantes, en las del norte de África, pensando quizá que la carne humana era un factor importante en la guerra del desierto.
Aparte de otras grandes oportunidades estratégicas perdidas, es un hecho que los italianos dejaron transcurrir en la inercia absoluta tres meses de que disponían también, y sobre todo, en África septerional, sin intentar aquel "gran golpe" que los ingleses esperaban de un momento a otro y que hubiera sido para ellos muy grave, si no mortal. Como puede constatarse siempre en la historia italiana, esta inercia no fue consecuencia de los medios escasos o de la fuerza, verdadera o presumible, del enemigo, sino del hecho de que en Roma, como en Trípoli, se considero que la guerra estaba a punto de acabar con la victoria alemana después de un desembarco entre Dover y Ramsgate. No había, pues, necesidad alguna de precipitarse en batallas de resultado incierto y siempre costosas y arriesgadas; era mucho mejor esperar, sin comprometer nada, a sentarse en la mesa de negociaciones sin comprometer nada, a sentarse en la mesa de negociaciones sin dar golpe, pero también sin recibirlo. Este estado de animo, beatifico y bastante insensato, que supero tan solo hacia finales de Septiembre de 1940, cuando los italianos vieron con pasmo y disimulada aprensión que sus aliados alemanes no habían desembarcado en Inglaterra y que los enemigos aprovechaban su total inercia para reforzarse lo mas posible.
Los italianos tenían en Libia, ya antes de la declaración de guerra, una enorme masa de hombres, unos doscientos cincuenta mil, apoyados por 500 aviones trescientos de ellos listos para intervenir. Los medios eran poderosos, pero distribuidos en un número excesivo de unidades, que luego resultaron sorprendentemente débiles: mas de mil piezas de artillería, mas de trescientos carros ligeros, mas de 5000 ametralladoras. Se estaban produciendo ya en Italia varios cientos de carros medios idénticos a los que los ingleses usaban en Egipto, pero Badoglio prefirió enviar setenta, ya listos, a Albania, donde no servirían para nada, dejando desprovista a Libia, donde luego faltaron para la desesperación de los italianos. Fue un buen ejemplo de ceguera profesional, después de que las experiencias de la campaña de Polonia y Francia.
Quizá Italo Balbo, que tenia el mando de todas las fuerzas italianas en Libia, hubiera podido traducir en algún resultado concreto la gran superioridad italiana de aquel momento; pero los cañones del crucero "San Giorgio", anclado en la rada de Tobruk, lo fulminaron el 28 de Junio de 1940, mientras intentaba aterrizar en procedente de Trípoli. Su sucesor fue el mariscal Rodolfo Graziani, que llego a Libia no solo sin haber recibido instrucciones de Badoglio, que no había querido recibirle, sino pensando en la nueva misión como una continuación de su gran "epopeya" de 1930 y 1931, cuando conquisto con una marcha legendaria el remoto oasis de Kufra. Su pensamiento estaba aun fijo en el Gran Sanusi y en las complicadas relaciones existentes entre los libios y egipcios; además, había aprendido un nuevo tipo de guerra en Etiopia, hecha de compactas y nutridas masas de hombres que se movían cautelosamente dentro de una densa red de puestos fortificados parecidos; pareció no darse cuenta nunca de que la guerra en Libia marcharía sobre una única via costera, con el fragor de los carros de combate y a la velocidad de los vehículos blindados.
Orden de batalla del V ejercito en Libia para el 10 de Junio de 1940
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Orden de batalla del X ejercito en Libia para el 10 de Junio de 1940
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Orden de batalla de las reservas del ejercito italiano en Libia para el 10 de Junio de 1940
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Orden de batalla de las fuerzas armadas italianas en el Africa Oriental para el 10 de Junio de 1940
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Orden de batalla de la division de la milicia de las camisas negras en el Norte de Africa
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Brigada Colonial en 1940 en el Este de Africa
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Orden de batalla de la division Libia
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Continua
Saludos