Blitzkrieg en los Balcanes
Publicado: Mar May 01, 2007 8:28 pm
Blitzkrieg en los Balcanes
El 18 de Febrero de 1941, tiene lugar un acontecimiento extremadamente importante para el trascurso de la guerra; el Bill HR-1776 se vota en el congreso estadounidense, con un resultado de 260 votos contra 165, aprobandose asimismo en el senado el 11 de marzo. La Ley de Prestamo y Arriendo está en marcha.
Roosevelt firma la Ley de Prestamo y Arriendo
Tres horas después del voto, Roosevelt ya ha admitido a dos naciones a los beneficios de Prestamo y Arriendo. Una es Inglaterra, que recibe 28 poderosas lanchas torpederas. Otra es Grecia, a la que América cede un importante material de artillería. El funcionamiento del arsenal de las democracias empieza ya, pero para Grecia es tarde.
El 1 de marzo, Bulgaria se ha adherido al pacto tripartito. Al día siguiente, las tropas alemanas comienzan a franquear el Danubio sobre puentes construidos en 4 días.
Las fuerzas que se encaminan hacia la Hélade son aplastantes. Los cuerpos de ejercito 11, 14, 18, 30 y 40, que constituyen el XII ejército; la agrupación blindada von Kleist, que tiene las 5, 9 y 11 panzers, más la segunda panzer agregada al II cuerpo; el 8º cuerpo aéreo mandado por el general de los Flieger, Richthofen. Además, una gran variedad de tropas técnicas, en especial unidades de ferrocarriles, encargadas de sacar el mejor partido posible de la mediocre red balcánica. El mando se había confiado al principio al mariscal von Kluge, considerado como el mejor táctico alemán. En el último instante, Hitler le reemplaza por un suabo digno de la fama de pesadez de su región: el mariscal List “Los Balcanes son montañas –declara el Fuhrer- , hace falta un montañés”
Para aplastar al débil ejército helénico, ya ocupado con 24 divisiones italianas, es un despliegue colosal. Pero Alemania no asume riesgos. Un cuerpo expedicionario inglés va a intervenir al lado de los griegos: Hitler quiere demostrar a los insulares que no pueden volver a poner el pie en el continente sin quedar fulminados. También es posible que intervengan los turcos: Hitler quiere estar en condiciones de aplastarles. No está inquieto por el lado de Yugoslavia; las intrigas inglesas han fracasado y hay negociaciones en curso para que Belgrado entre a su vez en el triángulo Berlín-Roma-Tokyo.
Las tropas alemanas patrullan ya la frontera yugoslava. la invasión es inminente
Hitler, por lo demás, no tiene ninguna gana de luchar. Entra con desagrado en terreno balcánico, donde sólo va arrastrado por la estúpida agresión de Mussolini a los griegos, a los que Hitler no tenía nada que reprochar. Las tropas que franquean el Danubio están destinadas a invadir Ucrania y, de mala gana, Hitler les ordena dar un rodeo por el mar Egeo. Todavía espera que los griegos se dirijan al Reich para pedirle que se interponga entre ellos y los italianos. El movimiento de las tropas alemanas se ejecuta con lentitud, más bien como una demostración, que como la marcha de aproximación de una Blitzkrieg. Hitler da a los griegos tiempo para reflexionar.
La actitud alemana provoca en Roma un vivo resentimiento “los alemanes –dice Guzzoni- tratan de entrar en Grecia pacíficamente, mientras los nuestros combaten y mueren”. En febrero, los italianos han conseguido su primera ventaja relativa al contener la ofensiva griega que, tras la toma de las alturas de Tepelana, se vertía hacia Valona. Mussolini trata de explotar ese escaso éxito defensivo, sueña con prevenir la intervención alemana, acude a Albania para inflamar el valor de sus tropas, pero el ataque general lanzado el 9 de marzo se detiene el 11 , tras un fracaso total. Los italianos no tienen más recurso que esperar la victoria de manos de sus aliados.
Entre los ingleses y los griegos, prosiguen las discusiones. Sir Jonh Hill hace valer que es imposible defender la totalidad del territorio helénico, pide el abandono de Salónica, el repliegue de los ejercitos de Epiro al macizo del Pindo, y la organización de la defensa sobre una corta línea que va desde la desembocadura del Haliakmon hasta el monte Kajmakcatan. Los griegos rechazan estas propuestas, rehúsan sacrificar la línea Metaxas, que cubre el frente búlgaro, pero consiente acortar el frente albanés y prometen establecer 23 batallones en la línea del Haliakmon, que los ingleses declaran no querer superar. Wawell piensa enviar a Grecia a la división neozelandesa, la 6ª división australiana, una brigada blindada, la 7ª division australiana y una brigada polaca. El general sir Maitland Wilson, llamado Jumbo, que manda ese pequeño cuerpo expedicionario, tiene por fuerza que limitar sus miras.
Pero los griegos no se pueden decidir a abandonar las conquistas albanesas, que han regado con tanta sangre. El 4 de marzo, Hill se entera de que no se ha ordenado el acortamiento del frente y que Wilson sólo puede contar con 16 batallones griegos, en vez de los 23 prometidos. A la vista de ello, el envío de un cuerpo expedicionario parece aún más insensato, y en Londres, los jefes de estado mayor se ponen de acuerdo para desaconsejarlo otra vez.
Churchill vacila. Pero le llegan de Atenas protestas indignadas “ ¡¡Cómo –cablegrafía el embajador Palairet- podemos pensar en abandonar a Grecia !! Quedaríamos clavados al poste de la vergüenza ante el mundo” . Eden, por su parte, pide el respeto a los compromisos asumidos. Una vez más, las evidencias militares y los imperativos politicos entran en conflicto. Churchill se inclina ante estos últimos.
El 7 de marzo, las tropas británicas empiezan a desembarcar en el Pireo, en Volo y Lárisa. Las lluvias de primavera han empezado, produciendo un fango espeso que atasca los vehículos y sumerge a los hombres que avanzan pesadamente a sus posiciones de combate.
El 18 de Febrero de 1941, tiene lugar un acontecimiento extremadamente importante para el trascurso de la guerra; el Bill HR-1776 se vota en el congreso estadounidense, con un resultado de 260 votos contra 165, aprobandose asimismo en el senado el 11 de marzo. La Ley de Prestamo y Arriendo está en marcha.
Roosevelt firma la Ley de Prestamo y Arriendo
Tres horas después del voto, Roosevelt ya ha admitido a dos naciones a los beneficios de Prestamo y Arriendo. Una es Inglaterra, que recibe 28 poderosas lanchas torpederas. Otra es Grecia, a la que América cede un importante material de artillería. El funcionamiento del arsenal de las democracias empieza ya, pero para Grecia es tarde.
El 1 de marzo, Bulgaria se ha adherido al pacto tripartito. Al día siguiente, las tropas alemanas comienzan a franquear el Danubio sobre puentes construidos en 4 días.
Las fuerzas que se encaminan hacia la Hélade son aplastantes. Los cuerpos de ejercito 11, 14, 18, 30 y 40, que constituyen el XII ejército; la agrupación blindada von Kleist, que tiene las 5, 9 y 11 panzers, más la segunda panzer agregada al II cuerpo; el 8º cuerpo aéreo mandado por el general de los Flieger, Richthofen. Además, una gran variedad de tropas técnicas, en especial unidades de ferrocarriles, encargadas de sacar el mejor partido posible de la mediocre red balcánica. El mando se había confiado al principio al mariscal von Kluge, considerado como el mejor táctico alemán. En el último instante, Hitler le reemplaza por un suabo digno de la fama de pesadez de su región: el mariscal List “Los Balcanes son montañas –declara el Fuhrer- , hace falta un montañés”
Para aplastar al débil ejército helénico, ya ocupado con 24 divisiones italianas, es un despliegue colosal. Pero Alemania no asume riesgos. Un cuerpo expedicionario inglés va a intervenir al lado de los griegos: Hitler quiere demostrar a los insulares que no pueden volver a poner el pie en el continente sin quedar fulminados. También es posible que intervengan los turcos: Hitler quiere estar en condiciones de aplastarles. No está inquieto por el lado de Yugoslavia; las intrigas inglesas han fracasado y hay negociaciones en curso para que Belgrado entre a su vez en el triángulo Berlín-Roma-Tokyo.
Las tropas alemanas patrullan ya la frontera yugoslava. la invasión es inminente
Hitler, por lo demás, no tiene ninguna gana de luchar. Entra con desagrado en terreno balcánico, donde sólo va arrastrado por la estúpida agresión de Mussolini a los griegos, a los que Hitler no tenía nada que reprochar. Las tropas que franquean el Danubio están destinadas a invadir Ucrania y, de mala gana, Hitler les ordena dar un rodeo por el mar Egeo. Todavía espera que los griegos se dirijan al Reich para pedirle que se interponga entre ellos y los italianos. El movimiento de las tropas alemanas se ejecuta con lentitud, más bien como una demostración, que como la marcha de aproximación de una Blitzkrieg. Hitler da a los griegos tiempo para reflexionar.
La actitud alemana provoca en Roma un vivo resentimiento “los alemanes –dice Guzzoni- tratan de entrar en Grecia pacíficamente, mientras los nuestros combaten y mueren”. En febrero, los italianos han conseguido su primera ventaja relativa al contener la ofensiva griega que, tras la toma de las alturas de Tepelana, se vertía hacia Valona. Mussolini trata de explotar ese escaso éxito defensivo, sueña con prevenir la intervención alemana, acude a Albania para inflamar el valor de sus tropas, pero el ataque general lanzado el 9 de marzo se detiene el 11 , tras un fracaso total. Los italianos no tienen más recurso que esperar la victoria de manos de sus aliados.
Entre los ingleses y los griegos, prosiguen las discusiones. Sir Jonh Hill hace valer que es imposible defender la totalidad del territorio helénico, pide el abandono de Salónica, el repliegue de los ejercitos de Epiro al macizo del Pindo, y la organización de la defensa sobre una corta línea que va desde la desembocadura del Haliakmon hasta el monte Kajmakcatan. Los griegos rechazan estas propuestas, rehúsan sacrificar la línea Metaxas, que cubre el frente búlgaro, pero consiente acortar el frente albanés y prometen establecer 23 batallones en la línea del Haliakmon, que los ingleses declaran no querer superar. Wawell piensa enviar a Grecia a la división neozelandesa, la 6ª división australiana, una brigada blindada, la 7ª division australiana y una brigada polaca. El general sir Maitland Wilson, llamado Jumbo, que manda ese pequeño cuerpo expedicionario, tiene por fuerza que limitar sus miras.
Pero los griegos no se pueden decidir a abandonar las conquistas albanesas, que han regado con tanta sangre. El 4 de marzo, Hill se entera de que no se ha ordenado el acortamiento del frente y que Wilson sólo puede contar con 16 batallones griegos, en vez de los 23 prometidos. A la vista de ello, el envío de un cuerpo expedicionario parece aún más insensato, y en Londres, los jefes de estado mayor se ponen de acuerdo para desaconsejarlo otra vez.
Churchill vacila. Pero le llegan de Atenas protestas indignadas “ ¡¡Cómo –cablegrafía el embajador Palairet- podemos pensar en abandonar a Grecia !! Quedaríamos clavados al poste de la vergüenza ante el mundo” . Eden, por su parte, pide el respeto a los compromisos asumidos. Una vez más, las evidencias militares y los imperativos politicos entran en conflicto. Churchill se inclina ante estos últimos.
El 7 de marzo, las tropas británicas empiezan a desembarcar en el Pireo, en Volo y Lárisa. Las lluvias de primavera han empezado, produciendo un fango espeso que atasca los vehículos y sumerge a los hombres que avanzan pesadamente a sus posiciones de combate.