La "Solución Final"

El genocidio nazi contra los judíos

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Mensaje por José Luis » Mié Jun 17, 2009 8:40 pm

¡Hola a todos!

A raíz de un tema sobre las "razones" del exterminio en otro lugar del foro, el hilo comenzó a discurrir sobre la "Solución Final", en la creencia (insostenible hasta el momento) de que hubo una única o simple decisión u orden explícita para el asesinato masivo, planificado y sistemático, de los judíos de Europa, y sobre el momento o la fecha en que se tomó tal supuesta decisión. La impresión que me produjo cierto discurrir del hilo fue que existe, probablemente, una carencia de bibliografía en español sobre el asunto -si bien tengo noticia de que, al menos, se ha publicado en español un libro de Ian Kershaw, Hitler, los alemanes y la solución final (Madrid: La Esfera de los Libros, 2009), que es una excelente obra sobre la materia- y, en consecuencia, quizás no se haya leído mucho sobre este complejo asunto.

Por tal motivo, pensando en aquellos compañeros del foro que no leen en inglés y que tampoco han tenido la oportunidad de leer todavía el libro citado de Kershaw, quiero traducir a continuación un ensayo que escribió el propio Kershaw, titulado Hitler's Role in the "Final Solution", y que está disponible en la web de Yadvashem.org. El tema de este hilo que abro no se circunscribe únicamente al papel de Hitler en la "Solución Final", sino a la génesis de la "Solución Final". Pero el ensayo de Kershaw hace un repaso historiográfico con respecto a esta cuestión que me parece de gran interés como introducción para quienes no estén familiarizados con las corrientes historiográficas sobre el tema. Acompañaré, además, las notas del profesor, que serán de gran utilidad bibliográfica para quienes quieran profundizar.

Una vez acabada la traducción (de la que omito su primer capítulo, por referirse principalmente a la mentalidad de Hitler con respecto al tema judío, algo que, de momento, dejaré para otra ocasión), creo que será el momento adecuado para desarrollar el tema, si hace a los compañeros del foro. Sea como fuere, quedará como introducción para futuros debates.

Saludos cordiales
José Luis
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Mensaje por José Luis » Mié Jun 17, 2009 8:53 pm

INTERPRETANDO LA DECISIÓN PARA LA “SOLUCIÓN FINAL”

Con pocas excepciones, en particular el primer estudio de Gerald Reitlinger (The Final Solution. London: Vallentine, Mitchell & Co. Ltd., 1953) y la monumental obra de Raul Hilberg (The Destruction of the European Jews. Chicago: Quadrangle, 1961), la investigación detallada sobre las decisiones y políticas de genocidio comenzó todavía en la década de 1970, ampliándose en gran medida en las décadas posteriores, especialmente una vez se abrieron los depósitos de archivo en el antiguo bloque oriental. Sólo a la luz de esa investigación se ha hecho posible evaluar de forma más precisa el papel que Hitler jugó en la aparición de la “Solución Final”. Pero incluso ahora, tras exhaustivos análisis, muchas cosas permanecen oscuras o polémicas. Los problemas de interpretación surgen de las complejidades y deficiencias de las pruebas fragmentarias que han sobrevivido, reflejando en buena medida el confuso lenguaje del liderazgo nazi así como el estilo de liderazgo de Hitler tan poco burocrático, que, especialmente una vez comenzada la guerra, hizo gran hincapié en el secreto y la ocultación, con órdenes sobre asuntos delicados pasadas de forma verbal, y sobre una base de “necesidad-de-conocer” [Véase Leni Yahil, “Some Remarks about Hitler's Impact on the Nazis' Jewish Policy,” Yad Vashem Studies, 23 (1993), pp. 282-286.]

Hasta la década de 1970 se tomó generalmente por seguro que una orden única y directa de Hitler lanzó la “Solución Final”. La presunción emanaba de una aproximación al Tercer Reich centrada en Hitler, que colocaba gran énfasis sobre la voluntad, intenciones y directivas-políticas del dictador. Esto vino algunas veces de la mano de la afirmación, tal como se expresó en el influyente libro de Lucy Dawidowicz, que Hitler había seguido un “gran diseño” o “programa de aniquilación” que se remontaba a su traumática experiencia al final de la Primera Guerra Mundial, y que, aunque en ocasiones habían sido necesarios ajustes tácticos, la ejecución del plan simplemente esperó la oportunidad correcta, que llegó luego en 1941 (Lucy Dawidowicz, The War against the Jews 1933-45. Harmondsworth: Penguin, 1977, pp. 193-208). Gerald Fleming, uno de los primeros historiadores en investigar sistemáticamente las pruebas para la participación de Hitler en la ejecución de la “Solución Final”, coincidió en ver “un plan estratégico” para la realización del propósito de Hitler, remontándose a su experiencia de la revolución alemana de 1918 (Gerald Fleming, Hitler und die Endlösung. “Es ist des Führers Wunsch”. Wiesbaden/Munich: Limes Verlag, 1982, pp. 13-27; edición inglesa: Hitler and the Final Solution. Berkeley: University of California Press, 1994, edición de bolsillo, pp. 1-16). Las primeras biografías de Hitler siguieron una línea similar (Alan Bullock, Hitler. A Study in Tyranny. Harmonsworth: Penguin, 1962, pp. 702-703; Joachim C. Fest, Hitler. Eine Biographie. Ullstein: Frankfurt am Main/Berlin/Viena, 1976, vol. 2, p. 930; John Toland, Adolf Hitler. New York: Doubleday, 1976, pp. 88-89). Rudolph Binion ofreció una explicación “psico-histórica” para este propósito patológico, viendo a Hitler entrar en la política para matar a los judíos como venganza por la derrota de Alemania, en asociación subliminal con la muerte de su madre en 1907 bajo tratamiento de un doctor judío (Rudolph Binion, Hitler among the Germans. New York/Oxford/Amsterdam: Elsevier, 1976, pp. 1-35).

En la década de 1970 ganó adeptos una reacción a este pronunciado centrismo alrededor de Hitler. Formó una aproximación alternativa general para interpretar el Tercer Reich, que vino a ser conocida como “estructuralista” o a veces “funcionalista”, para distinguirla de la aproximación “intencionalista”. En vez de mirar a la dirección personal de política de Hitler se enfatizó en la fragmentación de la acción política en un sistema de gobierno “policrático” con líneas de administración caóticas y confusas, dirigido por un “dictador débil” (Para este tema véase Hans Mommsen, Beamtentum in Dritten Reich. Stuttgart: Deutsche Verlags-Anstalt, 1966, p. 98, nota 26) preocupado principalmente con la propaganda y con el mantenimiento de su prestigio. En cuanto a la política anti-judía, también, las aproximaciones “estructuralistas” se alejaron del papel del individuo -no se puso en duda el antisemitismo paranoide de Hitler, imprescindible para la brutal persecución que condujo al genocidio, o la responsabilidad moral- hacia las “estructuras” de gobierno en el Tercer Reich, y las “funciones” de las agencias competidoras que se esforzaban por implementar pautas odiosas pero vagamente expresadas para la acción. En un artículo fundamental publicado en 1977, despertando un debate que ha retumbado desde entonces, Martin Broszat expresó que Hitler no había dado en absoluto ninguna “orden exhaustiva general de extermino”. Más bien, los problemas para llevar a cabo los planes de deportación, surgidos del inesperado fracaso de derrotar rápidamente a la Unión Soviética durante el verano y otoño de 1941, habían movido a los sátrapas nazis en los territorios ocupados del este a comenzar a tomar la iniciativa para matar a los judíos en sus regiones. La matanza obtuvo una sanción retrospectiva desde arriba, pero sólo gradualmente, en 1942, se convirtió en un exhaustivo programa de exterminio. Por tanto, no había habido un diseño a largo plazo para la aniquilación física de los judíos de Europa. Y no había habido ninguna orden específica de Hitler [Martin Broszat, “Hitler und die Genesis der 'Endlösung'. Aus Anlass der Thesen von David Irving,” Vierteljahrshefte für Zeitgeschichte, 25, (1977), pp. 737-775. Fue publicada una versión inglesa como “Hitler and the Genesis of the 'Final Solution': An Assessment of David Irving's Theses,” Yad Vashem Studies, 13 (1979), pp. 73-125.]. Kershaw, pp. 12-14.

Continuaremos en otra ocasión.
JL
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Mensaje por José Luis » Jue Jun 18, 2009 7:50 am

¡Hola a todos!

Seguimos con la traducción, pp. 14-16:

En un influyente ensayo publicado en 1983, Hans Mommsen presentó un sólido argumento que se encaminaba mucho en la misma dirección. Mommsen aceptó sin cuestión el conocimiento y aprobación de Hitler de lo que estaba teniendo lugar. Pero vio una orden directa de Hitler como incompatible con los intentos del dictador de distanciarse de la responsabilidad personal directa y la reluctancia para hablar de la “Solución Final”, incluso entre su séquito más cercano, excepto en términos indirectos o declaraciones de propaganda. Para Mommsen, la clave para la aparición de la “Solución Final” no se iba a encontrar en la ejecución de la voluntad de Hitler para exterminar a los judíos, sino en improvisadas iniciativas burocráticas cuya dinámica provocó un proceso de “radicalización acumulativa” en las estructuras fragmentadas de la toma de decisiones en el Tercer Reich [Hans Mommsen, “Die Realisierung des Utopischen: Die 'Endlösung der Judenfrage' in 'Dittren Reich',” Geschichte und Gessellschaft, 9 (1983), pp. 381-420.].

A finales de la década de 1970 y principios de la de 1980, en el momento en que aparecieron esos ensayos programáticos de Broszat y Mommsen, todavía estaba poco desarrollada la investigación detallada en las decisiones que lanzaron la “Solución Final”. Por supuesto, habían aparecido, mientras tanto, importantes obras, aparte de Hilberg, dañando definitivamente la noción de un “gran diseño” para el exterminio, un plan que se remontaba a 1918. Yehuda Bauer, uno de los más destacados expertos israelíes sobre el Holocausto, resumió la revisión general señalando un número de fases de desarrollo en la política anti-judía, todas ellas arraigadas en la noción inalterable de sacar a los judíos de Alemania, aunque sin seguir ningún programa de exterminio a largo plazo (Yehuda Bauer, The Holocaust in Historical Perspective. London: Sheldon Press, 1978, p. 11). Este veredicto siguió dos penetrantes análisis de política anti-judía de Karl Schleunes y Uwe Dietrich Adam que persiguieron las rarezas y cul-de-sacs de la persecución nazi, descartando la noción de una simple estrategia de ejecución de un antiguo plan de exterminio determinado por Hitler. Lejos de ser una senda recta, el camino a Auschwitz, según Schleunes, fue un camino “retorcido” (Schleunes, Twisted Road; Uwe Dietrich Adam, Judenpolitik im Dritten Reich. Düsseldorf: Droste, 1972).

Movido directamente por las hipótesis de Broszat, uno de los primeros investigadores en explorar el inextricable y altamente complejo material de fuentes para los cruciales meses de 1941 que vieron la aparición de la “Solución Final” (significando no sólo la matanza masiva de judíos en la Unión Soviética tras la “Operación Barbarroja”, sino un programa para el exterminio de todos los judíos de Europa en las áreas ocupadas nazis) fue Christopher Browning, en los primeros estadios de una carrera que le vio avanzar para convertirse en uno de principales expertos del mundo sobre el Holocausto. Rechazando el énfasis de Broszat sobre iniciativas locales que sólo gradualmente cuajaron en un programa, Browning insistió en la dirección central y regresó a un énfasis sobre una decisión de Hitler, que, como Hilberg y otros, situó en el verano de 1941. Vio esta decisión reflejada de forma crucial en el mandato dado por Göring a Heydrich el 31 de julio de 1941, ordenándole preparar una “solución total a la cuestión judía” (Peter Longerich, ed., Die Ermordung der europäischen Juden. Eine umfassende Dokumentation des Holocaust 1941-1945. Munich/Zurich: Piper, 1989, p. 78). No obstante, la novedad de la interpretación de Browning fue que concibió a Hitler comisionando a Göring para elaborar un plan para la “Solución Final” para ser confirmado en una fecha posterior, de hecho la primera parte de una orden de dos fases. Los meses siguientes fueron testigos de la radicalización a varios niveles, durante la cual la matanza de judíos se intensificó grandemente. Hubo confusión, por momentos contradicción, y mucha improvisación. Pero nada de esto era incompatible, en opinión de Browning, con un mandato para trabajar para el exterminio de los judíos que se remontaba a julio anterior. Browning concluyó que a finales de octubre o noviembre de 1941, con el ataque sobre la Unión Soviética estancado, Hitler aprobó “el plan de exterminio que había solicitado el verano pasado” (Christopher Browning, “Zur Genesis der 'Endlösung'. Eine Antwort an Martin Broszat,” Vierteljahrshefte für Zeitgeschichte, 29 (1981), pp. 97-109; edición inglesa: “A Reply to Martin Broszat regarding the Origins of the Final Solution”, Simon Wiesenthal Center Annual, 1 (1984), pp. 113-132). En numerosos estudios imponentes y detallados que ha publicado sobre el tema desde este primer ensayo, Browning nunca ha alterado sustancialmente esta interpretación (Véanse, especialmente, Christopher Browning, Fateful Months: Essays on the Emergence of the Final Solution. New York: Holmes & Meier, 1985; The Path to Genocide. Essays on Launching the Final Solution. Cambridge: Cambridge University Press, 1992; y The Origins of the Final Solution: The Evolution of Nazi Jewish Policy, September 1939-March 1942. Jerusalem and Lincoln: Yad Vashem and University of Nebraska Press, 2004).

Seguiremos.
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Mensaje por José Luis » Jue Jun 18, 2009 11:32 am

¡Hola a todos!

Seguimos con las pp. 16-19:

El momento, así como la naturaleza, de cualquier decisión del Führer para la “Solución Final” se convirtió ahora en un asunto central de interpretación. Fue ampliamente debatido en una importante conferencia en Stuttgart en 1984 (Eberhard Jäckel y Jürgen Rohwer, eds., Der Mord an den Juden im Zeiten Weltkrieg. Stuttgart: Deutsche Verlags-Anstalt, 1985). La mayoría, aunque no todos, de los expertos participantes aceptó que debió haber habido una orden del Führer. Sin embargo, sobre la fecha de tal orden (que todos coincidieron que fue en algún momento de 1941), la interpretación varió considerablemente. La opinión dominante fue que la decisión crucial -vista principalmente como conectada al mandato de Göring- para la extensión al conjunto de Europa de la aniquilación física de los judíos ya en marcha en la Unión Soviética tuvo lugar en el verano, mientras el final de la guerra parecía inminente. No obstante, algunos situaron una decisión de Hitler no en la fase “eufórica” del verano, sino en el otoño, cuando se hizo evidente que la guerra en la Unión Soviética se alargaría, y cuando la posibilidad de deportar a los judíos dentro del territorio soviético, como se había previsto al principio, se había evaporado. La cuestión del momento de cualquier decisión de Hitler había adquirido una mayor importancia. La interpretación de la “euforia” lo colocaba planeando destruir a los judíos desde una posición de fuerza, cuando el triunfo final parecía estar a su alcance. Apuntaba en la dirección de una intención determinada para matar a los judíos cuando surgiera la oportunidad. La alternativa, una decisión tomada desde una efectiva debilidad, cuando la perspectiva de victoria se desvaneció y los problemas de una prolongada y amarga guerra estaban creciendo, era más sugestiva de una reacción a las circunstancias que se había descontrolado, una respuesta a la incapacidad de ocasionar la deseada solución territorial de la “cuestión judía” deportando a los judíos a las inmensidades árticas de la Unión Soviética y una vengativa determinación de triunfar en la “guerra contra los judíos” incluso si la victoria final en la guerra militar se demostraba imposible de conseguir.

El caso de situar una decisión de Hitler no en la euforia de las altas expectativas de victoria inminente de verano, sino unos dos meses más tarde, cuando el pesimismo sobre una larga guerra en el este estaba comenzando a apoderarse del dictador, fue presentado de forma más contundente por Philippe Burrin, escribiendo a finales de la década de 1980. A diferencia de Browning y otros, Burrin expresó -un punto mientras tanto más ampliamente aceptado- que sería un error ver en el mandato de Göring de 31 de julio de 1941 un reflejo de una orden fundamental de Hitler para la “Solución Final”, es decir, extender el genocidio que ya tenía lugar en la Unión Soviética a un programa para el exterminio físico del conjunto de los judíos de Europa. Más bien, según Burrin, el mandato de Göring caía dentro de las instrucciones de obtener un acuerdo territorial en el este una vez la guerra hubiera terminado. El mandato, que había sido elaborado en la propia oficina de Heydrich para la firma de Göring, estaba ideado para establecer la autoridad -en un asunto donde había muchas instancias competidoras- del jefe del Reichssicherheitshauptamt en todos los asuntos concernientes a la solución de la “Cuestión Judía”. La falta de autoridad que evidentemente todavía prevalecía entre las autoridades nazis a finales del verano y principios del otoño de 1941 significaba, para Burrin, que todavía no se había tomado ninguna decisión para la “Solución Final”. Razonó que semejante orden en septiembre de 1941 era sinónima de la decisión de deportar a los judíos al este, una decisión tomada incuestionablemente por Hitler, y en un momento en que estaba cabizbajo por el lento avance en la Unión Soviética y la perspectiva creciente de un largo conflicto (Philippe Burrin, Hitler et les Juifs. Genèse d'un génocide. Paris: Seuil, 1989, pp. 129-139, pp. 164-174. Edición inglesa: Hitler and the Jews: The Genesis of the Holocaust. London: Edwin Arnold, 1994).

Poco después de aparecer el estudio de Burrin, los archivos del antiguo bloque oriental comenzaron a divulgar sus secretos. De manera previsible, no se encontró una orden escrita de Hitler para la “Solución Final”. La presunción de que se hubiera dado alguna vez una simple y explícita orden escrita hacía mucho tiempo que había sido desechada por la mayoría de los historiadores. Nada cambió ahora esa suposición. De hecho, poca cosa se descubrió en Moscú o en otros archivos del este-europeo que brindara nueva luz directamente sobre el papel de Hitler en la “Solución Final”. Sin embargo, indirectamente nuevas perspectivas sobre la aparición de un programa genocida proporcionaron una nueva comprensión sobre el propio papel de Hitler.

Un trabajo extraordinario que se benefició de las nuevas oportunidades de investigación fue el estudio de Götz Aly, publicado en 1995, de la interconexión de planes nazis para reasentar a cientos de miles de alemanes étnicos en los territorios ocupados de Polonia y los giros y cambios de política para deportar a los judíos. En su detallada reconstrucción de la formulación política racial en los territorios orientales entre 1939 y principios de 1942, Aly fue capaz de mostrar cómo las medidas radicales anti-judías fueron cada vez más resultado de los bloqueos producidos por los planes de reasentamiento brutalmente irreales de las autoridades nazis. Aly concluyó que no hubo una simple y específica decisión para matar a los judíos de Europa. Más bien, de forma análoga a la noción de Mommsen de un sistema de “radicalización acumulativa”, postuló un “largo y complejo proceso de toma de decisiones” con notables aceleraciones en marzo, julio y octubre de 1941, pero continuando todavía como una serie de “experimentos” hasta mayo de 1942. El papel de Hitler, según esta interpretación, se vio confinado a decisiones como un árbitro entre los competidores líderes nazis cuyos propios esquemas para tratar con la “cuestión judía” habían creado problemas insolubles (Götz Aly, Endlösung, Völkerverschiebung und der Mord an den europäischen Juden. Frankfurt am Main: Fischer, 1995, pp. 398-399 y contraportada. Publicado en inglés como The Final Solution: Nazi Population Policy and the Murder of the European Jews. London: Arnold, 1999).

Mañana más.
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Mensaje por José Luis » Vie Jun 19, 2009 8:44 am

¡Hola a todos!

Pp. 19-24:

El argumento de Aly de que no había habido ningún momento preciso en el que Hitler había tomado una simple decisión para la “Solución Final” ha ganado apoyo de un número de detallados estudios regionales sobre la aparición del genocidio en los territorios ocupados. Un resultado ha sido una comprensión más clara de cómo, en los meses críticos de otoño de 1941, autoridades regionales nazis recurrieron a iniciativas locales y de autoayuda cada vez más radicales para liberar sus áreas de judíos. Aunque evidentemente hubo señales de Berlín indicando una “solución” exhaustiva de acercamiento al “problema judío” e induciendo a los líderes regionales nazis a adoptar medidas drásticas para resolver sus propias dificultades, las conflictivas interpretaciones de los propósitos de la política anti-judía en esta fase parecen implicar que todavía no se había tomado una decisión fundamental. Comenzaron algunos programas de exterminio locales, puestos en marcha por los sátrapas locales nazis en coordinación con Berlín. En noviembre de 1941 comenzó la construcción de un pequeño campo de exterminio en Belzec, en el Distrito de Lublin del Generalgouvernement, instigada por el Jefe de Policía SS del área, Odilo Globocnik, con el propósito de liquidar judíos en esa área incapaces de trabajar (Dieter Pohl, Von der “Judenpolitik” zum Judenmord. Der Distrikt Lublin des Generalgouvernements 1939-1944. Frankfurt am Main: Peter Lang, 1993, pp. 105 y ss). En la “Warthegau”, la parte anexionada de Polonia occidental, el jefe de policía regional, Wilhelm Koppe y el Gauleiter, Arthur Greiser, contactaron con Berlín para ubicar los furgones de gas en Chelmno. Esos campos comenzaron las operaciones a principios de diciembre para matar judíos del atestado gueto de Lodz y de otros lugares de la región como parte de un acuerdo para compensar la afluencia de todavía más judíos enviados al este como parte de la primera ola de deportaciones del Reich [Ian Kershaw, “Improvised Genocide? The Emergence of the 'Final Solution' in the 'Warthegau',” Transactions of the Royal Historical Society, 6th Series (1992), pp. 51-78]. Pero “soluciones” localizadas, incluyendo los fusilamientos de judíos a su llegada de Alemania en el Báltico en otoño de 1941, todavía no formaban parte de un programa completamente concebido y exhaustivo. Una “Solución Final” estaba todavía en desarrollo, todavía en una fase “experimental”.

La investigación, entonces, se había alejado, en ciertas vías, de las diferentes hipótesis sobre la fecha de la decisión de Hitler para la “Solución Final” al implicar -o declarar explícitamente- que no se había tomado tal decisión. Por un camino diferente, y sobre las base de más profundos hallazgos de investigación, esto estaba regresando al amplio enfoque de las hipótesis “estructuralistas” programáticas de Broszat y Mommsen de finales de los setenta y principios de los ochenta. Pero las conclusiones estaban lejos de ser universalmente aceptadas. El énfasis sobre las iniciativas locales, medidas improvisadas, “procesos” no-dirigidos desarrollándose hasta que se transformaron en un “no autorizado” programa de exterminio no resultaron convincente para muchos historiadores. Algunos expertos -destacado entre ellos Chritopher Browning- sintieron que, por todos los indudables avances que habían traído los detallados estudios regionales de la aparición del genocidio, la dirección central de la política había sido minimizada. El papel de Hitler, también, parecía figurar escasamente en las nuevas explicaciones. ¿Era probable, o plausible, que el más radical de los radicales antisemitas no hubiera jugado una parte directa en la configuración de las políticas dirigidas a destruir a su percibido archienemigo?

Como David Bankier y luego, en un estudio magistral, Saul Friedländer, habían demostrado, incluso en la década de 1930 Hitler había estado más activo en la política anti-judía, hasta en puntos de detalle, que el primer trabajo de Karl Schleunes, en particular, había supuesto [David Bankier, “Hitler and the Policy-Making Process in the Jewish Question,” Holocaust and Genocide Studies, 3 (1988), pp. 1-20; Saul Friedländer, Nazi Germany and the Jews: The Years of Persecution, 1933-1939. London: Weidenfeld & Nicolson, 1997]. Por tanto, no era fácil aceptar que había permanecido al margen de la toma de decisiones precisamente en el momento en que su tan declarado objetivo de “remover” a los judíos estaba convirtiéndose en una realidad práctica. Browning continuó con un despliegue de importantes publicaciones para mantener también la importancia de una orden del Führer, y para fecharla (como siempre había hecho) en el verano de 1941, el tiempo de “euforia”. Permaneció impasible a las objeciones presentadas a esta fecha, aunque subrayó que no estaba planteando una simple decisión, sino concibiendo “el momento en el que Hitler inauguró el proceso de toma de decisiones”, el primer movimiento en los desarrollos que se alargarían durante los meses posteriores (Christopher Browning, “Hitler and the Euphoria of Victory: The Path to the Final Solution,” en David Cesarani, ed., The Final Solution: Origins and Implementation. London and New York: Routledge, 1994, pp. 137-147; y The Origins of the Final Solution, pp. 314-316, pp. 426-427).

Otros historiadores, igualmente ansiosos por enfatizar el papel directo de Hitler en dirigir la política hacia una deliberada y planificada “Solución Final”, alcanzaron diferentes conclusiones acerca del momento de una orden del Führer. Richard Breitman fechó “una decisión fundamental para exterminar a los judíos” del dictador ya en enero de 1941, añadiendo, no obstante, que “si el objetivo y las políticas básicas estaban ahora claras, los planes específicos no”, y siguió sólo después de algún tiempo con las primeras decisiones operacionales en julio (Richard Breitman, The Architect of Genocide: Himmler and the Final Solution. London: The Bodley Head, 1991, pp. 153, 156). En otras palabras, Breitman no estaba planteando una incisiva política de decisión, sino más bien una declaración de intención. Pero Hitler había mantenido desde tiempo la opinión de que otra guerra ocasionaría la destrucción de los judíos. Y en este punto, a principios de 1941, en el contexto de planificar la “Operación Barbarroja”, la deportación de los judíos a las inmensidades árticas de la Unión Soviética se estaba abriendo como una perspectiva realista. Allí, con el tiempo, la presunción era que perecerían. Es difícil ver una decisión de Hitler en enero de 1941 extendiéndose más allá de esa noción final, aunque todavía vaga, de una solución territorial. Aunque esto era en sí mismo implícitamente genocida, las rarezas de la política durante los siguientes meses hablan en contra de enero de 1941 como la fecha en que Hitler tomó la decisión para la “Solución Final”.

Una sugerencia enteramente diferente para la fecha de una orden de Hitler vino de Tobias Jersak. En opinión de Jersak, la declaración de la Carta del Atlántico de Roosevelt y Churchill el 14 de agosto de 1941 (significando que Alemania pronto estaría en guerra con Estados Unidos de América) fue el desencadenante para Hitler, que sufría en ese momento un colapso nervioso y se recuperaba del reconocimiento del fracaso de su estrategia para derrotar a la Unión Soviética, para tomar la decisión fundamental de que los judíos de Europa serían físicamente destruidos [Tobias Jersak, “Die Interaktion von Kriegsverlauf und Judenvernichtung,” Historische Zeitschrift, 268 (1999), pp. 311-349]. No obstante, Jersak probablemente exagera el impacto de la Carta Atlántica sobre Hitler. Es dudoso que esto en sí mismo fuera suficiente para proporcionar el acicate vital para semejante decisión trascendental, tomada, en la interpretación de Jersak, con rapidez y sin ninguna consulta. De hecho, Jersak se quedó con poca cosa salvo la especulación para apoyar su afirmación de que Hitler ya había tomado la decisión cuando se reunió con Goebbels el 19 de agosto, para consentir en las propuestas que le presentó el ministro de Propaganda para obligar a los judíos en Alemania a llevar la Estrella de David.

Otra interpretación de una decisión fundamental de Hitler para lanzar la “Solución Final” fue propuesta por Christian Gerlach. Para él, las disparidades en la ejecución de las medidas anti-judías descartaban una orden específica central de Hitler en verano o principios de otoño. A pesar de la evidente escalada de acciones genocidas, había todavía una falta de claridad sobre el tratamiento de los judíos deportados del Reich, y las distintas medidas regionales de liquidación todavía no estaban coordinadas. La necesidad de proporcionar de forma precisa esta aclaración y coordinación se encontraba, afirmó, detrás de la invitación de Heydrich a importantes figuras en las agencias involucradas a una reunión en Wannsee el 9 de diciembre de 1941. Entonces surgió Pearl Harbor y la reunión fue pospuesta. Según la interpretación de Gerlach, a la altura en que la reunión tuvo finalmente lugar, el 20 de enero de 1942, la “decisión básica” de Hitler para matar a todos los judíos de Europa había tenido lugar. En el contexto de una guerra que se había convertido ahora en global, Gerlach ve una alocución hecha por Hitler a los Reichsleiter y Gauleiter el 12 de diciembre, y una serie acompañada de reuniones privadas con líderes nazis durante los días siguientes, como equivalente a la “decisión básica” de Hitler para la “Solución Final” [Christian Gerlach, “Die Wannsee-Konferenz, das Schicksal der deutschen Juden und Hitlers politische Grundsatzentscheidung, alle Juden Europas zu ermorden,” Werkstattgeschichte, 18 (1997), pp. 7-44, reimpreso con enmiendas en Christian Gerlach, Krieg, Ernährung, Völkermord: Forschungen zur deutschen Vernichstungspolitik im Zweiten Weltkrieg. Hamburg: Hamburger Edition, 1998, pp. 85-166]. Ciertamente, Gerlach presenta un buen caso para una posterior radicalización de la política de exterminio en diciembre de 1941 (Véase Peter Longerich, Politik der Vernichtung. Eine Gesamtdarstellung der nationalsozialistischen Judenverfolgung. Munich and Zurich: Piper, 1998, p. 467). Pero es difícil imaginar a Hitler, que se abstuvo de hablar sobre el exterminio de los judíos más que con vagas generalizaciones incluso en su séquito íntimo, escogiendo para anunciar una “decisión básica” para instigar la “Solución Final” una reunión de unos cincuenta líderes nazis. Ninguno de los presentes se refirió más tarde a este encuentro como de una especial importancia con respecto a la “Solución Final”. Y Goebbels, cuyo diario forma la fuente para los comentarios reportados de Hitler, resumió las observaciones sobre los judíos en unas pocas líneas de una entrada, por lo demás extensa, del diario, sin subrayarlas como de especial importancia (Véase Ulrich Herbert, “'Führerentscheidung' zur 'Endlösung'?,” Neue Zürcher Zeitung, 14-15 de marzo, 1998, pp. 69-70).

Continuaremos.
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maximus

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Mensaje por maximus » Vie Jun 19, 2009 4:27 pm

Editado por el moderador (José Luis). Maximus, guardo tu mensaje para reintroducirlo una vez acabe la exposición de Kershaw. Vamos a respetar cierta metodología para no liarlo todo.

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Mensaje por José Luis » Vie Jun 19, 2009 6:20 pm

¡Hola a todos!

Pp. 24-26:

Un examen reciente y meticuloso de las complejas pruebas de la toma de decisiones sobre política anti-judía entre 1939 y 1942 ofrece todavía otra variante. Florent Brayard coloca la fecha de la orden de Hitler para comenzar la “Solución Final” como un programa exhaustivo más tarde que cualquier otro historiador haya hecho, en junio de 1942, inmediatamente después del asesinato de Reinhard Heydrich en Praga (Florent Brayard, La “solution finale de la question juive”. La technique, le temps et les catégories de la décision. Paris: Fayard, 2004). En el funeral de Heydrich, 9 de junio, Himmler dijo a los líderes SS que completarían la “migración” (Völkerwanderung) de los judíos dentro de un año (Bradley F. Smith y Agnes F. Peterson, eds., Heinrich Himmler. Geheimreden 1933 bis 1945. Frankfurt am Main, Berlin, Vienna: Proplyäen Verlag, 1974, p. 159). Este es el momento, infiere Brayard, conectando los comentarios de Himmler con las observaciones dacronianas reportadas sobre los judíos por Hitler alrededor de esa época, en que la “Solución Final” -significando el programa para la completa y rápida erradicación de todos los judíos de Europa- fue iniciada. No obstante, quizá parece más plausible verlo como el mayor empuje en la escalada para establecer un programa de matanza en toda Europa. El estudio magistral de Peter Longerich de la “política de aniquilación”, de hecho, ya había establecido -algo ampliamente aceptado ahora, también por Brayard- que un exhaustivo programa de exterminio de la judería europea se desarrolló como un proceso in crescendo, con un número de aceleraciones, entre el verano de 1941 y el verano de 1942 (Longerich, Politik der Vernichtung, pp. 579-584). Ya en marzo y abril de 1942, como muestra Longerich, se estaban elaborando planes para deportar a los judíos de Europa occidental al este, y para extender la matanza en Polonia y Europa central. Probablemente el asesinato de Heydrich proporcionó el ímpetu para unir ambos propósitos.

Parece cierto, dadas las pruebas fragmentarias e insatisfactorias, que todos los intentos para establecer un momento preciso en el que Hitler decidió lanzar la “Solución Final” encontrarán objeciones. Y, por supuesto, mucho depende de lo que se conciba como una orden del Führer. ¿Fue una directiva precisa y clara, o simplemente una “luz verde” o “asentimiento con la cabeza”? La interpretación descansa además sobre si la toma de decisiones sobre la “Solución Final” se considera como una secuencia continuada, con ajustes y fases de aceleración a lo largo de un año o así, o si se busca un momento donde se puede distinguir un salto mayúsculo preciso que constituye la decisión.

Y sin embargo, los relatos estructuralistas o funcionalistas en los que el papel de Hitler está minimizado, o marginado también parecen insatisfactorios. Por ejemplo, el énfasis de Aly sobre la conexión entre los bloqueos en los planes nazis para transferir y reasentar a la población de alemanes étnicos y la radicalización de la política anti-judía, aunque válido, no explica por qué el fracaso de los planes de deportación condujo al genocidio exclusivamente en el caso de los judíos (Véase Ulrich Herbert ed., Nationalsozialistische Vernichtungspolitik 1939-1945. Neue Forschungen und Kontroversen. Frankfurt am Main: Fischer, 1998, p. 27; edición inglesa: National Socialist Extermination Policies. Contemporary Perspectives and Controversies. New York/Oxford: Berghahn Books, 2000). Esto lleva directamente de vuelta al papel de la ideología, a menudo minimizada en las cuentas estructuralistas. Basado en una larga tradición antisemita, los judíos ocupaban un lugar completamente singular en la demonología nazi, y en los planes para la “limpieza” racial. Los judíos habían sido el enemigo ideológico número uno de los nazis desde el comienzo..........

Parece imposible aislar una única y específica orden del Führer para la “Solución Final” en una política de exterminio que tomó forma plena en un proceso de radicalización que se extendió durante un período de alrededor de un año. Al mismo tiempo, muchas cosas indican que el programa de exterminio no se desarrolló sin un papel decisivo jugado por Hitler mismo. Para reconciliar estas dos declaraciones, deberíamos buscar ambas como una serie de autorizaciones secretas para unos pasos especiales de radicalización, y para un número de señales públicas o “luces verdes” para la acción. También deberíamos reconocer que Hitler era el portavoz supremo y radical de un imperativo ideológico que, en 1941, se había convertido en una prioridad para todo el liderazgo del régimen. Dentro de este marco, necesitamos considerar ahora cómo Hitler configuró la senda al genocidio.

Seguiremos (quedan unas 18 páginas).
JL
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La "Solución Final"

Mensaje por José Luis » Sab Jun 20, 2009 9:53 am

¡Hola a todos!

Pp. 26-29

LA DIALÉCTICA DE LA RADICALIZACIÓN EN LA POLÍTICA ANTI-JUDÍA ANTES DE LA GUERRA

Con la toma del poder de Hitler el 30 de enero de 1933, una élite proto-genocida, apoyada por un enorme movimiento de masas -el Partido Nazi y sus variopintas suborganizaciones- unidas por la utópica visión de la salvación nacional, que debía conseguirse a través de la limpieza racial en cuyo núcleo estaba la “extracción” de los judíos, se apoderó de los instrumentos de un sistema estatal moderno y sofisticado. La visión, tanto en sus aspectos “positivos” (creación de una “comunidad popular” unificada; reconstrucción del orgullo nacional, esplendor y prosperidad) y sus elementos “negativos” (destrucción, no sólo derrota, de los oponentes políticos; “eliminación” de aquellos cuya debilidad o discapacidad física o mental eran vistas como una amenaza a la salud y fortaleza de la población; exclusión de los judíos de la vida pública, y su extracción física de Alemania) se encarnó en la figura del Líder. La Weltanschauung de Hitler -un conjunto de propósitos visionarios más que objetivos políticos precisos- servía ahora, por tanto, para integrar las fuerzas centrífugas del Movimiento Nazi, para movilizar a los activistas, y para legitimar iniciativas políticas emprendidas para llevar a la práctica su voluntad expresa o implícita. La extremada amplitud de los imperativos ideológicos animó a los funcionarios del régimen, en multitud de formas, a “trabajar en la dirección del Führer” (Véase para este concepto, Ian Kershaw, Hitler, 1889-1936. London: Penguin, 1998, pp. 529-531) para contribuir al logro de los objetivos visionarios que Hitler representaba. Entre esas metas, la “extracción” de los judíos era un objetivo tangible, y uno en el que la fijación patológica de Hitler mismo concordaba con la convicción central de la élite gobernante nazi y también alimentaba el extendido y a menudo duro antisemitismo en las bases del Partido, una olla a presión de odio en la que se vertió un brebaje venenoso de quejas socio-económicas, rabia y resentimientos. Y entre la élite antisemita que ahora se extendía por el estado alemán, nadie tomó una postura más radical sobre la “extracción” de los judíos que el mismo Hitler. Discursos incontables durante la década de 1920 habían demandado que los judíos, a quienes él a menudo asociaba con alimañas o bacilos, debían ser “extraídos”, comparando a veces la extracción a la de un parásito, o germen, extirpado para dejar un órgano sano. Tal imaginería implicaba que la “extracción” significaba destrucción o “aniquilación” (Vernichtung), un término que Hitler usó en sus símiles bacteriológicos. El lenguaje no es justamente extremo pero apunta a una mentalidad proto-genocida. El hombre con esta mentalidad estaba ahora a cargo del estado alemán. E incontables alemanes estaban buscando en todas partes llevar a cabo lo que interpretaban que eran sus deseos.

Hitler era un político lo suficientemente sagaz para saber cuándo moderar su violento antisemitismo. A principios de la década de 1930 a medida que el Partido Nazi explotaba las condiciones de la depresión económica y el colapso político para elevarse hacia el poder, sus discursos se centraron menos en el antisemitismo. Las enormes concurrencias electorales, como él sabía, difícilmente podían ganarse para el NSDAP exclusivamente con ataques verbales sobre los judíos. Así que Hitler se amoldó a las circunstancias. No obstante, sus convicciones profundas -en especial el lugar central de la “extracción” de los judíos en su visión ideológica- no se habían alterado un ápice. Una vez en el poder, Hitler sabía que tenía que estar tácticamente alerta, especialmente a las presiones internacionales sobre la todavía débil posición económica y militar de Alemania, para seguir adelante con las medidas contra los judíos, medidas que él personalmente deseaba, y que el Movimiento Nazi estaba pidiendo. Cuando era necesario, podía, y lo hizo, mantener controlados a los radicales del Partido. Otras veces, era útil desatar su contenida violencia sobre los judíos. Esto produjo un proceso de radicalización característico durante la década de 1930: de acuerdo con los deseos expresos o presuntos de Hitler, se dio a los radicales del Partido una “luz verde” para intensificar las medidas contra los judíos; la presión para la acción se iniciaría desde abajo, que Hitler, aunque permaneciendo distante, aprobaría; cuando, por razones internas o externas, las formas violentas de persecución se volvieran contraproducentes, Hitler intervendría para canalizar los ataques en una legislación anti-judía altamente discriminatoria, aplacando en cada etapa a los radicales mediante el incremento de la radicalización de las medidas adoptadas. Por tanto, había una continuidad “dialéctica” entre acciones “salvajes” desde abajo y discriminación orquestada desde arriba. Cada fase de radicalización era más intensa que su predecesora. Nunca se permitió que muriera el empuje en este camino.

Es conveniente recordar el papel de preguerra de Hitler en la “Cuestión Judía” al considerar la parte que jugó en la aparición de la “Solución Final”. Está claro que entre 1933 y 1939 los pasos decisivos en la persecución cada vez más radical de los judíos se tomaron con su aprobación y autorización, incluso donde, por razones tácticas, permaneció públicamente al margen u ocultó la naturaleza de sus propias intervenciones. Que se sepa que favorecía la acción (invariablemente señalada mediante maliciosas declaraciones públicas), y que la aprobación verbal de las medidas más radicales en discusiones confidenciales y sin registrar formaban el patrón usual. Hitler estuvo ciertamente involucrado cuando se necesitaron decisiones vitales (con respecto, por ejemplo, al boicot de 1933, las Leyes de Nuremberg de 1935, y el pogromo de 1938). Los cambios cruciales en política requerían su aprobación. Es difícil imaginar que ese no fuera el caso durante los meses de 1941-1942 cuando el exterminio de los judíos comenzó a tomar forma como una opción política concreta.

A medida que el expansionismo alemán condujo a una aguda tensión en los asuntos exteriores y la amenaza de guerra se vio más cercana, Hitler evidentemente comenzó a considerar las consecuencias para los judíos. Su obsesión con lo que él veía como la culpa de los judíos por el inmenso pero inútil “sacrificio sangriento” de Alemania durante la guerra de 1914-1918, y por la calamitosa derrota y revolución que habían seguido, nunca lo abandonó. Ya estaba culpando a los “belicistas judíos” en Gran Bretaña y los Estados Unidos, así como a la perniciosa Unión Soviética “judeo-bolchevique”, por cualquier conflagración que pudiera seguir. Y el crecimiento y expansión del poder alemán significaba ahora que las nociones de “extracción” de los judíos ya no tenían que estar confinadas al Reich mismo. “Los judíos deben salir de Alemania, sí, fuera del conjunto de Europa”, dijo a Goebbels a finales de noviembre de 1937. “Esto todavía llevará algún tiempo, pero sucederá y debe suceder” (Elke Fröhlich, ed., Die Tagebücher von Joseph Goebbels. Munich: Saur, 1993, Perte I, Vol. 4, p. 429).

Continuaremos
JL
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maximus

La "Solución Final"

Mensaje por maximus » Sab Jun 20, 2009 11:00 am

Me parece una buena idea que se pongan mis comentarios al final de la exposición, que creo que supone la traducción casi íntegra del trabajo de Kershaw (Hitler's Role in the "Final Solution"). He mirado que está, en efecto, disponible en la web de Yadvashem.org, pero lo he encontrado en pdf, y no sé si podría incluirse aquí el original en inglés.

En cualquier caso, y sin discutir la preparación de Kershaw, creo que interesan ciertos detalles al respecto y que pueden incluirse algunos links más accesibles que resumen muchas de estas teorías sobre el asunto, aunque todas parecen en inglés:


http://www.leninimports.com/the_final_s ... hedecision" onclick="window.open(this.href);return false;

Éste resume varias ideas que se mencionan en la traducción, con las ideas de Browning y Burrin que se contraponen a la "teoría de la euforia". Y también se incluyen juicios acerca de la relevancia de las órdenes recibidas por los Einsatzgruppen nada más comenzar la invasión de la URSS (finales de junio de 1941)

http://www.holocaust-history.org/hitler-final-solution/" onclick="window.open(this.href);return false;

Este pequeño texto menciona una declaración de la secretaria de Hitler que yo desconocía, tampoco sé quién era esta mujer. Supuestamente fue testigo de una reacción abrumada de Himmler después de tener una entrevista personal con Hitler, previa a la invasión de Rusia. Puede ser sólo una anécdota, como las declaraciones de Eichmann y Hoess al respecto de cuándo se les comunicó la decisión definitiva.

http://history.sandiego.edu/gen/ww2time ... ution.html" onclick="window.open(this.href);return false;

Aquí se incluyen dos datos más que yo desconocía y no sé si acabarán apareciendo en el texto de Kershaw

August 1, 1941 - Gestapo Chief Heinrich Muller sends the following order to the heads of the four Einsatzgruppen. (Einsatzgruppen are mobile killing machines) The Fuhrer is to be kept informed continually from here about the work of the Einsatzgruppen in the East..

"Heinrich Müller envía la siguiente orden a los jefes de los Einsatzgruppen: "el Führer ha de ser continuamente informado acerca del trabajo de los Einsatzgruppen en el Este"

August 1941 - Otto Bradfisch, head of Einsatzkommando 8 operating in the Minsk region, asked Himmler who bears responsibility for the executions. Himmler answers "these orders come from Hitler as the supreme Fuhrer of the German government and the force of the law"

Otto Bradfisch, jefe del Einsatzkommando 8 operando en la región de Minsk (URSS), pide a Himmler que asuma la responsabilidad de las ejecuciones. Himmler responde que "estas órdenes proceden de Hitler como mando supremo del gobierno alemán y el orden legal"


Una vez más, presentar mi admiración y agradecimiento a José Luis por el notable trabajo de traducción de una obra tan interesante como este de Kershaw acerca de las diversas teorías sobre la decisión final.

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La "Solución Final"

Mensaje por José Luis » Sab Jun 20, 2009 7:22 pm

¡Hola a todos!

Pp. 29-31

En el clima anti-judío en Alemania en el tiempo del pogromo de la Reichskristallnacht de 9-10 de noviembre de 1938 -un clima más amenazante que nunca antes- “las señas de una mentalidad genocida” estaban en clara evidencia con el liderazgo nazi. Las amenazas a la existencia de los judíos se enlazaron específicamente al estallido de otra guerra (Véase Ian Kershaw, Hitler, 1936-1945. Nemesis. London: Penguin, 2000, pp. 129-153). El mismo Hitler conectaba esto con la venganza por 1918. Hablando al ministro de Exteriores checoslovaco, Frantisek Chvalkovsky, el 21 de enero de 1939, declaró: “Aquí los judíos serán destruidos. Los judíos no provocaron el 9 de noviembre de 1918 en vano. Este día será vengado” (Akten zur Deutschen Auswärtigen Politik 1918-1945. Göttingen: Vandenhoeck & Ruprecht, 1971, Serie D, Vol. IV, p. 170, Doc. 158). Por supuesto, no estaba anunciando a un diplomático extranjero un plan o programa de exterminio preconcebido. Pero los sentimientos no eran meramente retóricos o propaganda. Había fundamento tras ellos.

En su largo discurso del Reichstag el 30 de enero de 1939, en lo esencial una diatriba desafiante contra lo que retrató como belicistas occidentales de inspiración judía, declaró:

En el curso de mi vida he sido a menudo un profeta....y frecuentemente he sido ridiculizado por ello......Hoy seré una vez más un profeta: si los financieros internacionales judíos dentro y fuera de Europa consiguieran meter a las naciones una vez más en una guerra mundial, entonces el resultado no será la bolchevización de la tierra, y así la victoria de la judería, sino la aniquilación de la raza judía en Europa (Max Domarus, ed., Hitler, Reden und Proklamationen 1932-1945. Wiesbaden: R. Löwit, 1973, vol. 3, p. 1058; traducido por Jeremy Noakes y Geoffrey Pridham, eds., Nazism 1919-1945. A Documentary Reader, vol. 3. Exeter: Exeter University Press, 1988, p. 1049).

Esta no fue “la decisión para proceder con [la] irreversible misión”, efectivamente un anuncio previo de la “Solución Final” (Dawidowizc, Against the Jews, p. 206). Ni fue simplemente “un gesto retórico destinado a presionar a la comunidad internacional” [Hans Mommsen, “Hitler's Reichstag Speech of 30 January 1939,” History and Memory, 9 (1997), pp. 150-151]. El discurso, aunque sin inaugurar un programa de exterminio que sólo se materializaría plenamente unos tres años más tarde, puede verse, sin embargo, para mantener una clave al papel de Hitler en la “Solución Final”. La frecuencia de su posterior repetición de la “profecía” (que, significativamente, constantemente fechó mal como 1 de septiembre de 1939, el día en que comenzó la guerra), y en decisivas coyunturas en el desarrollo del genocidio, muestra cómo estaba grabada en su mente. Entre 1941 y 1945, en los años cuando la “Solución Final” envolvió a los judíos de Europa, Hitler se refirió pública y privadamente a su “profecía” de 1939 en más de una docena de ocasiones. Ningún líder nazi quedó sin enterarse en esos años de la “profecía” que el Führer había hecho sobre los judíos. Joseph Goebbels, Hans Frank y Alfred Rossenberg estaban entre sus subalternos que aludieron a ella en diferentes ocasiones. El público alemán, también, oyó a Hitler hablar abiertamente de ello en los grandes discursos públicos radiados a la nación en no menos de cuatro ocasiones en 1942 solo, en el preciso momento en que se estaban llevando adelante a toda máquina las espeluznantes operaciones en las fábricas de muerte en Polonia. Para Hitler, la “profecía” denotaba la indeleble unión en su mente entre guerra y venganza contra los judíos. Su repetición también sirvió a un propósito más amplio. Sin tener que usar nunca un lenguaje explícito, la “profecía”, más allá de su efecto propagandístico para condicionar a la población general contra la simpatía humanitaria por los judíos, señaló cambios de escalada claves, actuó como un acicate para la acción radical al transmitir el “deseo del Führer”, e indicó a los “insiders” el conocimiento y la aprobación de Hitler del genocidio.

Mañana más.
JL
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La "Solución Final"

Mensaje por José Luis » Dom Jun 21, 2009 8:16 am

¡Hola a todos!

Pp. 31-34:

LA “PROFECÍA” DE HITLER Y LA PUESTA EN PRÁCTICA DE LA “SOLUCIÓN FINAL”

Hitler regresó a su “profecía” el 30 de enero de 1941, a medida que su guerra contra el archienemigo “judeo-bolchevique” estaba tomando forma concreta en su mente. En las semanas previas al discurso, había aceptado que Heydrich desarrollara un nuevo plan para deportar a los judíos de la esfera de dominio alemana para reemplazar la fugaz y ahora difunta noción de deportarlos a Madagascar. Las ideas para deportar a los judíos de Europa a una conquistada Unión Soviética después de una prevista rápida victoria sobre el bolchevismo ya estaban siendo manifestadas por el liderazgo SS (Aly, Endlösung, pp. 272-273). Luego, la repetición de la “profecía” en esta coyuntura era una velada insinuación de que se estaba aproximando la hora del enfrentamiento con los judíos.

Cuando aparece la siguiente “profecía” de Hitler en los archivos, en el verano, el genocidio ya estaba haciendo estragos en la Unión Soviética. La matanza, inicialmente confinada en lo principal a los varones judíos, que había comenzado con la marcha alemana en la Unión Soviética el 22 de junio de 1941, se había ampliado de forma masiva de agosto en adelante para incluir a mujeres y niños judíos. Esta crucial extensión de la matanza siguió una serie de discusiones personales a mediados de julio entre Hitler y Himmler. No se mantuvo ningún registro de las charlas. Pero el resultado, podemos inferir razonablemente, fue que Hitler dio autorización a Himmler para ampliar en gran medida el número de unidades para matar en el este (Browning, “Hitler and the Euphoria of Victory,” p. 140). Hitler quería que se le mantuviese informado sobre el progreso de la matanza. Según un mensaje del jefe de la Gestapo, Heinrich Müller, el 1 de agosto: “Deben presentarse al Führer continuos informes desde aquí sobre el trabajo de los Einsatzgruppen en el este” (Fleming, Hitler und die Endlösung, p. 86).

A mediados de verano de 1941, los fanáticos y los líderes políticos del Partido estaban presionando con vehemencia para que los judíos, retratados como peligrosos agitadores en el frente interno, fuesen sacados de las ciudades alemanas. Un paso sobre la forma fue obligarlos a llevar alguna forma de identificación sobre sus ropas. Se aceptó que Hitler solo podía tomar la decisión. Goebbels asumió presentar el caso. Encontró al dictador, en visita al Führerhauptquartier el 18 de agosto, recobrándose de una enfermedad. A pesar de los asombrosos éxitos de la Wehrmacht en las primeras semanas del ataque sobre la Unión Soviética, había signos inquietantes ya en agosto de que la victoria no se conseguiría antes de la llegada del invierno. Después de la primera gran discusión con los líderes de su ejército, Hitler estaba en un estado de tensión nerviosa. Goebbels había llegado en un buen momento para presentar su caso para conseguir permiso para obligar a los judíos a llevar la “Estrella Amarilla”. Hitler concedió al ministro de Propaganda lo que solicitó. Al hacerlo, había recurrido una vez más a su “profecía” del Reichstag, expresando su convicción de que esto iba a ser verdad con increíble certeza. “Los judíos no tendrán muchas razones para reír en el futuro”, dijo Hitler (Die Tagebücher von Joseph Goebbels, Parte II, Vol. 1, pp. 265-266, 269). Un momento clave de la radicalización de la política anti-judía dentro de Alemania fue interpretado claramente por Hitler como un paso hacia el cumplimiento de su “profecía”.

La decisión -que de nuevo todos los líderes nazis reconocieron sólo podía venir de Hitler- de deportar a los judíos del Reich al este, tomada en septiembre de 1941, constituyó un paso mayor en la dirección del genocidio total. Hasta este momento Hitler había insistido en esperar la victoria final en el este. Ahora, sabedor de que la guerra se alargaría y consciente que los Estados Unidos de América probablemente pronto estarían involucrados, aceptó peticiones de un número de líderes nazis -explotando la deportación de Stalin de cientos de miles de alemanes étnicos desde las regiones del Volga a las inmensidades de Siberia occidental y Kazajistán para presionar por medidas de represalias- para deportar judíos alemanes, austriacos y checos al este incluso aunque la guerra no hubiera terminado. Fue un cambio crucial en política. Y la decisión, indicada por Himmler el 18 de septiembre de 1941, fue tomada por Hitler mismo (Die Ermordung der europäischen Juden, p. 157). Precisamente en este momento el Departamento de Propaganda del Partido Nazi distribuyó posters a todas las delegaciones del Partido conteniendo las palabras de la “profecía” de Hitler (Reproducidas en Kershaw, Hitler. Nemesis, lámina 45). Evidentemente, la “profecía” había alcanzado a estas alturas un status simbólico, sirviendo como arma de propaganda para preparar a la población alemana para la deportación de los judíos mediante el endurecimiento del clima de opinión.

Los problemas logísticos auto-generados que siguieron a la decisión de la deportación dieron a los impulsos genocidas en Polonia, el Báltico y otros territorios orientales conquistados un empuje fuerte e irreversible. En el otoño, los pasos en el genocidio total comenzaron a sucederse rápidamente, uno tras otro, a medida que se tambaleaba el avance alemán y los planes para una deportación a fondo a las inmensidades rusas tenían que ser pospuestos y luego abandonados.

Más o menos un mes después de dar la orden para deportar a los judíos del Reich, con Himmler y Heydrich como sus invitados de mesa en su cuartel general de campaña, y en el contexto de los comentarios que delataban su conocimiento de los intentos de la SS para ahogar a las mujeres judías en los pantanos del Pripet, Hitler recordó a su séquito su “profecía” de la destrucción para la “raza criminal” que había sido responsable de los muertos de la Primera Guerra Mundial y “nuevamente ahora de cientos de miles” en la guerra actual (Adolf Hitler: Monologe, p. 106).

El genocidio se respiraba ahora en el ambiente. A medida que se estaban llevando a cabo los preparativos para deportar las primeras tandas de judíos de Berlín y otras ciudades alemanas, Goebbels, que continuaba siendo uno de los defensores más vehementes de la deportación, mantuvo la atmósfera venenosa con un amenazante artículo el 16 de noviembre de 1941 en su periódico Das Reich, titulado “Los Judíos son Culpables”. También aquí, en un artículo que circuló ampliamente entre las tropas en el frente oriental al igual que en Alemania, Goebbels invocó directamente la “profecía” de Hitler de la “aniquilación de la raza judía en Europa”, comentando que “estamos experimentando ahora mismo el cumplimiento de esta profecía”. Probablemente, dado lo fundamental del tema, el artículo había sido discutido con Hitler. Un comentario añadido por Goebbels, que cualquier simpatía con los judíos era inmerecida, ciertamente reflejaba un sentimiento por fuerza expresado por Hitler en más de una ocasión, a medida que la “Solución Final” se volvió una realidad (Das Reich, November 16, 1941).

Seguiremos.
JL
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La "Solución Final"

Mensaje por José Luis » Dom Jun 21, 2009 3:24 pm

¡Hola a todos!

Pp. 34-37:

El 11 de diciembre de 1941, tras el bombardeo japonés de Pearl Harbor cuatro días antes, Hitler anunció la declaración de guerra de Alemania contra los Estados Unidos. Para entonces, como hemos apuntado, la matanza de judíos en la Warthegau en Polonia occidental estaba comenzando y la construcción de un pequeño campo de exterminio en Polonia oriental estaba en marcha, mientras los judíos deportados del Reich ya habían sido matados a tiros a su llegada a Kowno y Riga. Pero esas fueron todavía soluciones locales más que generales. La nueva situación tras el 11 de diciembre, proporcionaba ahora un nuevo ímpetu hacia una solución exhaustiva.

El día siguiente, Hitler se dirigió a los líderes de su Partido en la Cancillería del Reich en Berlín en un discurso que, como hemos anotado, Christian Gerlach consideró como el anuncio de su “decisión básica” de exterminar a los judíos. Hemos visto la razón para dudar de esta interpretación. Sin embargo, el discurso fue importante. Goebbel resumió el día siguiente en su diario lo que Hitler había dicho. Su breve informe indica cómo, en el asunto fundamental de la política anti-judía, serían iniciadas las fases cruciales de radicalización. “Con respecto a la Cuestión Judía”, anotó Goebbels, “el Führer está decidido a tomar una clara resolución. Profetizó que si provocaban otra guerra mundial, experimentarían su aniquilación. No era una frase huera. La guerra mundial ha llegado. La aniquilación de los judíos debe ser la consecuencia necesaria. Esta cuestión ha de considerarse sin sentimentalismo”, una repetición del punto expresado en el artículo de su periódico un mes antes. “No tenemos que sentir simpatía hacia los judíos, sino sólo simpatía hacia nuestro propio pueblo alemán. Si el pueblo alemán nuevamente ahora tiene que sacrificar unos 160.000 muertos en la campaña oriental, los instigadores de este sangriento conflicto tendrán que pagar por ello con sus propias vidas” (Die Tagebücher von Joseph Goebbels, Parte II; Vol. 2, pp. 498-499).

En la atmósfera que siguió inmediatamente a tal decisivo momento como la entrada de USA en la guerra, la repetición de Hitler de su “profecía” fue, siguiendo la cuenta de Goebbels, más amenazante que nunca. Cuatro días más tarde, el 16 de diciembre, Hans Frank, Gobernador General de Polonia, hablando a sus propios adláteres en Cracovia, repitió la “profecía” de Hitler con casi las mismas palabras que Hitler había utilizado en Berlín. “¿Qué les va a suceder a los judíos?”, preguntó retóricamente. “Creéis que serán acomodados en asentamientos de aldeas en el Ostland? Nos dijeron en Berlín: ¿por qué nos están dando todos estos problemas?.....¡Liquidadlos vosotros mismos!”. Concluyó: “Debemos destruir a los judíos dondequiera que los encontremos”. Pero no sabía cómo iba a ocurrir esto. Obviamente no se había desarrollado todavía un programa de exterminio exhaustivo. Calculó que había 3,5 millones de judíos en su dominio. “No podemos matar a esos 3,5 millones de judíos”, declaró, “no podemos envenenarlos, pero debemos ser capaces de tomar las medidas conducentes de alguna forma a un éxito en el exterminio” (Werner Präg y Wolfgang Jacobmeyer, eds., Das Diensttagebuch des deutschen Generalgouverneurs in Polen 1939-1945. Stuttgart: Deutsche Verlags-Anstalt, 1975, pp. 457-458).

Durante las siguientes semanas, se tomaron los pasos. Hans Frank y sus subalternos no necesitaron ninguna orden específica de Hitler. Comprendieron perfectamente bien lo que había querido decir la repetición de su “profecía”: el momento de la hora final con los judíos había llegado. La “profecía” había servido como la correa de transmisión entre la propia convicción interior de Hitler de que la guerra provocaría la destrucción final de la judería europea, y las acciones de sus subordinados, decididos a hacer todo lo que podían para “trabajar en la dirección del Führer” para convertir los supuestos deseos de Hitler en realidad.

Poco más de un mes después, en la Conferencia de Wannsee el 20 de enero de 1942 para discutir la organización de lo que Heydrich llamó “la próxima solución final de la cuestión judía”, la mano derecha de Hans Frank, Josef Bühler, Secretario de Estado en el Generalgouvernement, preguntó directamente si se podía comenzar en su área. Quería que los judíos, la mayoría de ellos, como subrayó, incapaces de trabajar, fuesen “extraídos” de allí y que se “resolviese” allí la “cuestión judía” tan pronto como fuese posible. Las autoridades harían todo lo que pudieran para cooperar (Die Ermordung der europäischen Juden, p. 91. El autorizado estudio de la Conferencia de Wannsee es el de Mark Roseman, The Villa, the Lake, the Meeting: Wannsee and the Final Solution. London: Penguin, 2000). Bühler, y tras él Hans Frank, consiguieron sus fines. En la primavera de 1942, lo que ahora estaba rápidamente apareciendo como un programa de exterminio exhaustivo se extendió desde ciertos distritos al conjunto del Generalgouvernement a medida que los judíos cargados en trenes fueron transportados a los campos recién construidos de Belzec, Sobibor y, un poco más tarde, Treblinka, en lo que pronto vino a ser llamada Aktion Reinhard (Véase Yitzhak Arad, Belzec, Sobibor, Treblinka: The Operation Reinhard Death Camps. Bloomington: Indiana University Press, 1987; y Bogdan Musial, Deutsche Zivilverwaltung und Judenverfolgung mi Generalgouvernement. Eine Fallstudie zum Distrikt Lublin 1939-1944. Wiesbaden: Harrassowitz, 1999, Parte III, esp. pp. 299 y ss).

Diez días después de la Conferencia de Wannsee, hablando el 30 de enero de 1942 en el Sportpalast de Berlín, Hitler invocó de nuevo su “profecía”. “Ya declaré el 1 de septiembre de 1939 en el Reichstag alemán”, declaró (como siempre, datando mal deliberadamente su “profecía”), “que esta guerra no tendrá un final como imaginan los judíos, con el extermino de los pueblos arios de Europa, sino que el resultado de esta guerra será la aniquilación de la judería. Por primera vez la antigua ley judía será aplicada ahora: ojo por ojo, y diente por diente” (Hitler: Reden und Proklamationen, vol. 4, p. 1829). Siguiendo las reacciones al discurso, la SD (Sicherheitsdienst) observó que la declaración de Hitler había sido entendida como “que muy pronto el último judíos desaparecería del suelo europeo” (Heinz Boberach, ed., Meldungen aus dem Reich. Die geheimen Lageberichte des Sicherheitsdienstes der SS 1938-1945. Herrsching: Pawlak Verlag, 1984, vol. 9, p. 3235).

A finales de marzo de 1942, Goebbels escribió explícitamente en su diario de la liquidación de los judíos en el Distrito de Lublin del Gobierno General. “Se está llevando a cabo un castigo sobre los judíos que es brutal, pero completamente merecido”, anotó. “La profecía que les dio el Führer por ocasionar una nueva guerra mundial está comenzando a cumplirse de la forma más terrible”. Añadió: “También aquí el Führer es el campeón inquebrantable y el portavoz de una solución radical” (Die Tagebücher von Josepth Goebbels, Parte II, Vol. 3, p. 561).

Durante la primavera y verano de 1942 la deportación a los campos de la muerte en Polonia -incluyendo ahora el más grande de todos, Auchswitz-Birkenau- se extendió al conjunto del Generalgouvernement y a Eslovaquia, y finalmente a los países ocupados de Europa occidental. Decisiones importantes previas concernientes a la “solución de la Cuestión Judía”, como la introducción de la Estrella Amarilla o la deportación de los judíos del Reich, habían requerido la autorización de Hitler. Es inconcebible que ahora no se buscara y se diese de nuevo para la ampliación masiva del programa de matanza (Véase Peter Longerich, The Unwritten Order: Hitler's Role in the Final Solution. London: Tempus, 2001, p. 106). Como Florent Brayard ha razonado, esto ocurrió verosímilmente durante las discusiones con Himmler bajo el impacto del asesinato de Heydrich (Brayard, La “solution finale de la question juive,” pp. 16-18, 465-473).

Remataremos la traducción en los dos siguientes mensajes.
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La "Solución Final"

Mensaje por José Luis » Lun Jun 22, 2009 1:03 pm

¡Hola a todos!

Pp. 37-41:

El jefe de la SS, Heinrich Himmler, que cargó con la principal responsabilidad para la puesta en práctica del programa de exterminio, afirmó repetidamente que estaba actuando bajo la autoridad de Hitler (Fleming, Hitler und die Endlösung, pp. 62-68, 163-165). Por ejemplo, en un memorando secreto de 28 de julio de 1942 al SS-Obergruppenführer Gottlob Berger, jefe de la SS-Hauptamt, Himmler declaró: “Los territorios orientales ocupados están siendo liberados de judíos. El Führer ha colocado la ejecución de esta muy difícil orden sobre mis hombros” (“Reichsführer-SS to Gottlob Berger,” July 28, 1942, Berlin Document Center, SS-HO, 933). Ciertamente habló en privado con Hitler en varias ocasiones documentadas directamente sobre la política de exterminio [Czeslaw Madajczyk, “Hitler's Direct Influence on Decisions Affecting Jews during World War II”, Yad Vashem Studies, 20 (1990), pp. 61-65; Hermann Graml, “Zur Genesis der 'Endlösung',” in Das Unrechtsregime II, editado por Ursula Büttner (Hamburg: Christians Verlag, 1986), p. 14; Peter Witte et al., ed., Der Dienstkalender Heinrich Himmlers 1941/42 (Hamburg: Christians Verlag, 1999), p. 294]. Según el testimonio de posguerra proporcionado por su antiguo ayudante, Otto Günsche, y su mayordomo, Heinz Linge, Hitler mostró un interés directo en el desarrollo de las cámaras de gas y habló a Himmler sobre el uso de furgones de gas [Henrik Eberle y Matthias Uhl, Das Buch Hitler. Bergisch Gladbach: Gustav Lübbe Verlag, 2005, pp. 196-197. Los pasajes en cuestión no hacen mención de judíos y transmiten la impresión de que las víctimas del gaseo eran ciudadanos soviéticos. El texto, cuya procedencia y su destinatario -Stalin- se hace problemático en un número de aspectos, continúa (véase p. 197 y nota 195) afirmando que las cámaras de gas fueron primero establecidas, bajo orden personal de Hitler, en Charkow (Kharkov), aunque, de hecho, ninguna cámara de gas fue construida en el territorio ocupado de la Unión Soviética]. Aunque su testimonio es inexacto en varios aspectos y no puede ser acreditado con respecto al detalle, Adolf Eichmann, de hecho el “manager” de la “Solución Final”, Dieter Wisliceny, uno de sus suplentes, y Rudolf Höss, el Comandante de Auschwitz, todos afirmaron después de la guerra que las órdenes que les pasaron para poner en marcha la “Solución Final” provenían de Hitler mismo [Browning, Fateful Months, pp. 23-26; David Cesarani, Eichmann: His Life and Crimes. London: William Heinemann, 2004, pp. 91, 98-103; Martin Broszat, ed., Kommandant in Auschwitz. Autobiographische Aufzeichnungen des Rudolf Höss. Munich: Deutscher Taschenbuch Verlag, 1978, pp. 157, 180-181; Karin Orth, “Rudolf Höss und die 'Endlösung der Judenfrage'. Drei Argumente gegen deren Datierung auf den Sommer 1941”, Werkstattgeschichte, 18 (1977), pp. 45-47; Richard Overy, Interrogations. The Nazi Elite in Allied Hands, 1945. London: Penguin, 2001, pp. 357, 359-360]. Los líderes SS de segunda y tercera fila directamente implicados en la “Solución Final” fueron sin duda alguna ellos mismos los que estaban cumplimentando “el deseo del Führer” (Fleming, Hitler und die Endlösung, pp. 119-126). No hay razón para dudar que tenían razón, y que la autoridad de Hitler -muy probablemente dada como consentimiento verbal a las propuestas que frecuentemente le presentaba Himmler- estaba detrás de cada decisión de magnitud e importancia.

A Hitler se le mantuvo informado de la escala de la “extracción” de los judíos, algunas veces al detalle. El 29 de diciembre de 1942, por ejemplo, Himmler le entregó un informe, uno de una serie, de “bandidos” liquidados en Rusia meridional y Ucrania durante los tres meses previos. El total “ejecutado” cifraba 387.370. De esos, 363.211 eran judíos [Berlin Document Center, SS-HO, 1238, Reichsführer-SS, December 29, 1942, “Meldung an den Führer über Bandenbekämpfung,” un informe presentado a Hitler el 31 de diciembre de 1942; reproducido en Fleming, Hitler und die Endlösung, lámina 4 (entre las pp. 128 y 129)]. Era una clara indicación de que, como Hitler había acordado con Himmler un año antes, los judíos estaban siendo exterminados en el este “como partisanos” (Der Dienstkalender Heinrich Himmlers, p. 294). Pero a finales de 1942 la matanza ya no estaba confinada al este, y ahora se extendía sobre gran parte de la Europa ocupada por los nazis. Y cuando Hitler repitió su “profecía”, en su discurso a la “Vieja Guardia” del Partido en Munich el 8 de noviembre, según el cálculo de la SS cerca de cuatro millones de judíos estaban muertos (Hitler. Reden und Proklamationen, vol. 4, p. 1937; Der Dienstkalender Heinrich Himmlers, p. 73).

Hitler continuó estando estrechamente involucrado en la “Solución Final”. El patrón es ahora familiar. En línea con su “profecía”, el propósito de Hitler de “extraer” -que ahora, nadie dudaba, significaba matar- a los judíos de Europa estableció el marco. Dentro de esta instrucción general, una propuesta de radicalización sería presentada luego a Hitler para tratar algunos aspectos específicos del problema general. Hitler daría su aprobación. Seguiría la acción. De esta forma, consintió en septiembre de 1942 una propuesta de Goebbels para sacar a los judíos de la industria de armamentos y transportarlos al este. La reunión de esos judíos siguió en enero de 1943 (Longerich, The Unwritten Order, pp. 109, 114). En diciembre de 1942, Hitler accedió a la solicitud de Himmler para “suprimir” a 600.000-700.000 judíos en Francia, donde la parte meridional del país estaba también ahora bajo ocupación alemana (y parcialmente italiana). Sólo las dificultades diplomáticas de la deportación con italianos y franceses evitó la ejecución de la orden (Madajczyk, “Hitler's Direct Influence on Decisions Affecting Jews,”, p. 64; Longerich, The Unwritten Order, pp. 115, 120).

A medida que la guerra se volvió contra Alemania, se intensificaron esas dificultades diplomáticas. Los aliados de Hitler, mirando al futuro pos-nazi, se volvieron cada vez más menos dispuestos a deportar a sus judíos a las cámaras de gas. Tras la crisis militar alemana que siguió a la catástrofe de Stalingrado, Hitler intervino personalmente para intentar persuadirlos de ser más cooperativos. Obsesionado como siempre con la noción de que los judíos demoníacos estaban supuestamente detrás de la guerra, presionó a sus aliados rumanos y húngaros para agudizar la persecución. Su lenguaje, cuando se dirigió al líder húngaro, almirante Horthy, a mediados de abril de 1943, fue especialmente despiadado. Hitler lo urgió, en vano, a adoptar la postura más dura hacia los judíos, mencionando que los judíos polacos estaban siendo tratados igual que un bacilo tubercular que ataca cuerpos sanos (Andreas Hillgruber, ed., Staatsmänner und Diplomaten bei Hitler. Vertrauliche Aufzeichnungen über Unterredungen mit Vertretern des Auslandes 1942-1944. Frankfurt am Main: Bernard & Graefe, 1970, pp. 256-257). Un mes más tarde, hablando con Goebbels, Hitler comparó a los judíos con insectos y parásitos, declarando “a los pueblos modernos no les queda más remedio que exterminar a los judíos” (Die Tagebücher von Joseph Goebbels, Part II, Vol. 8, p. 288).

La profecía, ahora esencialmente un cliché usado para legitimar a otros y a él mismo que la guerra que él había lanzado, que estaba llevando a Alemania más cerca de la perdición, había sido inevitable y merecida, evidentemente todavía estaba profundamente incrustada en la psique de Hitler. El 26 de mayo de 1944, se dirigió a una gran reunión de oficiales superiores en el Obersalzberg, en Berchtesgaden. En un pasaje central de su largo discurso, se refirió al tratamiento de los judíos. La vieja noción que lo había poseído desde 1918 de los judíos como una traicionera quinta-columna de sediciosos y revolucionarios en el frente interno fue expresada una vez más. La extracción de los judíos había eliminado este peligro dentro de Alemania, declaró. Se defendió contra las sugerencias en cuanto a que se podía haber logrado de forma más humana al subrayar una vez más la guerra como un todo o nada, lucha de vida o muerte, dando una visión apocalíptica de lo que sucedería si los enemigos de Alemania salieran victoriosos, y hablando de los horrores del bombardeo de Hamburgo y otras ciudades, resumiendo: “Toda esta bestialidad ha sido organizada por los judíos”. Por tanto, los sentimientos humanitarios, razonó, eran “crueldad hacia el propio pueblo de uno”. Continuó insinuando la acción que iba a tomarse contra los judíos en Hungría -la espantosa destrucción de la judería húngara se extendería realmente a las pocas semanas, tras la presión directamente impuesta por Hitler (Fleming, Hitler und die Endlösung, p. 173; Madajczyk, “Hitler's Direct Influence Affecting Jews,” p. 67)- para extraer lo que llamaba “una red sin costuras de agentes y espías”. Fue en este punto cuando regresó una vez más a su “profecía” de 1939 de que en caso de guerra no la nación alemana sino la judía misma sería “erradicada”. La audiencia de los oficiales de la Wehrmacht respondió con clamorosos aplausos [Hans-Heinrich Wilhelm, “Hitlers Ansprache vor Generalen und Offizieren am 26. Main 1944,” Militärgeschichtliche Mitteilungen, 2 (1976), p. 156; e idem, “Wie geheim war die Endlösung?” en Miscellanea: Festschrift für Helmut Krausnick zum 75. Geburtstag, editado por Wolfgang Benz. Stuttgart: Deutsche Verlags-Anstalt, 1980, pp. 134-136].

Seguiremos con la última traducción.
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La "Solución Final"

Mensaje por José Luis » Mar Jun 23, 2009 5:58 am

¡Hola a todos!

Finalizamos la traducción del ensayo de Kershaw, pp. 41-43:

En las últimas semanas de la guerra, la “profecía” sirvió a la necesidad de auto-justificación de Hitler. Aunque sus últimos monólogos registrados de principios de 1945 sobrevivieron sólo en forma dudosa (Véase Kershaw, Hitler. Nemesis, pp. 1024-1025, nota 121), los comentarios el 13 de febrero sobre los judíos ciertamente suenan auténticamente hitlerianos, y están en línea completa con las repeticiones de su “profecía” que hemos observado. “He luchado abiertamente contra los judíos”, reza el texto. “Les di un último aviso al estallido de la guerra. Nunca los dejé en la incertidumbre de que si iban a meter de nuevo al mundo en una guerra esta vez no se librarían, que las alimañas en Europa serían finalmente erradicadas (Hitlers Politisches Testament. Die Bormann-Diktate von Februar und April 1945. Hamburg: Knaus, 1981, p. 69). Y como vimos al principio, su último manifiesto político todavía estaba urgiendo la implacable persecución de los judíos.

CONCLUSIONES

La “profecía” de Hitler de 30 de enero de 1939, que tan frecuentemente iba a invocar en los años siguientes, tiene derecho a ser considerada clave en la mentalidad de Hitler y en las maneras que proporcionó las “direcciones para la acción” [Un término tomado de Martin Broszat, “Soziale Motivation und Führer-Bindung des Nationalsozialismus,” Vierteljahrshefte für Zeitgeschichte, 18 (1970), p. 403] en el elemento central de su ideología. Como tal, pone de relieve la fuerza-impulsora ideológica central del Nacional Socialismo, y también muestra los caminos en que las ideas fundamentales e inalterables fueron acomodadas a las formas cambiantes de la persecución draconiana y traducidas a decisiones políticas siempre más radicales. De hecho, ilustra cómo operó el “liderazgo carismático” (Para el modo en que aplico este término al gobierno de Hitler, véase Ian Kershaw, Hitler. A Profile in Power. London: Longman, 1991, pp. 10-14) en la crucial área de la política genocida, y cómo los activistas nazis en diferentes niveles del régimen fueron expertos en saber cómo “trabajar en la dirección del Führer” sin tener que esperar por una orden precisa del Führer. Parece improbable que Hitler diera alguna vez una única y explícita orden para la “Solución Final”. Dentro del marco inalterable de su “profecía”, no necesitaba más que proporcionar la autorización necesaria en el momento apropiado a Himmler y Heydrich para seguir adelante con las distintas etapas de la escalada que culminaron con el asesinato de los judíos de Europa.

Al hablar, como había hecho en marzo de 1942, de Hitler como “el inquebrantable campeón y portavoz de una solución radical” para la “Cuestión Judía”, Goebbels estaba resumiendo correctamente el papel de Hitler en la “Solución Final”. Este papel había sido a menudo indirecto, más que manifiesto, concediendo frecuentemente la aprobación más que la iniciación. Las incomparables invectivas de odio fueron una constante entre los cambios de política. A menudo tenían un motivo de propaganda o movilización, y frecuentemente mantuvieron un carácter general. Incluso así, no puede existir la más ligera duda: el papel de Hitler fue decisivo e indispensable para el desarrollo de la “Solución Final”. Si otra forma de gobierno nacionalista hubiera estado en el poder en la época en Alemania, probablemente habría introducido una legislación discriminatoria contra los judíos. Pero sin Hitler, la creación de un programa para producir el exterminio físico de los judíos de Europa es inconcebible.

Saludos cordiales
José Luis
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La "Solución Final"

Mensaje por José Luis » Mar Jun 23, 2009 6:33 am

Y aquí el mensaje editado de Maximus:
maximus escribió:Magnífica idea la de iniciar un topic sobre este tema. Admirado y agradecido personalmente.

Como mero lector, en el largo y pormenorizado resumen me sorprenden dos cosas, sólo:

-No hay referencia a la actividad de los Einsatzgruppen en el frente del Este. La opinión general es que, como, por ejemplo, aparece en la excelente, muy documentada y exitosa novela de Jonathan Littel, "Las benévolas" nada más pasar la frontera soviética a finales de junio de 1941, los Einsatzgruppen comienzan a asesinar a toda la población judía. Es de suponer que tenían órdenes al respecto. Una orden genocida contra la raza judía, aunque limitada al territorio soviético... si es que esto fue realmente así.

-Un detalle temporal:
Comenzaron algunos programas de exterminio locales, puestos en marcha por los sátrapas locales nazis en coordinación con Berlín. En noviembre de 1941 comenzó la construcción de un pequeño campo de exterminio en Belzec, en el Distrito de Lublin del Generalgouvernement, instigada por el Jefe de Policía SS del área, Odilo Globocnik, con el propósito de liquidar judíos en esa área incapaces de trabajar


Aquí se dice
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Belzec fue el primer campo exclusivamente dedicado al exterminio que se construyó en la región. Sólo había unos pocos centenares de trabajadores judíos (a la vez), la mayoría trabajando en las instalaciones de exterminio o en la recuperación de ropa y objetos de valor de los muertos. Los primeros hombres de las SS llegaron a Belzec en octubre de 1941 para reclutar obreros que construyeran las instalaciones. La oficina de Himmler había informado de la marcha de las actividades de Globocnik a Oswald Pohl, al mando de lo que pronto se convirtió en la Oficina Principal Económico-Administrativa de las SS (WVHA), preparando a Pohl para colaborar con Globocnik.

Nos da el mes de octubre, lo que hace pensar que se decidió antes, ¿una iniciativa local meramente "consentida"?

El testimonio de Eichmann habla de que en algún momento de agosto o septiembre, Heydrich le habla del exterminio ya decidido y de que Globocnik ha comenzado ya los preparativos (antes de reclutar los obreros para construir el campo, hay que tener un poco un plan de qué tipo de obra va a necesitarse). Más adelante, en Belzec trabajarán los mismos "expertos" que tomaron parte en el programa de "eutanasia" contra los minusválidos en el Reich (lo que significa muerte por gas).

De todas formas, a mí me da la impresión de que Hitler no veía sus crímenes con la gravedad y horror con los que los vemos nosotros, lo cual es lógico en el comportamiento de cualquier criminal. Los preparativos de primavera de 1941 para la invasión de la URSS eran horrendos, ya que incluían el exterminio de los agentes comunistas, la matanza de judíos soviéticos a cargo de los Einsatzgruppen y, para la posguerra tras la victoria sobre los rusos, la muerte por hambre y enfermedad de entre diez y treinta millones de eslavos. En ese contexto, una decisión "adicional" para asesinar a los judíos polacos -"Acción Reinhard"- y a todos los que se encuentren al alcance del Reich en toda Europa, parece incluso poco sorprendente.

Espero leer los siguientes posts con todo lo que se haya averiguado y debatido sobre el tema.
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