Desde hace tres años el grupo de recreación histórica polaco, Pionier 39, organiza un evento de recreación privado donde lejos de acciones espectaculares, grandes efectos especiales, mucho público y decenas de recreadores lo que se pretende es algo mucho mas intimista y aparte lograr una mayor inmersión recreadora en la vida cotidiana del Landser. Tras descubrir este grupo y el evento, un compañero de recreación, Dani y yo, Albert, nos pusimos en contacto con ellos y finalmente ambos decidimos participar (los dos pertenecemos tanto a la Das Reich como a la GrossDeutschland).
El nombre del evento es "Historical Incubator" y este año debíamos desplazarnos a la antigua silesia Alemana (a poco kilómetros de Breslau/Wroclaw), donde nos aguardaban la mayor parte del grupo Pionier 39 y 7 días continuos de recreación.
Tras unas cuantas horas de viaje en coche via Varsovia, con un miembro de Pionier 39 , llegamos a una granja tradicional de estilo silesio (la granja fue construida hace más de 100 años) y actualmente esta habitada por una familia de propietarios polacos.
Tras las presentaciones y equipamiento nos introducen en la materia. Estamos en el verano del 44 en Curlandia, somos una unidad de Pionier en tercera línea que ante una posible ofensiva sovíetica ordena a uno de los Gruppes de la 3ªKp. 2º Zug. realizar una patrulla de reconocimiento con el objetivo de encontrar rutas de evasión alternativas. Se reparten las raciones de combate, se distribuye el Gruppe e iniciamos una larga marcha de 20 km, con las botas claveteadas y sin dejar atrás el equipo, cantimploras, palas, marmitas, botes de máscara etc. Atravesamos bosques, campos de trigo, todo con el máximo sigilo y aprovechando las ventajas de terreno para cubrirnos y redesplegarnos.
Tras varias horas de marcha, con el sol ya puesto y bastante cansados llegamos a nuestro destino final, un antiguo establo abandonado de finales del siglo XIX., el aspecto del lugar a la hora en que llegamos era realmente tétrico.
Lo primero se distribuyen las guardias nocturnas, se preparan con los esbitts algo de comer e intentamos dormir sobre nuestros zeltbahn en el frío y duro suelo del establo.
A primera hora del amanecer (sobre las 4 y media) iniciamos la vuelta, con algunos remiendos en los pies, hacía nuestro punto de reabastecimiento, la granja, donde pasariamos la noche rodeados de heno. En comparación con nuestro anterior "hotel" el establo nos pareció un auténtico lujo.
El terreno donde se desarrollaría el resto del evento era una pequeña zona de pastos, bordeado por un río, por bosque y campos de trigo. Previamente se acondicionó una buena letrina germánica a cierta distancia del campamento y se acondicionó una zona de entrada y salida para acceder al río.
Después de comer comenzaba la parte más dura del trabajo, construir un refugio de 4x3 metros y 1,70 metros de profundidad, y aparte dos posiciones de tirador y otra de MG, con las trincheras de comunicación hacia el refugio (en algunos casos solo se perfilaban a poca profundidad). Pusimos manos a las palas, picos, y sierras y tras un día y medio de duro trabajo terminamos la posición.
Si la lluvia, casi constante estos primeros días, el esfuerzo y el poco sueño (las guardias nocturnas no podían faltar) nos pusieron algo difíciles las cosas, cuando quedó terminada la posición vimos que había merecido la pena. Habíamos forrado de tablas de madera las paredes, el suelo recubierto dlo habíamos recubierto de madera y paja y no podían faltar sacos rellenos de paja que iban a servir de colchón improvisado. El techo con listones de madera quedó cubierto con musgo, paja, arena y sobre esta hierba que habíamos conservado para camuflar la posición.
Con esa mezcla de cansancio, cierta falta de higiene y humedad en los uniformes, en las botas, ya estábamos perdiendo nuestra capa superficial de civilización. Es difícil describir la alegría cuando de buena mañana nos encontrábamos con detalles tan nimios como una buena taza de té o café tras 3 días de viento, frío y agua, o cuando nuestro furrielero nos acercaba pan caliente o leche recién ordeñada.
La alegría a veces quedaba algo empañada cuando nuestro sargento nos recordaba las obligaciones del afeitado diario o la limpieza de los equipos y botas.
Las guardias con casco, mosquitera y arma al ristre eran necesarias pues en alguna ocasión recibimos la inesperada y desagradable visita de algún pequeño grupo soviético que, o bien intentaba asaltar la posición o bien nos dejaba panfletos recordándonos el buen trato que recibiríamos de las “matrioshkas soviéticas” si entregábamos las armas con ese salvoconducto. Así que de vez en cuando en mitad de la noche y cuando uno mejor estaba, calentito y durmiendo profundamente, al grito de “alarm”, en medio de la confusión generalizada y el sueño debíamos salir corriendo a proteger la posición, a veces sin ni siquiera el uniforme, pero siempre sin olvidar el arma y el casco.
Aparte de eso no podíamos descuidar la instrucción y cada día realizábamos asaltos en bote neumático, con y sin MG, despliegues de Gruppe, lanzamiento de granadas y manejo y funcionamiento de cargas y demás útiles explosivos de Sturmpionier, aparte entre otras cosas y para no perder mucho resuello se preparaban las comidas en base a recetas alemanas de la época (vamos mucha grasa animal en la mantequera y patatas, patatas y patatas).
Finalmente tras 7 días volvimos a nuestra añorada civilización (agua caliente que salía de los grifos, colchones, wáteres automáticos ...no nos lo podíamos creer) y con la vuelta la sensación de haber podido participar en un proyecto interesante, duro por momentos pero que nos permitió realizar una inmersión más profunda a las condiciones y sensaciones del Landser alemán.
Albert
Dani
nota: la redacción del evento, lo posteé también en el foro de http://www.accuh.com/, aunque en este he corregido algún error de redacción
