Al contrario que todos los personajes cuya biografía hemos leído hasta el momento, el Conde Bernstorff no escribió un libro con sus memorias, escribió dos; uno llega a preguntarse si en la derrotada Alemania había suficiente existencia de papel para que las editoriales pudiesen publicar tantas memorias como las escritas durante aquellos años. La primera de ellas se titula “My Three Years in America”, que en realidad sabemos fueron más de ocho como Embajador en Estados Unidos, pero con buen criterio a mi entender, el autor se ciñe a los tres años de guerra. Pese a ser un tocho de 400 páginas no resulta una lectura plúmbea, me atrevo a recomendarla, y para aquellos interesados en las relaciones entre el Imperio alemán y Estados Unidos durante la Gran Guerra, resulta imprescindible. Algunos pasajes ya se han tratado en el hilo y no voy a repetirlos, pero otros merecen nuestra atención porque resultan bastante reveladores de las diferencias de criterio existentes durante todo el conflicto entre la facción política o diplomática encabezada por Bethmann-Hollweg y los altos mandos militares, con Guillermo II como árbitro, ya conocemos el resultado. En la pluma de Von Bernstorff: “Parece que nuestro destino fue que todas nuestras decisiones más importantes de la guerra fueron el resultado de consideraciones militares y no políticas. En el lado de la Entente ocurrió lo contrario, y es por eso que, aunque sufrió muchos reveses militares, ganó la guerra”. Clemenceau lo hubiese resumido en “La guerra es un asunto demasiado serio para dejarlo en manos de los militares”.
También resulta reseñable el siguiente texto de su obra: “Como ya he señalado, el factor que en mi opinión fue en gran medida responsable de determinar el rumbo que finalmente adoptamos fue la subestimación e ignorancia sobre Estados Unidos, que estaba tan extendida en Alemania. Desde el primer momento el problema no fue entendido adecuadamente por la nación alemana, se pasó por alto el hecho de que la batalla más importante de la guerra estaba teniendo lugar en Washington, y cuando la tragedia llegó a su punto culminante, nadie creía que, con todo su poder político, militar y económico, los Estados Unidos de América entrarían en guerra”.
Cuando Bernstorff hubo de abandonar Washington recibió el siguiente mensaje del Coronel House: "Es muy triste que su Gobierno haya declarado la guerra submarina irrestricta en un momento en que estábamos tan cerca de la paz. Llegará el día en que la gente en Alemania verá cuánto ha hecho por su país en Estados Unidos". Apreciación errónea por parte del Coronel, no solo porque la recepción una vez en Alemania no fue precisamente amistosa, incluso después de la guerra, en el Comité de Examen de la Asamblea Nacional, donde debían estudiarse los hechos que llevaron a la caída del Imperio, pero que en la práctica no sirvió de nada, el General Ludendorff tuvo la caradura de acusar a Bernstorff de ser el principal responsable de la entrada en guerra de Estados Unidos. El Conde se defendió con los siguientes tres puntos ante el Comité, irrefutables:
(1) Que deseaba aceptar la oferta de mediación del Sr. Wilson.
(2) Que el Gobierno, el Emperador, el Cuartel General o cualquier persona responsable de tener la última palabra no quiso aceptar la oferta de mediación del Sr. Wilson, con el fin de declarar la guerra submarina sin restricciones en su lugar.
(3) Que las Autoridades Navales se habían declarado en condiciones de obligar a realizar una oferta de paz por parte de Inglaterra en cinco meses a partir del 1 de Febrero.
También resulta interesante conocer el amplio resumen que Bernstorff hace de los condicionantes que le llevaron a defender su política durante la guerra:
(1) Ya no era posible lograr una victoria decisiva de Alemania después de la primera Batalla del Marne, es por eso que la política alemana debería haberse dirigido hacia la obtención de "Paz sin Victoria" y, como resultaron las cosas, tal hecho solo se obtendría por medio de la mediación estadounidense.
(2) La personalidad del Sr. Wilson no jugó un papel decisivo en la determinación de mi actitud. Nunca computé su amistad personal porque lo conocía demasiado bien para suponer que era capaz de tendencias proalemanas. No esperaba nada más de él que jugase el juego de Estados Unidos, el de Estados Unidos y el de ningún otro país, respaldado por la opinión pública de los Estados Unidos. La política estadounidense persiguió el objetivo de una "paz sin victoria" desde el punto de vista de la política práctica, para que ni Alemania ni Inglaterra puedan alcanzar una posición superlativamente poderosa. Una "paz sin victoria" de este tipo, bajo el patrocinio estadounidense, habría dejado a Estados Unidos en la posición indiscutible de la primera potencia política en el mundo. A esto se agregaron otras razones de naturaleza idealista, debido al hecho de que tanto el Sr. Wilson como la gran mayoría del pueblo estadounidense deseaban poner fin al derramamiento de sangre.
(3) El comienzo de la campaña irrestricta submarina estaba destinado, como se había desarrollado, a conducir automáticamente a la ruptura de las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos.
(4) Tal como estaban las cosas en Estados Unidos, la ruptura de las relaciones diplomáticas estaba igualmente obligada automáticamente a provocar una guerra con los Estados Unidos.
(5) La guerra con los Estados Unidos tuvo que evitarse a toda costa, porque la ayuda de Estados Unidos significaba darle a nuestro enemigo una preponderancia de poder tan abrumadora, que la derrota alemana se convirtió en una certeza absoluta.
(6) La situación política era tal que la aceptación de la oferta estadounidense de mediación era el único medio para evitar que Estados Unidos entrara en la guerra.
(7) Si Estados Unidos no hubiese entrado en la guerra, la Entente no estaba en condiciones de vencernos.
(8) Si el Sr. Wilson hubiera logrado llevar a las dos partes beligerantes a la mesa de negociaciones, se habría concluido una especie de Hubertusburg Peace (en referencia al Tratado de Hubertusburg, uno de los que puso fin a la Guerra de los Siete Años). A la vista de la situación, una paz desfavorable para nosotros era impensable. ¿Quién, en ese momento, podría habernos obligado a aceptar términos que considerásemos incompatibles con la posición de Alemania en el mundo? Herr Helfferich, ante el Comité de Examen de la Asamblea Nacional, expresó la opinión de que al final el Sr. Wilson nos habría forzado a la paz con la culata de un rifle. ¿Pero de dónde habría obtenido este poder? No tenía ninguno, y le llevó un año crear un Ejército. Nadie que esté familiarizado con los Estados Unidos puede creer que hubiera sido posible conducir a los estadounidenses a la guerra una vez que se hubiera organizado una Conferencia de Paz. Para entonces, solo habría sido una cuestión de decidir el destino de uno o dos trozos de territorio o colonias, en los que los estadounidenses no habrían sentido el más mínimo interés. Naturalmente deberíamos haber tenido que devolver Bélgica, aceptar el programa de desarme, etc., pero ya nos habíamos declarado listos para tomar estas medidas y, en lo que respecta al desarme, esta reforma era inevitable en vista de la posición económica de todos países involucrados. Si Estados Unidos no hubiera entrado en la guerra, nadie podría habernos obligado a aceptar términos menos ventajosos que el status quo anterior, posiblemente con alguna compensación mutua.
Resumiendo con las propias palabras de Bernstorff: “Querían convertirme en el chivo expiatorio de la entrada de Estados Unidos en la guerra, y esto, a pesar del hecho de que todo lo que había profetizado con respecto a la política estadounidense había demostrado ser correcto, y todo lo que mis oponentes habían profetizado había resultado equivocado”.
Tras permanecer algunos meses ocioso y a media paga, el Conde fue llamado de nuevo por el Ministerio de Asuntos Exteriores para ocupar el puesto de Embajador en el Imperio Otomano en Septiembre de 1917, vivencia que trata en su obra “Memoirs of Count Bernstorff”. Allí se preocupó por el exterminio armenio, relatando una conversación al respecto con el Gran Visir Talat Pasha, que ante las protestas del Embajador respondió con macabra ironía: “¿Qué es lo que quieres? La cuestión está resuelta, no hay más armenios”.
Después de la guerra Scheidemann le ofreció el puesto de Ministro de Asuntos Exteriores, pero rechazó la propuesta y fue uno de los miembros fundadores del Partido Democrático Alemán, cuya base social eran empresarios de clase media, funcionarios, docentes, científicos y artesanos, por lo que también fue conocido como el partido de “los judíos y los profesores”, que obtuvo un buen resultado en las elecciones de 1919 con más de 18% de los votos, pero que se fue diluyendo con el paso de los años. Bernstorff ocupó asiento en el Reichstag entre 1921 y 1928, siendo defensor de la creación de un Estado judío en Palestina. También fue miembro de la delegación alemana en la Sociedad de Naciones y, ante el cariz que estaba tomando la situación política en Alemania, en 1933 se exilió en Ginebra, lo que sin duda prolongó su vida, pues Hitler era uno de quienes se habían autoconvencido de las falacias de Ludendorff y acusaba a Bernstorff de ser “uno de esos hombres con la culpa y la responsabilidad del colapso de Alemania". Finalmente el Conde falleció el 6 de Octubre de 1939 a la edad de 76 años, posiblemente apenado de volver ver a su patria involucrada de nuevo en una Guerra Mundial.
Johann Heinrich Graf von Bernstorff en Ginebra.