El mayor enemigo nazi: Pío XI

Acontecimientos políticos, económicos y militares relevantes entre noviembre de 1918 y septiembre de 1939

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El mayor enemigo nazi: Pío XI

Mensaje por José Luis » Mié Nov 23, 2011 9:24 pm

¡Hola a todos!

El 11 de febrero de 1939, diez años y un día después de que la Ciudad del Vaticano se convirtiera en un estado soberano tras su firma del Tratado de Letrán con el gobierno fascista de Italia, murió Achille Ratti, papa Pío XI, y con su muerte también se extinguió, en vista del sonoro silencio que siguió con su sucesor Eugenio Pacelli, papa Pío XII, la última esperanza de millones de fieles católicos de escuchar del Vicario de Cristo una condena pública del antisemitismo nazi. De hecho, la condena ya estaba redactada como borrador de una encíclica que había encargado con cierto secreto Pío XI en junio de 1938, pero que sólo había recibido, con toda probabilidad producto de una conspiración, veinte días antes de su muerte.

Los retazos biográficos suelen presentar a Achille Ratti (1857-1939) como un erudito que pasó la mayor parte de su vida metido en las bibliotecas. Ratti estudió en las universidades Pontificia Gregoriana y Sapienza de Roma, graduándose en filosofía, teología y derecho, y siendo ordenado sacerdote a finales de 1879. Viceprefecto de la Biblioteca del Vaticano en 1910, prefecto en 1914, visitador apostólico en Polonia en 1918, nuncio tras la creación del estado de Polonia en 1919, cardenal y arzobispo de Milán en 1921, y finalmente elegido papa el 6 de febrero de 1922 (1).

En Polonia cimentó Ratti su fobia hacia el comunismo y, posiblemente, la judeofobia que encontró entre los miembros de la jerarquía polaca lo llevó a no condenar la persecución que tuvo lugar contra los judíos. En 1921 era ya un declarado anti-comunista que percibía un vínculo entre judíos y comunistas. Al afirmar que la mayoría de los comisarios del régimen bolchevique eran judíos, Ratti estaba convencido de que el desmantelamiento del cristianismo en Rusia estaba inspirado por la aversión judía al cristianismo (2).

Cuando fue elegido papa, escogió el nombre de Pío en honor de Pío IX, al que tanto admiraba. Hay quien describió, acertadamente, el papado de Pío XI como una "era de concordatos" (3). En diciembre de 1922, Pío XI esbozó el programa de su pontificado, reiterando la filosofía de Léon XIII. ¿Cuál era esta filosofía? El monje benedictino Hilari Raguer la explica como el proyecto de León XIII (papa entre 1878-1903) de reconocer, a través de sus encíclicas y actividad diplomática, que la religión católica no estaba ligada a ningún régimen político, y, por tanto, podía coexistir con cualquiera, aunque ello en sí no significaba en absoluto que la Iglesia Católica aceptara esos regímenes políticos. Había una tesis católica básica según la cual un estado cristiano era un estado confesional que profesaba oficialmente la religión católica, que debía mantenerse siempre y cuando lo permitieran las circunstancias políticas. Pues bien, León XIII estableció una distinción entre esa tesis católica básica y la hipótesis que mantenía que, como un mal menor, cuando esta tesis no podía ser impuesta, la Iglesia debía tolerar el estado laico y la libertad religiosa (4). Y efectivamente, bajo Pío XI, la Santa Sede concluyó un gran número de concordatos con gobiernos de todos los colores, pero en este hilo destaca por encima de todos el Concordato con la Alemania de Hitler de 1933.

Antes de revisar brevemente el camino que llevó finalmente a la firma de dicho concordato, me gustaría subrayar que durante el auge de los fascismos de la década de los veinte, Pío XI estuvo más preocupado por el impacto del comunismo que por el del fascismo. Los soviéticos descubrieron y suprimieron sus esfuerzos por consagrar obispos y establecer en la Unión Soviética una estructura eclesiástica clandestina (5). Pío XI desconfiaba del liberalismo, según él el padre del socialismo que había engendrado el comunismo. Autoritario, anti-judío y anti-comunista, Pío XI no apoyó, en cambio, el racismo ni el antisemitismo nazis, pues los consideraba contrarios a la fe. Coppa ha resumido algunas de las acusaciones de sus críticos: que se empapó de los estereotipos antisemitas que prevalecían en ciertos círculos polacos y el anti-judaísmo vaticano, fundiendo ambos algunas veces en su retórica. Que ha sido criticado por concluir concordatos con la Italia fascista en 1929 y la Alemania nazi en 1933, y por legitimar a esos regímenes abandonando al Partido Popular en Italia y al Partico del Centro en Alemania. Los críticos también lo acusan de haber contribuido al éxito de las dictaduras fascistas que abogaban por la revisión territorial y el racismo. En su anti-judaísmo y en su aproximación conciliadora hacia el régimen nazi se ve a Pío XI como precursor de la política que al respecto siguió Pío XII (6). Sin embargo, gran parte de estas críticas son, en buena medida, producto de la pasión y de la falta de generosidad y comprensión de sus autores; un análisis objetivo de su pontificado desmonta el grueso de esas acusaciones (7).

Pío XI compartía los sentimientos de aquellos obispos alemanes que consideraban incompatibles catolicismo y nazismo. Antes de la llegada de Hitler a la Cancillería del Reich en enero de 1933, hubo obispos alemanes que condenaron sin paliativos el nazismo. Así, a finales de marzo de 1931, los obispos de Prusia y Baviera emitieron unas pastorales conjuntas condenando al partido nazi y prohibiendo a los católicos unirse a un movimiento que propugnaba principios contrarios a la fe. Los obispos rechazaban especialmente el punto 24 del programa del partido que declaraba que todos los credos religiosos quedaban subordinados a consideraciones raciales. Condenaban igualmente su exaltación del nacionalismo sobre la religión, su reconocimiento de la violencia como arma política legítima, etc. La posterior Conferencia Episcopal de Fulda, celebrada el 17-19 de agosto de 1931, prohibió a los católicos la membresía en el partido nazi, y al clero dar la comunión a cualquiera que llevara una esvástica. Por su parte, Pío XI consideró blasfemia la sugerencia nazi que representaba a Jesús como "ario" y no aceptó la petición de los cristianos alemanes de establecer una “cláusula aria” excluyendo del clero o la Iglesia a miembros de origen judío (8).

Sin embargo, Eugenio Pacelli (futuro Pío XII), que en febrero de 1930 había sucedido al cardenal Pietro Gasparri como Secretario de Estado de Su Santidad El Papa, se mostró muy cauto al expresar que los obispos críticos con el partido nazi actuaban por iniciativa propia. De tal manera que cuando Hitler fue nombrado Canciller del Reich, la Santa Sede respondió diplomáticamente, evitando manifestar ninguna opinión pública, si bien al mes siguiente su nuncio en Alemania, Cesare Orsenigo, comentó que el Partido del Centro, el partido católico alemán, no debería apoyar al gobierno nazi, condenado por los obispos por principios religiosos. Esta postura no duró mucho tiempo, toda vez supo Orsenigo que había gente en el Vaticano que deseaba un acercamiento con los nazis. Quizás el motivo había sido que de los +-13 millones de católicos que había en Alemania, alrededor de la mitad había votado por los nazis en las elecciones generales de 6 de marzo de 1933, pese a la opisición del episcopado al régimen. Ante esta realidad, Orsenigo y Pacelli cuestionaron la conveniencia de la oposición episcopal hacia el régimen nazi; de hecho, Orsenigo pidió y recibió permiso para asistir a la inauguración del nuevo gobierno nazi.

Orsenigo escribió a Pacelli sobre el entusiasmo que los nazis habían despertado en la población católica de Alemania y la tolerancia que el régimen había mostrado hacia los grupos religiosos. Por su parte, Hitler proclamó el 23 de marzo de 1933 la promesa de su gobierno de proteger a las dos confesiones cristianas de Alemania y que se respetarían los acuerdos concluidos entre los estados alemanes y esas confesiones. Afirmó que su gobierno consideraba al cristianismo como la “inquebrantable fundación de la vida ética y moral de nuestra nación”, mientras que estimaba en alto grado el “mantenimiento y desarrollo de relaciones amistosas con la Santa Sede” (9). El discurso de Hitler fue celebrado por el Partido del Centro, que contribuyó con sus votos a la obtención nazi de la mayoría parlamentaria necesaria, dos tercios, para la aprobación de la Ley de Habilitación que posibilitó el estasblecimiento de la dictadura nazi. Orsenigo informó a Pacelli que estaba convencido de que Hitler y los nazis habían conseguido esta victoria sólo gracias a la complicidad del partido católico (10).

Sin embargo, no todos los católicos aprobaban la colaboración del partido católico con los nazis. En abril de 1933, Edith Stein, judía que se había convertido al catolicismo, escribió al papa rogándole que condenara la ideología racista del nacismo y pidiéndole ayuda para los judíos de Alemania. Merece la pena reproducir aquí su carta:

¡Santo Padre! Como hija del pueblo hebreo y, gracias a la gracia de Dios, como hija de la Iglesia Católica durante los últimos once años, me siento obligada a describir al padre del cristianismo lo que está preocupando a millones de alemanes. Durante las semanas pasadas en Alemania hemos sido testigos de hechos y conductas que representan un desprecio total de la justicia y la humanidad, por no mencionar del amor al prójimo. Desde hace años los líderes nacionalsocialistas han predicado el odio a los judíos. Ahora que han tomado el poder y armado a sus seguidores -que incluyen elementos criminales notables- están recogiendo el fruto del odio que han sembrado...Su boicot -que niega a individuos la posibilidad de dedicarse a actividades económicas, les niega la dignidad de ciudadanos, y les niega su patria- ha llevado a muchos a cometer suicidio. Yo mismo sé de cinco casos; y estoy convencida de que el fenómeno es generalizado y cobrará muchas victimas más. Se puede afirmar que estos desgraciados carecían de la fortaleza moral para soportar su destino. Pero si la responsabilidad descansa en gran medida sobre los pies de quienes los empujan a este acto, también cae sobre quienes permanecen callados. Todo lo que ha sucedido y está sucediendo diariamente está ejecutado por un gobierno que se describe a sí mismo como “cristiano”. No sólo los judíos sino también miles de fieles católicos en Alemania y, creo, en todo el mundo han estado aguardando durante semanas en la esperanza de que la Iglesia de Cristo se hiciera oír condenando este abuso del nombre de Jesucristo. (11)

Pío XI no respondió a estas y otras peticiones individuales, pero dio instrucciónes al nuncio en Berlín para intervenir en nombre de los judíos perseguidos. Orsenigo cuestionó la conveniencia de la directriz papal, observando que la campaña antisemita había asumido un carácter gubernamental que presentaría la intervención como una protesta de la ley nazi. Orsenigo discutió el asunto con el obispo de Berlín, quien prometió una apelación general sobre la base de la caridad universal. Ambos creían que una protesta más directa sería peligrosa. Los obispos de Colonia, Padeborn y Osnabruck también apelaron indirectamente en nombre de los perseguidos, afirmando que Dios entregó a su único Hijo para la salvación de toda la humanidad (12).

Ante la firmeza de la postura racial de Hitler, Orsenigo, lejos de desafiar al Führer, aseguró a los suplicantes judíos que se había hecho todo lo posible en su nombre. La correspondencia de preguerra de Pacelli, recientemente accesible, revela que no presionó al nuncio Osernigo para que hiciera más. Aunque disgustado por el curso antisemita y neopagano del régimen de Hitler, Pío XI, por razones prácticas, sopesó la posibilidad de un acercamiento entre el Vaticano y el Tercer Reich. En la primavera de 1933, el vicecanciller del Reich alemán, von Papen, propuso la conclusión de un concordato, proyecto que fue secundado por el líder del Partido del Centro, monseñor Ludwig Kaas. Inicialmente, Pío XI no recibió la propuesta alemana con entusiasmo, si bien algunos eclesiásticos respondieron de forma mucho más favorable, como el arzobispo de Freiburg, Konrad Gruber, que proclamó su adhesión al nuevo orden nazi.

Pio XI reconsideró la propuesta de un concordato, no ignorando el hecho de que algunas figuras católicas prominentes del Reich estaban buscando una reconciliación con el régimen nazi. También contribuyó a su reconsideración la inminente disolución del Partido del Centro y del Partido Popular Bávaro, por lo que, determinado a preservar las organizaciones de las juventudes católicas en Alemania y a proporcionar una base legal para la libertad religiosa y de educación de la Iglesia en Alemania, sancionó finalmente las negociaciones para un concordato, pese a que la ley nazi para la restauración del servicio civil, aprobada el 7 de abril de 1933, excluía a los judíos.

Pío XI comprendió que Hitler esperaba sacar al clero católico de la política de partidos, y por ello se acusó más tarde al Vaticano, atraído por la perspectiva de garantías para sus escuelas e instituciones, de negociar el concordato sacrificando al Partido del Centro, cuya disolución siguió inmediatamente después. Y las acusaciones fueron más lejos cuando algunos sugirieron que la aprobación del concordato, favorecida y facilitada por Pacelli, reveló la simpatía del Vaticano por el nazismo; o que la quema nazi de obras judías de mayo de 1933 fue una reminiscencia de antiguas quemas cristianas de textos judíos, pero Pío XI denunció esta comparación como insidiosa e impropia; Pacelli, en privado, reveló su aversión al antisemitismo del régimen nazi, y confesó (al representante inglés) que la Santa Sede había aprobado el acuerdo para preservar a la Iglesia Católica en Alemania.

A partir de la firma del concordato, los incumplimientos y violaciones nazis del mismo, y la promulgación de las leyes raciales alemanas de Nuremberg en 1935, Pío XI experimentó un proceso de transformación que lo llevó a la determinación final en 1938 de condenar públicamente por primera vez en su pontificado el antisemitismo nazi, pese a todas las trabas y maniobras que presentaron y urdieron los cardenales de la Iglesia que, con Pacelli a la cabeza, buscaban una postura vaticana de conciliación y mantenimiento del concordato con el Reich más que una de denuncia y enfrentamiento. No me voy a detener en ese proceso de transformación de Pío XI, que puede consultarse en las obras citadas en la nota 7, sino que, tras una breve mención a su encíclica Mit brennender Sorge de 1937, pasaré a examinar en una próxima intervención la historia de su frustrada encíclica Humani Generis Unitas.

(1) Frank J. Coppa, The Papacy, the Jews, and the Holocaust (The Catholic University of America Press, 2006), pp. 142 y ss.
(2) Ibid.
(3) Frank. J.Coppa, Politics and the Papacy in the Modern World (Praeger Publishers, 2008), p. 102.
(4) Hilary Raguer, Gunpowder and Incense. The Catholic Church and the Spanish Civil War (Taylor & Francis e-Library, 2007), p. 16.
(5) Coppa, The Papacy..., 145.
(6) Ibid.
(7) Está fuera de mi intención realizarlo aquí, pero para el interesado remito a dos obras que lo han hecho: la citada de Coppa, The Papacy, the Jews, and the Holocaust, y la más exhaustiva de Emma Fattorini, Hitler, Mussolini and the Vatican. Pope Pius XI and the Speech That Was Never Made (Polity Press, 2011).
(8) Coppa, The Papacy..., 150.
(9) Ibid., 152.
(10) Ibid.
(11) Fattorini, Hitler, Mussolini....., 102-103.
(12) Coppa, The Papacy...152. La información que sigue está sacada igualmente de esta fuente, por lo que, salvo indicación en contra, no seguirán más notas.

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El mayor enemigo nazi: Pío XI

Mensaje por José Luis » Jue Nov 24, 2011 9:47 am

¡Hola a todos!

La hostilidad de Pío XI hacia el régimen nazi por los acontecimientos que estaban sucediendo en Alemania desde la firma del concordato provocó una respuesta de Hitler más agresiva contra los intereses católicos en Alemania (arrestos y cierres de organizaciones y prensa católica). Esta situación reforzó los argumentos de algunos miembros de la jerarquía eclesiástica alemana que, como el cardenal von Faulhaber, arzobispo de Munich, declaraban que una confrontación entre la Santa Sede y el Reich alemán pondría en peligro los intereses de la Iglesia Católica de Alemania. Había diferencias al respecto entre Pío XI y su secretario de estado Pacelli, no sólo en el estilo sino también en la sustancia, como observaron Angelo Roncalli, futuro papa Juan XXIII, y otros dignatarios de la Iglesia. Pío XI coincidía con los obispos alemanes von Galen y Preysing en su afirmación de que el cristianismo tenía responsabilidades públicas y privadas, y que la vida cristiana necesitaba acción. Además, el papa creía que el ataque nazi a los judíos era un ataque al patrimonio de la Iglesia; en estas circunstancias, el silencio no era una opción adecuada.

Cuando se discutió la condena del nazismo ante la Congregación del Santo Oficio en 1936, Pío XI pidió un resumen de los principios errados en que estaban basados el racismo y el totalitarismo nazis. Pacelli no hizo comentario alguno, guardando silencio como símbolo de la actitud que deseaba mostrar ante el régimen nazi, pero el papa no estuvo de acuerdo y rechazó el silencio en temas como los de la esterilización de los mentalmente enfermos y la persecución de los judíos. En realidad, entre 1933 y 1936, Pío XI ya había realizado más de treinta protestas contra las acciones nazis. Ahora el papa consideró el rechazo de la proposición de que la "fuente primaria y el principio más alto de toda organización legal es el instinto de la raza" como uno de los medios de condenar la filosofía y práctica nazis. Sin embargo, el cardenal Francesco Marchetti Selvaggiani, Secretario del Santo Oficio, bloqueó la condena, pues se oponía, al igual que Pacelli y Orsenigo, a un conflicto con el nazismo.

Pío XI no cesó en su empeño de denunciar los abusos nazis y en enero de 1936 así lo hizo al embajador alemán, a quien aseguró que la Iglesia perduraría mientras otras instituciones desaparecerían. A un telegrama que le envió Hitler en febrero de ese año con motivo del aniversario de su coronación, respondió Pío XI criticando el curso de los desarrollos políticos en Alemania. Von Neurath quiso ocultar esa respuesta a Hitler, pero el papa le insistió en que se la entregara, y así lo hizo. Tras la ocupación militar alemana de la Renania, Pío XI dijo al embajador francés que si los franceses hubieran enviado 200.000 hombres, "habrían hecho un servicio inmenso al mundo entero".

El 17 de enero de 1937 Pío XI, enfermo en cama, recibió a la jerarquía católica alemana (cardenales Bertram, Faulhaber y Schulte, y obispos von Preysing y von Galen). Falhauber subrayó la necesidad de preservar el concordato, pese a las muchas violaciones nazis. El papa reconocía el valor del concordato como base legal, pero quería hacer algo sobre los abusos nazis e informó a los congregados de su determinación a emitir una encíclica crítica. Pacelli preguntó a los obispos alemanes si una encíclica así podía llevar a los nazis a denunciar el concordato, y von Faulhaber respondió que dependería del tono de la misma, sugiriendo que fuese de conciliación más que de condena. Pacelli escribió un borrador que no satisfizo al papa por su debilidad y vaguedad, y él mismo lo sustituyó por un análisis más crítico de la situación alemana, si bien no incluyó la condena del racismo y antisemitismo que sí se habían incluido en el borrador de la condena del Santo Oficio. Aun así, el general de los jesuitas, Ledochowski, encontró demasiado duro el texto de Pío XI.

Fattorini dice que aunque el material de archivo ahora accesible a los historiadores está completo, hay preguntas sobre la redacción de la encíclica que permanecen sin respuesta. Por ejemplo, hay pocas pruebas de la relación entre la condena doctrinal planeada por el Santo Oficio y la de la encíclica, y pareciera que ambas declaraciones no guardaran relación alguna entre sí. Los diferentes borradores de la encíclica están en el expediente de Alemania, pero no hay referencia a las discusiones que se sabe tuvieron lugar. En los registros de la audiencia, los cuadernos de Pacelli, de marzo y abril de 1937 no hay rastro de discusión alguna sobre la encíclica. Incluso faltan las entradas de varios días. Fattorini especula que pudieron ser eliminadas por Pacelli. Fattorini precisa que Pacelli asignó la tarea de la redacción del texto alemán de la encíclica a Faulhaber, quien sugería que el papa enviase tan sólo una simple carta a Hitler y los obispos alemanes. El primer borrador mantenía el espíritu conciliador calculado para no irritar a Hitler. El segundo, doble en extensión, mostraba un tono más duro y acusador, y estos cambios eran obra de Pío XI. Fattorini dice que la primera parte de la encíclica, centrada en el concordato, puede atribuirse a Pacelli; la segunda a Faulhaber, que interpretó las instrucciones del papa, especialmente la de colocar la condena del totalitarismo en "una luz espiritual".*

El 14 de marzo de 1937, Pío XI emitió la encíclica Mit brennender Sorge** denunciando el trato de la Iglesia en Alemania y negando el principio de la división humana sobre una base racial. Los nazis recibieron la encíclica como un ataque contra el Reich (una "llamada a combatir al Reich") y Hitler reaccionó con furia y decidido a tomarse la revancha contra la Iglesia. Por su parte, Pío XI comenzó a sentir que esa encíclica no había sido una condena suficientemente completa. Al año siguiente llamaría a un jesuita de Nueva York de nombre LaFarge para encomendarle una tarea muy especial que veremos en otra ocasión.

*Fattorini, Op. Cit., pp. 117-118.
** http://www.vatican.va/holy_father/pius_ ... ge_sp.html" onclick="window.open(this.href);return false;

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El mayor enemigo nazi: Pío XI

Mensaje por José Luis » Jue Nov 24, 2011 6:25 pm

¡Hola a todos!

Con el fin de desarrollar su crítica al régimen nazi (y al fascista), Pío XI buscó la ayuda de John La Farge, invitándolo a cursarle una visita de vuelta de Budapest, donde el jesuita americano había aisistido a un congreso eucarístico internacional*. El papa conocía la Interracial Justice de La Farge (1937), donde éste denunciaba la noción de “raza pura”como mito inservible para las relaciones humanas. El día del encuentro en Castelgaldonfo, 22 de junio de 1938, Pío XI encargó a La Farge la tarea de escribir una encíclica condenando el racismo y la violación de los derechos humanos por el régimen nazi**. Le hizo jurar secreto sobre la encomienda, de la que ni siquiera debía insinuar a su secretario de estado, Pacelli. Sobre el contenido y tono de la encíclica, Pío XI le dijo al jesuita que la redactase como si fuera el papa y que dijese al mundo lo que creía había que decir. Unos diez días después, el 3 de julio, La Farge envió un memorando al ayudante del provincial de Nueva York informándole de su reunión con el papa y del trabajo que le había asignado para escribir una encíclica. Añadía que Pío XI creía que Dios le había enviado a La Farge, pues había estado buscando a alguien para escribir sobre el tema.

Como Pío XI tenía mucha prisa por recibir la encíclica, Ledochowski, el general de los jesuitas, aconsejó que La Farge recibiera ayuda de otros dos jesuitas, el francés Gustave Desbuquois de Acción Popular, un centro de acción social de París, y el alemán Gustav Gundlach, profesor de la Pontificia Gregoriana de Roma que ya había escrito contra el antisemitismo. Los tres jesuitas trabajaron en París durante el verano para redactar la encíclica y en septiembre presentaron a Ledochowski la proyectada encíclica (Humani Generis Unitas, La Unidad de la Raza Humana) para que fuera remitida al papa***.

El documento prohibía explícitamente a los católicos “permanecer callados en presencia del racismo”, observando que la lucha por la pureza racial “acaba por ser exclusivamente la lucha contra los judíos”. Como consecuencia, “millones de personas son privadas de los derechos y privilegios de ciudadanía más elementales en la misma tierra de su nacimiento”. Además, el antisemitismo servía como excusa para atacar a la sagrada persona del propio Salvador, y llevado a su conclusión lógica era un ataque sobre el cristianismo. “Es la tarea y deber de la Iglesia, la dignidad y responsabilidad del Príncipe de los Pastores y de sus hermanos pastores a quienes el Espíritu Santo ha colocado para gobernar la Iglesia de Dios, que deberá señalar a la humanidad el verdadero curso que ha de seguirse y la orden divina eterna en las cambiantes circunstancias de los tiempos”. “La Redención abrió las puertas de la salvación a toda la raza humana”, continuaba la encíclica, estableciendo un reino universal sin distinción entre judíos y gentiles, griegos o bárbaros.

El documento no renunciaba del anti-judaísmo secular, pues al parecer el papa y los tres jesuitas lo consideraban diferente del antisemitismo, ignorando la posible relación entre los dos. Sea como fuere, el papa no fue informado de que la encíclica que había encargado se entregó a finales de septiembre de 1938 y que había sido retenida. Sólo cuando se enteró de ello por el propio La Farge, pidió furioso que se la remitiesen inmediatamente. Al parecer, Pío XI recibió el documento el 21 de enero de 1939 y no es esguro que lo viera o leyera antes de su muerte, poco tiempo después; probablemente no, aunque estaba trabajando en el borrador de un nuevo discurso (que sólo sería publicado años más tarde por Juan XXIII) contra los fascistas. El documento de La Farge se encontró en el escritorio de Pío XI tras su muerte, junto con una nota adjunta de monseñor Domenico Tardini indicando que el papa quería la encíclica sin demora.

Todas estas anomalías en la entrega normal del borrador de la encíclica de La Farge a Pío XI tienen su origen, con toda probabilidad, en una conspiración en el Vaticano por parte de quienes querían evitar a toda costa una ruptura con los regímenes nazi y fascista a favor de una posición más conciliadora y diplomática. De hecho, a sus espaldas, habían firmado un acuerdo secreto con la Italia fascista sobre el tema de la raza. Según el padre jesuita Angelo Martini, que tuvo acceso a los documentos del Vaticano, el “pacto” de 16 de agosto de 1938 proponía dejar por entero la “Cuestión Judía” al régimen fascista a cambio de su garantía de los intereses de Acción Católica y sus organizaciones y actividades en Italia. Los que negociaron el pacto sabían que Pío XI jamás lo sancionaría, pero también sabían que al papa le quedaba muy poco tiempo de vida.

No se sabe qué parte jugó Pacelli en toda esta conspiración; sí se sabe que decidió archivar las dos críticas que Pío XI había planificado contra el régimen fascista. En documentos recientemente abiertos, Tardini informa de una serie de llamadas telefónicas el 15 de febrero de 1939 donde Pacelli ordenó a la imprenta del Vaticano destruir toda prueba del discurso papal, pues Pacelli temía que se ampliase la grieta existente con los regímenes de Mussolini y Hitler. Pacelli devolvió la redacción de la encíclica “secreta” a sus autores.

Con conspiración o sin ella, no tengo duda alguna de que Pío XI desconfiaba de sus principales en el Vaticano, y no hay mayor prueba de su soledad ante los abusos nazis y fascistas que el hecho de que le hubiera encargado su proyectada encíclica a un hombre ajeno al Vaticano como el jesuita La Farge. Y le encargó explícitamente la condena del antisemitismo, un término que jamás había aparecido en los documentos oficiales de la Santa Sede, con la sola excepción del decreto de 25 de marzo de 1928 concerniente a la disoulción de los “Amigos de Israel”.

Y aquí remato esta exposición y dejo abierto el tema a cualquier participación.

*Hay una buena cuenta de la génesis de la encíclica Humani Generis, a cargo de Coppa, en “Pope Pius XI's 'encyclical' Humani Generis Unitas against racism and anti-Semitism and the 'silence' of Pope Pius XII”, artículo publicado en Journal of Church and State, Vol. 40, No. 4, Otoño 1998, pp. 775-795, y que puede leerse en:
http://findarticles.com/p/articles/mi_h ... n28719113/" onclick="window.open(this.href);return false;
Véase también otro artículo de Coppa, “The 'Crusade' of Pius XI against anti-Semitism and the 'Silence' of Píus XII”, cuya editorial no he sido capaz de descubrir. Aunque se trata de una deriva del anterior, es mucho más reciente y se puede leer en:
http://www.watsoninstitute.org/conferen ... 0Brown.pdf" onclick="window.open(this.href);return false;
Por último, existe otra deriva, artículo titulado “Pope Pius XI's Crusade for Human Rights and His Hidden Encyclical 'Humani Generis Unitas' Against Racism and Anti-Semitism”, disponible en:
http://www.world-religion-watch.org/ind ... &Itemid=63" onclick="window.open(this.href);return false;

**La encíclica se halla resumida en la versión francesa de Humani Generis Unitas, publicada por primera vez en Georges Passelecq y Bernard Suchecky, L'encyclique cachée de Pie XI. Une occasion manquée de l'Eglise face a l'antisémitisme, con la historia de la encíclica puesta en contexto en el prefacio, “Pie XI, les Juifs, et l'antisémitisme”, por Emile Poulat (Paris: Editions La Découverte, 1995), 219-310. Fue traducida al inglés por Steven Rendall, con introducción de Gary Wills, y publicada como The Hidden Encyclical of Pius XI (New York: Harcourt, Brace, 1997); citado en Coppa, The Papacy..., p. 168, nota 111.

*** Fattorini matiza que fue La Frage quien pidió ayuda a Ledochowski para una empresa que sentía le quedaba muy grande a él solo, y de ahí llegaron los otros dos jesuitas citados. Dice que hay tres versiones del borrador de la encíclica, una en cada lengua materna de los tres jesuitas: inglés, francés y alemán. Añade que el general de los jesuitas indicó a La Farge el 1 de septiembre que ya podía regresar a Estados Unidos, asignando a Desbuquois la misión de enviar el texto por “vía segura”. Pero La Farge no se marchó inmediatamente, sino que se fue a Roma a ver a Ledochowski, probablemente para entregarle el texto, antes de tomar el barco para América el 1 de octubre. Fattorini, 149.

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Re: El mayor enemigo nazi: Pío XI

Mensaje por abril » Vie Nov 25, 2011 5:13 am

Yo tengo una nota en una revista sobre Pio XI
Mira hacia arriba, el águila te acompaña,
Mira a un costado, que tus compañeros te siguen,
Pero no hacia atrás, que la muerte te persigue...

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El mayor enemigo nazi: Pío XI

Mensaje por José Luis » Vie Nov 25, 2011 12:06 pm

¡Hola a todos!

Quisiera hacer algunas consideraciones generales y añadir cierta información sobre fuentes que me ha sido solicitada por varios compañeros del foro.

En primer lugar quiero subrayar que el propósito principal que me llevó a escribir la exposición que precede fue proporcionar un referente de la actitud de Pío XI frente al nazismo como base histórica, obligada a mi juicio, para poder enjuiciar posteriormente la que tomó su sucesor Pío XII. Mientras los eruditos y especialistas en Pío XII no se despojen de sus prejuicios ideológicos o religiosos, será imposible poner fin (o llegar a un razonable consenso) a la acalorada controversia, por momentos desagradable, en torno al papel que jugó Eugenio Pacelli ante el Holocausto. Huelga decir que mientras que el Vaticano no ponga a disposición de los historiadores toda la documentación de archivo relativa a los años 1939-1945, no se podrá evaluar exhaustivamente, y quizás definitivamente, la política de Pío XII frente al Holocausto. Sin embargo, la evidencia histórica accesible hasta hoy permite concluir que, matices al margen, hubo una gran diferencia ante el racismo nazi-fascista entre las actitudes de Pío XI y Pío XII; se puede afirmar que Pío XI evolucionó hacia la confrontación con los regímenes nazi y fascista de Hitler y Mussolini, mientras que Pío XII se apartó de esa política de su predecesor e implantó una actitud conciliadora y diplomática, materializada en su "silencio" ante el antisemitismo y el Holocausto. No es lugar aquí para analizar o debatir los motivos de Pacelli para su "silencio", sino para centrarse en la actitud de Ratti ante los nazis, especialmente.

En segundo lugar quiero observar que no es mucha la literatura académica existente sobre Pío XI y su relación con el régimen nazi, que se queda en casi nada si se la compara con la dedicada a su sucesor como papa. Y de la que hay, tampoco es mucho lo que yo he leído. Al margen de la literatura que ha tratado las relaciones del Vaticano con el Tercer Reich, dentro del más amplio contexto del Holocausto o de política exterior en que se centra, que es una literatura rica y variada, material centrado en Pío XI sólo he leído los libros y artículos que he citado del profesor Frank. J. Coppa y, parcialmente, el libro citado de Emma Fattorini, que me han servido para la anterior exposición. Hay algunas obras más que no he tenido oportunidad (ni tiempo) de leer y que citaré al final, pero antes quiero proporcionar cierta información sobre las fuentes vaticanas.

Probablemente algunos de mis compañeros de foro sabrán que en 1999, Juan Pablo II formó una comisión de seis historiadores (tres católicos y tres judíos) para examinar el material de archivo vaticano de la IIGM (que ya era accesible al público desde que Pablo VI así lo ordenara) y revaluarlo con respecto al papel de Pío XII. Pero la mayor parte de los miembros de la comisión no quedó satisfecha con los expedientes que recibió, exigiendo que se le permitiera un acceso ilimitado a los Archivos Secretos del Vaticano. La petición fue denegada por motivos de inventariado de los archivos, lo que llevó a la disolución de la comisión. Probablemente por las grandes críticas suscitadas tras esa negativa, Juan Pablo II, rompiendo la tradición, decidió en 2003 hacer disponibles separadamente cuatro series del pontificado de Pío XI desde 1922 a 1939. Se incluían los archivos de las nunciaturas, de los representantes diplomáticos del Vaticano en Munich y Berlín, transferidos a Roma, las respuestas del Vaticano a estos documentos alemanes en la Secretaría de Estado papal y la Congregación para Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios. De esta forma quedaban disponibles por vez primera los informes de los nuncios de Alemania y las instrucciones que recibieron del Vaticano hasta 1939.

Son fuentes ricas, especialmente en relación con Pacelli, quien, durante su nunciatura en Alemania, escribió a Roma diariamente, y algunas veces varias veces al día; se han identificado en los Archivos Secretos del Vaticano unos 5.000 de estos informes. Y también unos 1.000 informes del periodo cuando Orsenigo sucesió a Pacelli como nuncio en Alemania y este último se convirtió en Secretario de Estado.

Sin embargo, no quedaron disponibles, entonces, las discusiones internas de la Curia, las actas de las diferentes congregaciones, las conversaciones de Pío XI con Pacelli, y los registros de las audiencias con los emisarios en la Santa Sede, así como los informes de los nuncios del resto del mundo, las instrucciones que recibieron de Roma, y los correspondientes archivos de los nuncios. En febrero de 2006, Benedicto XVI puso a disposición de los investigadores todos los expedientes de los Archivos Secretos del Vaticano relativos al pontificado de Pío XI desde el 6 de febrero de 1922, cuando fue elegido papa, hasta el 10 de febrero de 1939, cuando murió, apertura que representa casi cien mil unidades de archivo, cada una de las cuales contiene hasta mil páginas. Queda ahora la titánica tarea de analizarlas y evaluarlas, algo que sólo será posible con un gran esfuerzo colectivo (de historiadores de todo el mundo) y duradero.

Esta información que he dado proviene de Hubert Wolf, Pope and Devil: The Vatican Archives and the Third Reich (Boston: Harvard University Press, 2010), de su introducción, quien ha consultado para escribir su libro los trabajos que se han publicado desde que esos archivos vaticanos comenzaron a estar disponibles en 2003, trabajos en idioma francés, italiano y alemán. Entre ellos están los estudios publicados por Thomas Brechenmacher, quien actualmente está preparando una edición de Internet ( http://www.dhi-roma.it/denq.html" onclick="window.open(this.href);return false; ) de los informes que Orsenigo envió desde Berlín a Roma en los años 1930 a 1939. También ha consultado los trabajos de Besier, Giovanni Sale, Andrea Tornielli y Matteo Napolitano, junto con las biografías de Fattorini y Philippe Chenaux sobre Pío XI y Pío XII, respectivamente:

Thomas Brechenmacher, "Teufelspakt, Selbsterhaltung, universale Mission? Leitlinien und Spielräume der Politik des Heiligen Stuhls gegenüber dem nationalsozialistischen Deutschland (1933-1939) im Lichte neu zugänglicher vatikanischer Akten", Historische Zeitschrift 280 (2005).
Gerhard Besier y Francesca Piombo, The Holy See and Hitler's Germany (New York: Palgrave/Macmillan, 2007).
Giovanni Sale, Hitler, la Santa Sede e gli ebrei, con documenti dell'Archivio Segreto Vaticano (Milan: Jaca Book, 2004)
Andrea Tornielli y Luigi Matteo Napolitano, Il Papa che salvò gli ebrei. Dagli archivi segreti del Vaticano tutta la verità su Pio XII (Piemme, 2004).
Emma Fattorini, Obra ya citada.
Philippe Chenaux, Pie XII: Diplomate et Pasteur (Editions du CERF, 2003).

Por último, quiero agregar a este breve bibliográfico, dos nuevas obras más:

David Cymet, History versus Apologetics. The Holocaust, the Third Reich and the Catholic Church (Lanham, MD.: Lexington Books, 2010).
Frank J. Coppa, The Policies and Politics of Pope Pius XII: Between Diplomacy and Morality (New York: Peter Lang Publishing, 2011).

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Re: El mayor enemigo nazi: Pío XI

Mensaje por Grossman » Vie Nov 25, 2011 12:39 pm

¡Hola!

Muchas gracias, José Luis, por este trabajo, que he leído con gran interés. Me ha quedado una duda (que temo es de difícil respuesta) respecto a los motivos de esa camarilla que conspiró contra Pío XI: ¿era únicamente por considerar que los judíos no valían el precio de poner en peligro la Iglesia Católica alemana, o existía ahí también identificación con el antisemitismo en el grado con el que lo ejercía entonces el III Reich?

Saludos
Espérame y yo volveré, pero espérame mucho
Espérame cuando las tristes lluvias lleguen, y cuando el calor llegue no dejes de esperar
Espérame y yo volveré para que la muerte rabie
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Es que sencillamente me esperaste como nunca nadie me esperó
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Re: El mayor enemigo nazi: Pío XI

Mensaje por José Luis » Vie Nov 25, 2011 4:28 pm

¡Hola a todos!
Grossman escribió: Me ha quedado una duda (que temo es de difícil respuesta) respecto a los motivos de esa camarilla que conspiró contra Pío XI: ¿era únicamente por considerar que los judíos no valían el precio de poner en peligro la Iglesia Católica alemana, o existía ahí también identificación con el antisemitismo en el grado con el que lo ejercía entonces el III Reich?
En general no, no existía ninguna identificación con el antisemitismo racial nazi. Sí existía un reconocido anti-judaísmo religioso, pero que no jugó el papel determinante para esa "política de apaciguamiento" que defendían los Pacelli, Orsenigo, Falhauber y muchos otros encumbrados de la Iglesia. En todo caso, ese anti-judaísmo secular y, en algunos casos muy concretos, cierto antisemitismo racial, ayudaron a paliar ante sí mismos la crudeza (no denunciar públicamente las desgracias de los judíos) de su postura, que a mi juicio vino fundamentalmente motivada por la preservación y mantenimiento de los intereses de la Iglesia Católica, especialmente en Alemania. Con el fracaso final de los intentos vaticanos de preservar de alguna forma, ya oficial o clandestinamente, la jerarquía eclesiástica en la Unión Soviética, su pavor, casi patológico en algunos de sus principales, del comunismo y el auge del fascismo, la Santa Sede tenía una papeleta terriblemente delicada con Hitler (y después con Mussolini) a la hora de equilibrar su política mundana con los fundamentos doctrinales de su fe. Los miembros de esa conspiración vaticana, ante ese imposible equilibrio, se decantaron finalmente por los asuntos terrenales por encima de la fe, al contrario de lo que finalmente decidieron Pío XI y los von Preysing, von Galen y cía. La muerte de Pío XI abrió las puertas a la supremacía de la diplomacia en detrimento de los fundamentos morales y doctrinales de la Iglesia Católica, y con ello, para muchos que pensamos así, a la pérdida de la autoridad moral de la Santa Sede, el gran activo que había dejado Pío XI, en los años que siguieron.

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El mayor enemigo nazi: Pío XI

Mensaje por José Luis » Vie Nov 25, 2011 6:30 pm

¡Hola a todos!

En el enlace que sigue se describe la búsqueda de los borradores de la encíclica Humani Generis Unitas por Georges Passelecq y Bernard Suchecky (el capítulo uno de su libro citado arriba en las notas):
http://www.washingtonpost.com/wp-srv/st ... piusxi.htm" onclick="window.open(this.href);return false;

Y en el que sigue está una sección del borrador de la encíclica extraída del libro de los anteriores:
http://www.bc.edu/dam/files/research_si ... unitas.htm" onclick="window.open(this.href);return false;

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Re: El mayor enemigo nazi: Pío XI

Mensaje por Pierre Le Gloan » Vie Nov 25, 2011 10:12 pm

Bonjour,

Merci beaucoup por su post, interesantísimo Monsieur Jose Luis. Me ha emocionado la carta de Edith Stein que ya en ¡abril de 1933! avisaba de la deriva terrible del régimen nazi hacia los judios.

À bientôt

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Re: El mayor enemigo nazi: Pío XI

Mensaje por José Luis » Sab Nov 26, 2011 12:19 pm

¡Hola a todos!
Pierre Le Gloan escribió: Me ha emocionado la carta de Edith Stein que ya en ¡abril de 1933! avisaba de la deriva terrible del régimen nazi hacia los judios.
¡Pobre! Murió asesinada en Auschwitz el 9 de agosto de 1942 sin poder escuchar de Pío XII la condena del nazismo que había solicitado, con notable clarividencia, a Pío XI en 1933. Para quien no lo sepa, y aunque sólo sea como breve tributo en este hilo, Edith Stein, hoy santa Teresa Benedicta de la Cruz, fue beatificada por el papa Juan Pablo II en Colonia el 1 de mayo de 1987 y canonizada por el mismo papa en Roma el 11 de octubre de 1998. Finalmente, JPII la nombró copatrona de Europa el 1 de octubre de 1999.

Había nacido el 12 de octubre de 1891 en Breslau, la undécima hija de un matrimonio judío, aunque ella abandonaría la fe judía en 1905. Durante 1911-1913 estudió Germanística, Historia y Filosofía en Breslau, y durante los tres años siguientes en Göttingen para el doctorado, sirviendo como enfermera de la CR en 1915 en el hospital militar de Mährisch-Weisskirchen. En 1915-16 fue profesora en la Escuela Victoria de Breslau, y el 3 de agosto de 1916 se doctoró en filosofía en Friburgo con Edmund Husserl, con quien srivió como su ayudante en Friburgo durante 1916-18.

Tras la guerra y hasta 1921 se dedicó a la actividad científica privada en Breslau al tiempo que preparaba el trabajo de habilitación académica. En el verano de 1921 decidió convertirse al catolicismo tras leer a santa Teresa de Ávila, bautizándose el 1 de enero de 1922 en Bergzabern (Palatinado). De 1923 a 1931 fue profesora de bachillerato y de la escuela de magisterio de las Dominicas de Santa Magdalena de Espira, y en 1932-33 profesora de filosofía en el Instituto de Pedagogía Científica de Münster. En abril de 1933 cesa su actividad docente en Münster como consecuencia de la política racial nazi, y el 14 de octubre ingresa en el carmelo de Colonia. El 15 de abril de 1934 toma los hábitos y el 21 de abril de 1935 hace la primera profesión de votos, con la de votos perpetuos el 21 de abril de 1938; el 31 de diciembre de ese año se va al carmelo Echt (Países Bajos).

El 2 de agosto de 1942 fue detenida por la Gestapo en Echt y deportada a Auschwitz donde fue asesinada el 9 de agosto de 1942.

Datos recogidos de Viki Ranff, Edith Stein: En busca de la verdad (Madrid: Ediciones Palabra, S. A., 2005), con traducción del alemán a cargo de Vicente Ayuso.

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El mayor enemigo nazi: Pío XI

Mensaje por José Luis » Sab Nov 26, 2011 12:32 pm

Por cierto, la carta que Edith envió a Pío XI formó parte de la documentación que liberó JPII en 2003 con respecto al pontificado de Pío XI. El siguiente enlace trae el texto completo traducido del original alemán al inglés por una sobrina de Edith, Suzanne Batzdorff:
http://www.baltimorecarmel.org/saints/S ... 20pope.htm" onclick="window.open(this.href);return false;

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El mayor enemigo nazi: Pío XI

Mensaje por fermat » Dom Nov 27, 2011 8:51 pm

Creo que de las intervenciones anteriores , especialmente de las debidas al compañero José Luis, es fácil deducir que la postura de Pío XI ante el nazismo fue evolucionando con los años, y con la constatación de los actos del gobierno nazi, desde una postura más conciliadora y de búsqueda de puntos de consenso, a una postura más crítica y más cercana al enfrentamiento.
Se ha puesto aquí como ejemplo de esta última posición el encargo de la famosa Encíclica Oculta en la que se condenaría de forma clara y sin paliativos el racismo y el antisemitismo nazis. No cabe duda de que dicho proyecto de encíclica es; o mejor dicho, habría sido, un paso en la buena dirección. Sin embargo tampoco creo que haya que mitificarla.
El documento en cuestión fue descubierto por investigadores belgas en torno a 1995. Hasta entonces siempre se había esgrimido como prueba de la denuncia del régimen nazi por parte de la Iglesia Católica, la encíclica Mit brennender sorge de 1937. La mera existencia de este proyecto de encíclica demuestra, a mi entender, que incluso en el seno de la jerarquía católica se consideraba que Mit brennender sorge no cuestionaba la ideología nazi como tal. En mi opinión dicha encíclica solo se limita a denunciar las violaciones del Concordato que el gobierno nazi estaba llevando a cabo.
El caso es que esta Encíclica Oculta que nunca pudo ver la luz debido a la muerte de Pío XI, se ha querido ver como un decidido intento de la Iglesia Católica de plantar cara al nazismo. Yo creo que el asunto no es ni tan claro ni tan sencillo. Trataré de explicarme.
No he podido leer el texto completo de la Encíclica Oculta, por lo que para lo que sigue me he basado en el texto disponible en el enlace que tan amablemente nos ha facilitado el compañero José Luis. Si alguién dispone de la versión completa, y especialmente si algún fragmento no incluido en el enlace citado contradice lo que voy a exponer, agradecería que la compartiera.
En primer lugar creo que el texto adolece de un defecto fundamental: en toda la encíclica no se menciona ni una sola vez ni el régimen nazi, ni la ideología nacionalsocialista, ni el gobierno alemán, ni nada que nos indique, con claridad y sin tapujos, de quién se está hablando. Se puede argumentar que esto no es necesario ya que de la lectura del texto se puede deducir a quien se está refiriendo. En mi opinión, incluso aunque se pueda deducir, es necesaria la mención explícita. Si no se hace dicha mención podría parecer que estamos hablando del antisemitismo desde un punto de vista genérico, ideológico; y no de un fenómeno que en aquellos momentos se manifestaba con especial crudeza en un lugar y bajo un régimen muy concretos. En segundo lugar creo que la mención explícita es necesaria porque en el caso de la Alemania Nazi, el antisemitismo se convirtió en elemento central de la política del gobierno; con lo que toda la estructura burocrática y de represión de un estado moderno (con todo lo que eso significa) se puso al servicio de la discriminación antisemita. Nada de esto se refleja en el texto de la Encíclica Oculta. Curiosamente, en una encíclica anterior del mismo Papa, Divini Redemptoris, en la que se condena el comunismo ateo; la mención explícita al comunismo aparece unas 60 veces, y también se mencionan explícitamente, en varias ocasiones, a Rusia, México y España como paises en los que el comunismo ateo ha desencadenado ataques a la Iglesia, etc. ¿Por qué en este segundo caso no hubo tapujos, ni sobreentendidos; sino que se dijeron las cosas claras y sin insinuaciones? ¿Por qué en este segundo caso si se consideró importante mencionar con claridad la ideología y los paises a los que se criticaba; y en el caso del nazismo bastaba con darlo a entender?

En segundo lugar me parece desafortunado que en una encíclica en la que se pretende condenar el antisemitismo, se justifique, sin embargo, el antijudaismo de la Iglesia Católica. Así podemos leer:

133. But however unjust and pitiless, this campaign against the Jews has at least this advantage, if one can put it so, over racial strife, that it recalls the true nature, the authentic basis of the social separation of the Jews from the rest of humanity. This basis is directly religious in character. Essentially, the so-called Jewish question is not one of race, or nation, or territorial nationality, or citizenship in the state. It is a question of religion and, since the coming of Christ, a question of Christianity.

Es decir que si que existe un "problema judío" pero es de naturaleza religiosa y no racial. Según esto parece que los nazis se han equivocado al identificar la naturaleza del "problema", pero no al detectar el "problema" en sí mismo. Insisto, desafortunado.

Y un poco más adelante:

142. The lofty concept the Church has forever held relative to the vocation of the Jewish people as seen from their past history, and her ardent hopes for their eventual salvation in the future, do not blind her to the spiritual dangers to which contact with Jews can expose souls, or make her unaware of the need to safeguard her children against spiritual contagion.

Es decir que el contacto con judíos puede conllevar "peligros espirituales" y los niños deben ser protegidos de "contagio espiritual". Con manifestaciones como estas, es bastante improbable que se pueda instalar en el pensamiento de los católicos la absoluta inmoralidad del antisemitismo. Cualquier resistencia a medidas antisemitas concretas habrá de ser, como en efecto fue, bastante tenue.

Y en tercer lugar, pero no menos importante:

148. To this challenge the answer of the Church is unequivocal and unchanging. Her answer is determined by no earthly policy but rather by her fidelity to the truths bequeathed to her custody by her Divine Founder, and preserved in their original purity in her bosom by the personal assistance of the Holy Spirit: truths that reveal what human reason of itself can never attain, while they reaffirm and perfect the knowledge of those truths which man's reason, devoid of passion and self-interest, can hope to reach of its own accord. Her concern is not with political victories and triumphs, not with the alignments of states and the devices of politicians; hence she is in no wise concerned with the problems concerning the Jewish people that lie within those purely profane spheres. Thoroughly aware that the great diversity of circumstances in which Jews of different countries find themselves gives rise to very different problems in the practical order, the Church leaves to the powers concerned the solution of these problems. (La negrita es mía).

Es decir que la Iglesia no estaba por la labor de comprometerse de forma activa con los problemas que puedan encontrar los judíos en los diferentes paises en que vivían. Y, por tanto, dejan a las autoridades correspondientes la solución de tales problemas. ¿Que quiere decir esto? ¿Que la solución de los problemas de los judíos alemanes, por decir un país concreto, debía venir del gobierno nazi?... Por favor si alguién lo entiende de otro modo que me lo explique.
En todo caso este párrafo me parece especialmente significativo porque anticipa lo que después ocurrió bajo el papado de Pío XII; cuando la Iglesia Católica, como institución, guardo silencio ante la deportación y el genocidio.

El proyecto de encíclica también incluye la consabida mención a los judíos como pueblo maldito:

Moreover, by a mysterious Providence of God, this unhappy people, destroyers of their own nation, whose misguided leaders had called down upon their own heads a Divine malediction, doomed, as it were, to perpetually wander over the face of the earth, were nonetheless never allowed to perish, but have been preserved through the ages into our own time. No natural reason appears to be forthcoming to explain this age-long persistence, this indestructible coherence of the Jewish people.

Y no faltan algunas medias verdades:

Save for its systematic cruelty, this struggle is no different in true motives and methods from persecutions everywhere carried out against the Jews since antiquity. These persecutions have been censured by the Holy See on more than one occasion, but especially when they have worn the mantle of Christianity.

Esas persecuciones contra los judíos llevadas a cabo desde la antigüedad no solo no fueron, en muchas ocasiones condenadas por la Iglesia, sino que muchas veces fue su impulsora. A título de ejemplo unas pocas medidas extraidas del derecho canónico desde "la antigüedad":
- Prohibición de matrimonios mixtos y relaciones sexuales entre judíos y católicos. Sínodo de Elvira, año 306.
- No se permite a los judíos ocupar cargos públicos. Sínodo de Clermont, año 535.
- No se permite a los judíos emplear sirvientes ni poseer esclavos cristianos. Tercer Sínodo de Orleáns, año 538.
- Se prohibe a los cristianos acudir a médicos judíos. Sínodo Trullano, año 692.
- Se prohibe a los cristianos convivir con los judíos en casa de estos. Sínodo de Narbona 1050.
- Marcado de las ropas judías con una insignia. Cuarto Concilio de Letrán, año 1179.
- Establecimiento de guetos obligatorios. Sínodo de Breslau, año 1267.
- Se prohibe a los judíos obtener títulos académicos. Concilio de Basilea, año 1434.

Y no olvidemos que los Estados Pontificios mantuvieron el gueto de Roma hasta 1870, cuando fueron derrotados por el ejército realista italiano. Dentro del gueto estaba prohibido el comercio de libros o productos industriales, la educación superior, las profesiones de abogado, boticario, arquitecto, y notario. Los médicos judíos solo podían atender a pacientes judíos, y ningún judío podía ocupar un cargo oficial.

En resumen, y volviendo al tema de Pío XI que es el de este hilo; decir que su Encíclica Oculta fue sin duda un paso acertado pero que se quedo muy corto por los motivos antes expuestos. También conviene recordar que un proyecto de encíclica, no es una encíclica; no representa aún la voluntad del Papa. Si Pío XI hubiera vivido más tiempo es posible que hubiera cambiado sustancialmente el texto que conocemos. Puede que lo endureciese, o tal vez podría haberlo suavizado; ante eso solo podemos especular.
Pero con la información que tenemos no creo que sea posible concluir lo que se expresa en el título de este hilo. Para ser merecedor del honroso título de "Mayor enemigo nazi" creo que es necesario haber hecho más de lo que hizo Pío XI. Mucho más.
Nunca se hace el mal tan plena y alegremente como cuando se hace por motivos de conciencia (B. Pascal)

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El mayor enemigo nazi: Pío XI

Mensaje por José Luis » Dom Nov 27, 2011 10:37 pm

¡Hola a todos!

Tres comentarios sobre lo expresado por el compañero fermat.

1) Como indica al final de su repaso al borrador de la encíclica, ha de tenerse en cuenta que era eso, un borrador; el papa debía evaluarlo y no podemos saber qué cambios realizaría, ni en qué dirección y tono. Sin embargo, que el borrador no hiciese mención al régimen nazi (o al fascista de Mussolini) no me parece demasiado relevante, toda vez que condenando el antisemitismo como contrario a la fe y doctrina de la Iglesia se condenaba, aunque fuese indirectamente, la política racial del régimen nazi ( y del fascista). Pío XI ya condenó en la encíclica de 1931 (Quadragesimo Anno) al entonces imperialismo financiero (tan de moda hoy por otro nombre) sin necesidad de recurrir a ningún régimen político, gobierno o país en concreto. Precisamente, lo que encargó a LaFarge fue una condena del racismo y del antisemitismo, no una condena del régimen nazi, aunque era notorio que esa condena estaba inspirada por las políticas raciales de Hitler y Mussolini. En mi caso personal, yo también hubiera preferido que Ratti encargase una denuncia concreta del régimen nazi y de sus políticas criminales y anti-cristianas, pero soy consciente de la realpolitik del Vaticano y de lo que estaba en juego en 1938. Si no fuera consciente de esa realidad, siempre secular, me sería muy fácil condenar a la jerarquía de la Iglesia Católica por posicionarse, sistemáticamente en la historia, del lado de los opresores, ella misma opresora. Pero intento situarme en las realidades y las posibilidades prácticas de Pío XI en el contexto histórico que vivió, dejando las utopías al margen.

Pero más allá de la universalidad y autoridad de una encíclica papal, que era lo que pretendía la encíclica frustrada, Pío XI condenó verbalmente el antisemitismo de los regímenes nazi y fascista, tal como escribe Coppa reconocieron en el momento de su muerte los líderes de la comunidad judía francesa "que prometieron no olvidar jamás el coraje con el que este papa defendió a todas las víctimas de la persecución independientemente de su raza o religión". Y de forma similar se expresó Bernard Joseph de la Oficina Judía, quien prometió que la noble campaña de este papa "le aseguraría....un afectuoso lugar en la memoria del pueblo judío".

Desde el inicio de su pontificado, Pío XI no dejó de denunciar el racismo, rechazando el reconocimiento de cualquier relación entre la discriminación de los judíos en base a lo que creían o no creían y quienes eran. En 1926 condenó la racista Acción Francesa de Marraus; en 1928, si bien es cierto que llevado del anti-judaísmo religioso imperante en la Curia disolvió a los Amigos de Israel, hizo una clara y rotunda condena del antisemitismo. Cuando Hitler envió a Göring a hablar con el papa en 1931, Pío XI no lo recibió y prohibió a Pacelli que lo hiciera. Cuando los nazis publicaron sus leyes de esterilización, la Civilta Cattolica condenó el racismo nazi, mientras que desde la Sociedad Pontificia para la preservación de la fe se comunicó que el antisemitismo estaba prohibido para los católicos.

Fue precisamente esta oposición verbal de Pío XI a la política antisemita nazi la que movió a actuar a obispos y cardenales que temían una ruptura con el régimen nazi y la abolición del concordato. Pero Pío XI siguió con su postura, cada vez más radical. En mayo de 1937 rechazó censurar al cardenal George William Mundelein, de Chicago, por sus insultos a Hitler como "a poor paper-hanger". Al contrario, lo alabó. A finales de ese año, fruto de esa evolución, Pío XI había dejado de considerar el comunismo como su mayor preocupación, que ya era el nazismo. Al año siguiente condenó el ultranacionalismo y el antisemitismo propagado por el régimen nazi. En abril, la Sagrada Congregación de Seminarios, de la que Pío XI era el Prefecto, condenó el pernicioso racismo propugnado por el régimen nazi. La prensa católica consideró esa condena como una encíclica virtual contra el racismo. El 6 de septiembre de 1938, Pío Xi dijo a un grupo de visitantes belgas "No, no es posible para los cristianos participar en el antisemitismo". "Espiritualmente, nosotros somos semitas". "Hablaré, no tendré miedo", dijo en octubre. (Todos estos ejemplos recogidos del artículo de Coppa, The “Crusade” of Pius XI Against Anti-Semitism and the “Silence” of Pius XII, ya mencionado).

2) El título del hilo, Evidentemente me tomé cierta licencia con la intención de que los posibles lectores se interesaran por él. Si tuviera que nombrar al mayor enemigo de Hitler no miraría al Vaticano, sino que señalaría, como hizo el propio Hitler, al General Kurt von Hammerstein-Equord.

Sin embargo, y en base a lo que yo conozco, no albergo duda alguna que dentro de la jerarquía de la Iglesia Católica, dentro y fuera de Alemania, dentro y fuera de la Santa Sede, el mayor enemigo del nazismo, especialmente de su política racial, fue Pío XI. Michael Phayer, en su The Catholic Church and the Holocaust, p. xv, plantea y contesta unas preguntas que suscribo plenamente:

Would the history of the Catholic church and the Holocaust have been different had Pius XI lived five more years? Yes. Pius XI was quicktempered, and he had become deeply concerned about fascist racism late in his life. Would church history read differently if Angelo Roncalli had been elected pope in 1939 instead of 1959? Again, yes. Roncalli involved himself directly in saving Jews, even if that meant their passage to Palestine, the Holy Land. Would either Roncalli or Pius XI have been able to prevent the Holocaust? No. The church had no power over Hitler.

3) Finalmente, lo más importante de este hilo, sobre todo para quienes deseen profundizarlo en la bibliografía que se cita y otra no citada, es constatar la notable diferencia que, con respecto a la persecución de los judíos, tuvo la política seguida por Pío XI, especialmente en los últimos tres años de su pontificado, que se decantó hacia la confrontación, con la política escogida por su sucesor Pío XII, que fue de "apaciguamiento" y "silencio", más increíble todavía cuando la desgracia judía que le tocó contemplar no tenía comparación -en su escala, horror y víctimas- con la que vio Pío XI. Por no decir que ni siquiera después de la guerra condenó Pío XII el nazismo o el Holocausto. Es en este contexto histórico (1933-1950s) donde adquiere toda su relevancia la actitud final de Pío XI con el antisemitismo.

Y dicho todo lo cual, quiero afirmar una última cuestión, que aunque debiera ser obvia, no me resisto a subrayar. Ni la Iglesia Católica ni los papas fueron los causantes de los abusos y matanzas de los judíos de Europa. Que no se olvide al enjuiciar su papel en esta historia.

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sino como un hombre
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fermat
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El mayor enemigo nazi: Pío XI

Mensaje por fermat » Lun Nov 28, 2011 8:09 am

José Luis escribió:Sin embargo, que el borrador no hiciese mención al régimen nazi (o al fascista de Mussolini) no me parece demasiado relevante, toda vez que condenando el antisemitismo como contrario a la fe y doctrina de la Iglesia se condenaba, aunque fuese indirectamente, la política racial del régimen nazi ( y del fascista).
Exacto. La condena sería, a lo sumo, indirecta que es casi lo contrario de clara y sin tapujos. Y es, desde luego, mucho menos de lo que la situación demandaba, y mucho menos de lo que cabría esperar del "mayor enemigo nazi".
José Luis escribió:Pío XI ya condenó en la encíclica de 1931 (Quadragesimo Anno) al entonces imperialismo financiero (tan de moda hoy por otro nombre) sin necesidad de recurrir a ningún régimen político, gobierno o país en concreto.
En Quadragesimo Anno se hablaba del orden social de forma genérica; y se menciona de forma explícita para condenarlos, tanto al capitalismo como al socialismo y al comunismo. ¿Acaso no se trata de regímenes económicos y políticos? Ojalá que en su Encíclica Oculta hubiera sido igual de claro, nombrando explícitamente al nazismo. La referencia a paises concretos es menos relevante en este caso ya que se trataría de condenar el antisemitismo nazi, no el antisemitismo alemán. Pero se ve que Pío XI no consideró necesario nombrar al nazismo. Y ojalá que de haberlo nombrado lo hubiera hecho en los mismos términos inequivocamente condenatorios que usó en Quadragesimo Anno para referirse al socialismo, Pongo un ejemplo:

Socialista y católico son términos contradictorios

120. Aun cuando el socialismo, como todos los errores, tiene en sí algo de verdadero (cosa que jamás han negado los Sumos Pontífices), se funda sobre una doctrina de la sociedad humana propia suya, opuesta al verdadero cristianismo. Socialismo religioso, socialismo cristiano, implican términos contradictorios: nadie puede ser a la vez buen católico y verdadero socialista.
(La negrita es mía).

No se encontrará una referencia equivalente al nazismo ni en la Encíclica Oculta ni en ninguna otra de la época.
Y para términar este apartado vuelvo a recordar la encíclica Divini Redemptoris que mencioné en mi anterior intervención; y en la que la condena al comunismo también se hace de forma clara explícita. Se ve que las alusiones y las condenas indirectas solo eran necesarias cuando se trataba del nazismo, no en los demás casos.
José Luis escribió:Precisamente, lo que encargó a LaFarge fue una condena del racismo y del antisemitismo, no una condena del régimen nazi, aunque era notorio que esa condena estaba inspirada por las políticas raciales de Hitler y Mussolini.
Pues no es eso lo que has venido diciendo hasta ahora.
José Luis escribió: [...] la última esperanza de millones de fieles católicos de escuchar del Vicario de Cristo una condena pública del antisemitismo nazi. De hecho, la condena ya estaba redactada como borrador de una encíclica que había encargado con cierto secreto Pío XI en junio de 1938, pero que sólo había recibido, con toda probabilidad producto de una conspiración, veinte días antes de su muerte.
José Luis escribió:A partir de la firma del concordato, los incumplimientos y violaciones nazis del mismo, y la promulgación de las leyes raciales alemanas de Nuremberg en 1935, Pío XI experimentó un proceso de transformación que lo llevó a la determinación final en 1938 de condenar públicamente por primera vez en su pontificado el antisemitismo nazi, [...]
José Luis escribió:El día del encuentro en Castelgaldonfo, 22 de junio de 1938, Pío XI encargó a La Farge la tarea de escribir una encíclica condenando el racismo y la violación de los derechos humanos por el régimen nazi**.
Hasta en tres ocasiones has escrito que la encíclica oculta tenía por objeto condenar el antisemitismo nazi, no el antisemitismo de forma genérica. Pero claro, resulta extraño que en un documento en el que se condenar publicamente el antisemitismo nazi, no se mencione ni una sola vez la palabra nazi. ¿Como se puede condenar algo sin nombrarlo? ¿Por qué esa diferencia de actitud cuando se trata de condenar al comunismo? ¿Tanto cuesta reconocer que la jerarquía católica de la época, Pío XI incluido, cometió el grave error de menospreciar el peligro del nazismo, en comparación con el del comunismo?
José Luis escribió:Pero intento situarme en las realidades y las posibilidades prácticas de Pío XI en el contexto histórico que vivió, dejando las utopías al margen.
Si nombrar claramente en una encíclica, al nazismo como fuerza impulsora del peor y más peligroso tipo de antisemitismo, que por entonces existía; estaba fuera de las posibilidades prácticas de Pío XI... apaga y vámonos. Sin embargo nombrar explícitamente en otros documentos equivalentes a otros regímenes e ideologías políticos y económicos, no estaba fuera de sus posibilidades prácticas. Me pregunto cual es la diferencia.
José Luis escribió:"Hablaré, no tendré miedo", dijo en octubre.
Pues ¿que mejor sitio para hablar con claridad y sin miedo que una Encíclica?
José Luis escribió:3) Finalmente, lo más importante de este hilo, sobre todo para quienes deseen profundizarlo en la bibliografía que se cita y otra no citada, es constatar la notable diferencia que, con respecto a la persecución de los judíos, tuvo la política seguida por Pío XI, especialmente en los últimos tres años de su pontificado, que se decantó hacia la confrontación, con la política escogida por su sucesor Pío XII, que fue de "apaciguamiento" y "silencio", más increíble todavía cuando la desgracia judía que le tocó contemplar no tenía comparación -en su escala, horror y víctimas- con la que vio Pío XI. Por no decir que ni siquiera después de la guerra condenó Pío XII el nazismo o el Holocausto. Es en este contexto histórico (1933-1950s) donde adquiere toda su relevancia la actitud final de Pío XI con el antisemitismo.
Si la vara de medir la oposición al antisemitismo nazi es la actitud de Pío XII, apañados estamos. En comparación con él casí cualquier persona sale beneficiada, y por supuesto Pío XI también. Pero que su actitud fuera mejor que la de su sucesor Pío XII, no hace la de Pío XI buena e intachable.
José Luis escribió:Y dicho todo lo cual, quiero afirmar una última cuestión, que aunque debiera ser obvia, no me resisto a subrayar. Ni la Iglesia Católica ni los papas fueron los causantes de los abusos y matanzas de los judíos de Europa. Que no se olvide al enjuiciar su papel en esta historia.
Estoy de acuerdo, esto no hace falta ni decirlo. Y no creo que nadie en este hilo lo haya siquiera insinuado, yo desde luego no. No desviemos la atención hacia aspectos que no tienen nada que ver con lo que se trata aquí.
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El mayor enemigo nazi: Pío XI

Mensaje por José Luis » Lun Nov 28, 2011 10:22 am

¡Hola a todos!
fermat escribió:
José Luis escribió:Sin embargo, que el borrador no hiciese mención al régimen nazi (o al fascista de Mussolini) no me parece demasiado relevante, toda vez que condenando el antisemitismo como contrario a la fe y doctrina de la Iglesia se condenaba, aunque fuese indirectamente, la política racial del régimen nazi ( y del fascista).
Exacto. La condena sería, a lo sumo, indirecta que es casi lo contrario de clara y sin tapujos. Y es, desde luego, mucho menos de lo que la situación demandaba, y mucho menos de lo que cabría esperar del "mayor enemigo nazi".
Veamos. Primero se trata de un borrador, como ya dije; y segundo, aunque no se mente el nazismo en él, las alusiones son más que evidentes:

131. (…) resulta claro que la lucha por la pureza racial acaba por ser únicamente la lucha contra los judíos. Salvo por su crueldad sistemática, esta lucha no es diferente en los verdaderos motivos y métodos de las persecuciones por todas partes llevadas a cabo contra los judíos desde la antigüedad. Estas persecuciones han sido censuradas por la Santa Sede en más de una ocasión....132. [La actual persecución de los judíos] Como resultado de tal persecución, millones de personas han sido privadas de los más elementales derechos y privilegios de ciudadanos en la misma tierra de su nacimiento. Negados de la protección legal contra la violencia y el robo, expuestos a toda forma de insulto y degradación pública, personas inocentes son tratadas como criminales, pese a que han obedecido escrupulosamente la ley de su tierra natal. Incluso los que en época de guerra lucharon con valentía por el país son tratados como traidores, y los hijos de los que entregaron sus vidas en defensa de su país son marcados como forajidos por el propio hecho de su parentesco...En el caso de los judíos, esta flagrante negación de derechos humanos envía a muchos miles de personas indefensas por sobre la faz de la tierra sin ningún recurso. Vagando de frontera en frontera, son una carga para la humanidad y para ellos mismos.

Si no se quiere ver en lo anterior una clara e inequívoca referencia a lo que estaba sucediendo con los judíos en Alemania, no diré como tú “apaga y vámonos”, pero me conformo con afirmar que se niega la evidencia.
fermat escribió:
José Luis escribió:Pío XI ya condenó en la encíclica de 1931 (Quadragesimo Anno) al entonces imperialismo financiero (tan de moda hoy por otro nombre) sin necesidad de recurrir a ningún régimen político, gobierno o país en concreto.
En Quadragesimo Anno se hablaba del orden social de forma genérica; y se menciona de forma explícita para condenarlos, tanto al capitalismo como al socialismo y al comunismo.
En esa encíclica no se condena jamás el “capìtalismo”; ni siquiera aparece ese término. Solo se menta “capital” en relación al trabajo, en varias ocasiones, y una sola vez “régimen 'capitalista'”. Otra cosa es el “liberalismo”, “nacionalismo”, “individualismo”, “imperialismo económico”, “intercionalismo” o “imperialismo” [internacional del dinero].

fermat escribió: Pero se ve que Pío XI no consideró necesario nombrar al nazismo.
Pío XI no. LaFarge. De Pío XI no sabemos ni podemos saber cómo trataría este asunto en esa encíclica frustrada.
fermat escribió:
José Luis escribió:Precisamente, lo que encargó a LaFarge fue una condena del racismo y del antisemitismo, no una condena del régimen nazi, aunque era notorio que esa condena estaba inspirada por las políticas raciales de Hitler y Mussolini.
Pues no es eso lo que has venido diciendo hasta ahora.
Cierto. Dije y digo que le encargó una condena del antisemitismo nazi (y fascista), no la condena de esos regímenes políticos. En cuanto a que en el borrador no apareciera el término nazi (o fascista), me remito a lo que he dicho más arriba.


fermat escribió:
José Luis escribió:Pero intento situarme en las realidades y las posibilidades prácticas de Pío XI en el contexto histórico que vivió, dejando las utopías al margen.
Si nombrar claramente en una encíclica, al nazismo como fuerza impulsora del peor y más peligroso tipo de antisemitismo, que por entonces existía; estaba fuera de las posibilidades prácticas de Pío XI... apaga y vámonos. Sin embargo nombrar explícitamente en otros documentos equivalentes a otros regímenes e ideologías políticos y económicos, no estaba fuera de sus posibilidades prácticas. Me pregunto cual es la diferencia.
Pues la diferencia entre condenar un régimen político determinado y una de sus políticas determinadas. Pío XI, en principio, no tenía por qué condenar el nazismo, con cuyo régimen la Santa Sede había concluido un concordato. Le bastaba con condenar el antisemitismo de la política racial nazi (y fascista). Lo hizo en varias ocasiones de palabra, y el borrador de la encíclica introducía una clara y rotunda condena del antisemitismo, que sin nombrar a los nazis o el nazismo, era evidente a qué régimen se refería.
fermat escribió: Si la vara de medir la oposición al antisemitismo nazi es la actitud de Pío XII, apañados estamos. En comparación con él casí cualquier persona sale beneficiada, y por supuesto Pío XI también. Pero que su actitud fuera mejor que la de su sucesor Pío XII, no hace la de Pío XI buena e intachable.
En mi opinión, parece evidente que para enjuiciar la actitud de Pío XI ante el nazismo, especialmente su antisemitismo, en un marco de referencia papal, no hay otro papa con quien hacerlo más que con su sucesor. Por otra parte, yo no he calificado esa actitud de Pío XI como “buena e intachable”. He resumido y subrayado sus pasos ante el antisemitismo nazi, su evolución y, finalmente en mi última intervención, la notable diferencia con Pío XII.
fermat escribió:
José Luis escribió:Y dicho todo lo cual, quiero afirmar una última cuestión, que aunque debiera ser obvia, no me resisto a subrayar. Ni la Iglesia Católica ni los papas fueron los causantes de los abusos y matanzas de los judíos de Europa. Que no se olvide al enjuiciar su papel en esta historia.
Estoy de acuerdo, esto no hace falta ni decirlo. Y no creo que nadie en este hilo lo haya siquiera insinuado, yo desde luego no. No desviemos la atención hacia aspectos que no tienen nada que ver con lo que se trata aquí.
Yo no desvío en absoluto la atención de lo que se dice en este hilo, ni lo pretendo. Ese colofón no está motivado por ninguna intervención en el hilo sino que está dirigida a los lectores del mismo, a quienes de entre los mismos pudieran ovlidar por un momento que el causante del genocidio judío fue el régimen nazi. Te pediría, pues, que seas más comedido con tus palabras y no juzgues mis intenciones, que desconoces.

Saludos cordiales
JL
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