La última gran batalla entre portaaviones

La guerra en el Pacífico

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Fernando
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La última gran batalla entre portaaviones

Mensaje por Fernando » Sab Abr 12, 2008 4:38 pm

MAR DE FILIPINAS, 19-20 JUNIO 1944: LA ÚLTIMA GRAN BATALLA ENTRE PORTAAVIONES

A pesar de la serie de derrotas que se inició en Midway, la Marina de guerra japonesa disponía aún, en los primeros meses de 1944, de gran número de portaaviones, que podían amenazar y comprometer el avance americano hacia las Marianas. Al producirse el encuentro, los americanos, obstaculizados por la necesidad de proteger a su flota de invasión, no consiguieron hundir tantos portaaviones japoneses como en principio habían esperado. Pese a todo, una vez finalizada la batalla –el último gran encuentro “clásico” entre portaaviones- la fuerza de la Marina de guerra japonesa había quedado prácticamente destruida.[/color]

El ataque y liberación de las islas Gilbert, en noviembre de 1943, y la de los principales atolones de las islas Marshall, en febrero de 1944, fueron los movimientos preliminares de un avance a través del Pacífico central que apuntaba directamente al corazón del sistema defensivo japonés. Una acción secundaria de la operación, que culminó con la conquista de Eniwetok, la más occidental de las islas Marshall, fue la serie de violentos ataques que, durante dos días, llevaron a cabo los portaaviones de la 5ª Escuadra del almirante Spruance contra la base naval de Truk, en las Carolinas. Estas incursiones habían demostrado que Truk ya no era defendible y los japoneses se vieron obligados a retirar su flota, primero a las Palau y más tarde, al ser atacada también esta base, a Singapur.
La operación contra las Marianas estaba prevista para junio de 1944: una fuerza de ataque septentrional, al mando del vicealmirante Richmond Turner, se reuniría en las Hawai para transportar a los 71.000 hombres que llevarían a cabo el ataque contra Saipan, en tanto una fuerza de ataque meridional, a las órdenes del contraalmirante R. L. Conolly, atacaría Guam con 56.000 hombres, partiendo de Guadalcanal y Tulagi.
Para hacer frente al ataque americano contra las Marianas o las Palau, el comandante en jefe japonés, almirante Soemu Toyoda (que el 31 de marzo había ocupado el puesto del almirante Koga), preparó un plan realmente complicado: la Operación “A”, cuya finalidad era provocar “una batalla decisiva con el empleo de todas las fuerzas disponibles… en una circunstancia favorable”. Uno de los puntos principales de este plan era el intento de “atraer a la formación naval enemiga” hasta una de las zonas de batalla elegidas (las Palau o las Carolinas occidentales). Se eligieron estas zonas porque se hallaban dentro del radio de acción del mayor número posible bases aéreas insulares, desde las cuales podrían acudir las fuerzas aéreas japonesas y participar en la batalla a fin de compensar la superioridad americana en portaaviones.
Una formación especial de la Escuadra japonesa avanzaría, sin ocultar en absoluto sus movimientos, hacia una de las zonas elegidas, “a fin de atraer al enemigo”. Luego, el grueso de las fuerzas navales niponas (o “1ª Escuadra móvil”), zarpando de Tawitawi, en el archipiélago de las Sulu, al mando del vicealmirante Jisaburo Ozawa (concentrado en aquel sector desde mediados de mayo), se dirigiría directamente a la zona este de las Filipinas sin dejar rastro. “Esperamos conseguir así que el enemigo se apresure a atacarnos, basándose en una valoración errónea acerca de nuestra efectiva potencia aérea”.
Resulta difícil creer que, desde sus respectivos puestos de mando en el Japón, Ozawa y Toyoda pudieran confiar en un plan semejante. Por lo tanto, será mejor considerarlo, simplemente, como un intento, por parte de los japoneses, que todavía se hallaban en condiciones de poder tomar iniciativas.
Mientras tanto, gran número de aviones (hasta un total de casi 1.700) habían sido concentrados en las bases de Singapur, Indias Orientales, Filipinas, Nueva Guinea e islas Bismarck, así como en varias bases insulares de Micronesia; todos estos aviones estaban preparados para acudir a la zona de la batalla en cuanto fuesen reclamados. Asimismo, más de 500 aparatos se hallaban desplazados en las bases de Tinian, Saipan y Guam, en las Marianas. Las fuerzas aéreas de la Marina, en el Pacífico central, incluían la 5ª Fuerza Aérea, desplazada en bases terrestres y al mando del vicealmirante K. Kukuda, que tenía su puesto de mando en Tinian. Aunque Kukuda dependía oficialmente del vicealmirante Nagumo, comandante en jefe del sector del Pacífico central, en realidad actuaba en estrecha colaboración con el almirante Ozawa, quien tenía plena confianza en las fuerzas aéreas de base en tierra para debilitar a los americanos antes de que ambas fuerzas se enfrentasen en un encuentro decisivo.

Fernando
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Mensaje por Fernando » Sab Abr 12, 2008 8:36 pm

Dos días enteros de bombardeos sobre Truk
Mientras las dos fuerzas de ataque americanas estaban reuniéndose y adiestrándose, después de las incursiones de fines de marzo destinadas a neutralizas las Palau, Yap y Woelai, la 58ª Task Force (la gran formación de portaaviones que formaba parte de la 5ª Flota del almirante Spruance) daba su apoyo directo al ataque desencadenado por el general MacArthur contra Hollandia, en Nueva Guinea. Una vez ocupada aquella zona, los portaaviones se dirigieron hacia Truk, para someterla a dos días enteros de intensos bombardeos, destruyendo casi todos los aviones japoneses que se encontraban allí.
Las fuerzas de ataque septentrional y meridional alcanzaron sus respectivas bases avanzadas de Eniwetok y Kwajalein el 8 de junio. La fecha del ataque contra Saipan estaba fijada para el 15 del mismo mes, en tanto que la del ataque a Guam se decidiría más adelante. El 11 de junio, mientras la flota de invasión, con su escolta de 7 acorazados, 12 portaaviones de escolta, 11 cruceros y 91 destructores (incluidos los de la escolta) se dirigía hacia las Marianas, la 58ª Task Force, al mando del vicealmirante Marc Mitscher, cuya insignia ondeaba en el portaaviones Lexington, había empezado a “debilitar” las defensas japonesas y a asegurarse la superioridad aérea sobre las islas mediante una incursión efectuada por 208 cazas Hellcat.
Los portaaviones de la 58ª Task Force estaban agrupados en cuatro Task Groupes (TG) autónomos, cada uno de ellos con su propia escolta de acorazados o cruceros y destructores.
- TG 58-1: Hornet (contraalmirante J. J. Clark), Yorktownm Bellaud, Wood, Bataan (265 aviones).
- TG 58-2: Bunker Hill (contraalmirante A. E. Montgomery), WASP, Monterrey, Cabot (242 aviones).
- TG 58-3: Enterprise (contraalmirante J. W. Reeves Jr.), Lexington, Princeton, San Jacinto (227 aviones).
- TG 58-4: Essex (contraalmirante W. K. Harrill), Langley, Copens (162 aviones).
Quedaban ya lejos los días en que los portaaviones (como sucedió en las batallas del mar del Coral y de las islas de Santa Cruz) actuaban aislados e independientemente unos de otros. Ahora, la eficacia operativa, de comunicaciones y, sobre todo, el sistema de utilizar cazas-guía había mejorado hasta tal punto que toda una gigantesca flota podía dirigirse como si se tratara de un solo buque.
Al día siguiente, uno de los grupos TG se dirigió hacia Guam, mientras los otros tres bombardeaban Saipan y Tinian. Más tarde, el 12 de junio, dos TG se alejaron rumbo al Norte, en un recorrido de más de 650 millas, a fin de neutralizar las islas de Chicha Jima e Iwo Jima, situadas a lo largo de la ruta que empleaban los japoneses para enviar refuerzos, y otros dos continuaron en la zona para asegurarse una total supremacía aérea. Ultimada esta fase la noche del día 13, los acorazados que acompañaban al TG 58-7 avanzaron para bombardear las defensas costeras con granadas de 406 y 356 mm. Así se eliminaba, en gran parte, uno de los elementos más esenciales del plan de batalla japonés (los 500 aviones de los aeródromos de las Marianas), si bien Kukuda no informó a Ozawa de la cantidad real de pérdidas sufridas.
Los japoneses no tardaron en comprender que estos ataques, tan prolongados y masivos, eran el preludio de algo muy distinto de las anteriores incursiones de “neutralización” lanzadas contra Truk y otras bases. El día 13, el almirante Toyoda ordenó a la Flota que estuviera preparada para dar comienzo a la Operación “A”. Y el 15, cuando la fuerza de ataque septentrional del almirante Turner alcanzaba el largo de Saipan, los comandantes en jefe nipones tomaron la decisión definitiva acerca de la zona en que debería desarrollarse la inminente batalla y ordenaron que se iniciara inmediatamente la operación.
En primer lugar, se procedió a reclamar, con la máxima urgencia, la presencia de la formación naval japonesa al mando del vicealmirante Ugaki, que comprendía los grandes acorazados Yamato y Musashi, dos cruceros pesados, un crucero ligero y tres destructores.
El plan para “atraer al enemigo a una trampa”, incluso suponiendo que se hubiera tomado realmente en serio, fue anulado. El resto de la formación naval de Ozawa, levó anclas y alcanzó el mar de Filipinas a través del estrecho de San Bernardino, dirigiéndose luego a la zona donde, el día 16, debía reunirse con las unidades de Ugaki. A bordo de todos los buques se recibió un mensaje del comandante en jefe que repetía, al pie de la letra, las palabras que el almirante Togo dirigiera a su Escuadra la víspera de la batalla de Tushima. “El destino del imperio japonés depende de esta batalla. Esperamos que todos nuestros hombres se batan hasta el último aliento”.
Pero ninguna de estas maniobras nipones –que debían efectuarse “sin dejar rastro”- escapó a la observación de los submarinos americanos. En el sector Sur, el submarino Seahorse avistó y señalizó dos grandes acorazados que, rodeados de unidades más pequeñas, navegaban a toda máquina rumbo al Norte. Fuera del estrecho de San Bernardino, la ruta de Ozawa también fue localizada por el Flying fish.
Ozawa no podría alcanzar una distancia adecuada que le permitiera desencadenar incursiones aéreas antes del día 19. Por lo tanto, Spruance disponía así de cierto margen de tiempo, durante el cual el TG 58-1 y el TG 58-4 podrían completar la neutralización de Iwo Jima y de Chicha Jima, antes de dirigirse al lugar asignado para la concentración general; esta concentración estaba prevista para el mediodía del 18 de junio y a unas 180 millas al este de Tinian. Ante la inminente batalla, los acorazados de las formaciones de escolta de los portaaviones –dos del TG 58-2 y cinco del TG 58-3- se reunieron en una sola formación (TG 58-7), al mando del vicealmirante W. A. Lee.
Esta clásica formación de buques de línea debía desplegar de modo que sirviera de escudo protector a los portaaviones de Mitscher contra eventuales ataques de las fuerzas pesadas japonesas, lo cual demuestra claramente que aún no se confiaba demasiado, ni siquiera en aquellos momentos, en que los aviones pudieran dominar por entero en una batalla naval. Este despliege entrañaba también un intrínseco aspecto negativo: a uno de los Grupos de portaaviones (el 58-4) se le asignó la misión de proteger a su vez a los acorazados, y, como los hechos demostrarían después, los acorazados de ambas partes no llegaron nunca a menos de 300 millas de distancia unos de otros.
Faltaban todavía más de ocho horas para que se llevara a efecto la concentración de las dispersas fuerzas de Spruance, y estaban aún los TG 58-1 y 58-4 mucho más al Este que los otros, cuando, a las 03.45 horas del día 18, el submarino Cavalla comunicó que la noche anterior había una gran formación japonesa, unas 780 millas al oeste de Saipan, que se dirigía hacia el Este. Avanzando inmediatamente hacia el Oeste, los TG 58-2 y 58-3 quizás hubieran podido tomar contacto con el enemigo y desencadenar un ataque aéreo aprovechando las últimas horas de luz. Pero Spruance no estaba dispuesto a que el enemigo le arrastrase a dividir sus fuerzas o a dejar en descubierto a las de Turner, y no alteró, por lo tanto, el plan que preveía la concentración al Este de las cuatro formaciones de portaaviones de Mitscher. Ultimada la concentración, alrededor de las 10.30 horas, tres TG (58-1, 58-2 y 58-3) se dispusieron en línea, de Norte a Sur, a una distancia de casi 15 millas unos de otros, mientras el almirante Lee desplegaba sus acorazados entre los TG y el enemigo, situando al Norte la formación de portaaviones (TG 58-4) que le había sido asignada.
Entre tanto, Ozawa, después de haberse reunido el día 16 con las unidades de Ugaki y con sus buques cisterna, dedicó todas las horas de luz del 17 a las operaciones de abastecimiento, reanudando luego la navegación hacia el Este. Su Escuadra estaba dividida en tres grupos:
-Fuerza A, al mando del propio Ozawa, a bordo del Taiho, que comprendia los tres grandes portaaviones Taiho, Zuikaku y Shokaku, y que podía contar con 207 de los 430 aparatos de que disponían en total todos los portaviones.
-Fuerza B, al mando del contraalmirante Joshima, que incluía los portaaviones de Escuadra Junyo e Hiyo y el portaaviones ligero Ryuho, con un total de 135 aparatos. Estas dos formaciones, dispuestas sobre una línea Norte-Sur, a casi 15 millas de distancia una de otra, tenían una pantalla defensiva más bien débil: 3 cruceros y 7 destructores para la Fuerza B. El grueso de las fuerzas de superficie de Ozawa -4 acorazados, 5 cruceros y 8 destructores- tenía la misión de proteger a los tres portaaviones ligeros de la Fuerza C.
-Fuerza C, al mando del vicealmirante Kurita. Este grupo, que sólo disponía de 88 aviones, fue lanzado en dirección al enemigo precediendo a los otros dos casi en 100 millas: su misión era servir de cebo, haciendo converger sobre él los eventuales ataques enemigos y alejándolos de este modo de los grandes portaaviones.

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Mensaje por Akeno » Dom Abr 13, 2008 12:24 am

Excelente relato Fernando.

Espero con ganas su continuación.

Saludos!

Fernando
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Mensaje por Fernando » Dom Abr 13, 2008 8:56 am

EL “CEBO” LOCALIZADO Y PERDIDO
Fue precisamente una de estas formaciones la que avistó el submarino Cavalla la noche del día 17. Mas Spruance recibió la señalización del submarino con seis horas de retraso, y la madrugada del 18 ninguno de los dos adversarios disponía de información reciente acerca de la posición del enemigo. Ni los aviones con base en tierra, ni los lanzados desde los portaaviones de Mitscher el día 18, pudieron facilitar a Spruance la información que tan urgentemente necesitaba. Por añadidura la Flota japonesa gozaba de un punto de ventaja: los hidroaviones catapultables, de gran autonomía, con que estaban dotados sus acorazados y sus cruceros. Gracias a ellos, a primera hora de la tarde, tres TG de la 58ª Task Force habían sido localizados.
Inmediatamente, fueron alineados 67 aviones en las cubiertas de vuelo de los portaaviones de la Fuerza C; estos portaaviones iban al mando del contraalmirante S. Obayashi, quien había decidido actuar por cuenta propia. Pero antes de que los aviones estuvieran preparados para el despegue se le comunicó a Obayashi la decisión de Ozawa de no atacar hasta el día siguiente, y la operación tuvo que ser suspendida. La distancia que entonces separaba a las dos Escuadras era de 400 millas, distancia superior al radio de acción de los aviones americanos, pero no del de los japoneses. No queriendo renunciar a esta ventaja, Ozawa decidió mantener durante la noche el rumbo sudoeste, para virar de nuevo hacia el Este al amanecer del día 19.
Mientras tanto, Spruance ignoraba todavía la posición del enemigo y, decidido a no dejarse arrastrar demasiado hacia el Oeste, empezó a dirigirse hacia el Este al anochecer. A las 22 horas, un mensaje procedente de Peral Harbor notificó que las estaciones radiogoniométricas acababan de localizar la posición de Ozawa, que se encontraba a 350 millas al Oeste-Sur-Oeste de la 58ª Task Force. Inmediatamente Mitscher propuso al comandante de la formación que invirtieran el rumbo a fin de situarse en posición de ataque antes del amanecer. Pero Spruance no le atendió, lo que suscitó más tarde severas críticas.
A las 4.45 horas, 16 hidroaviones fueron catapultados desde los buques que integraban la Fuerza C japonesa. Media hora más tarde, otros 14 aviones de reconocimiento despegaron despegaron desde los portaaviones de Obayashi. El primer grupo, cuya zona de acción se había elegido cuidadosamente, consiguió localizar a los acorazados de Lee; pero muchos de los aparatos fueron localizados, a su vez, cuando todavía se hallaban a bastante distancia, por los cazas de escolta del TG 58-4, siendo derribados casi la mitad. La zona asignada al otro grupo se hallaba demasiado al Norte y los aviones tuvieron que regresar sin haber localizado nada.; sin embargo, durante el vuelo de regreso, y exactamente a las 7.30 horas, uno de ellos avistó al TG 58-4 en la línea del horizonte, en dirección Sur, y señaló su posición.
Ozawa disponía ahora de todas las informaciones que necesitaba, y alrededor de las 8.30 lanzó la primera oleada de ataque, integrada por 45 cazabombarderos Zero, 8 aviones torpederos y 16 cazas Zero de la Fuerza C. Desde la Fuerza A, mandada por el propio Ozawa, 53 cazabombarderos, 27 aviones torpederos y 48 cazas Zero de escolta empezaron a despegar pocos minutos antes de las 8. Media hora más tarde, la Fuerza B lanzaba a su vez al ataque 47 aviones.
El día que acababa de empezar había de ser decisivo en la guerra del Pacífico: fue el día en que la Marina de Guerra Imperial nipona recibió una serie de golpes mortales y, aunque logró sobrevivir todavía durante otros cuatro meses, quedó tan maltrecha que ya sólo se la podía considerar como un inofensivo tigre sin dientes.
El primero de esos golpes mortales alcanzó el objetivo cuando los aviones de Ozawa estaban todavía sobre la pista de vuelo de su buque insignia. El Taiho navegaba en aquellos momentos con viento en proa a una velocidad de 27 nudos: constituía, pues, un blanco perfecto para el submarino Albacore, que estaba al acecho. Ni siquiera un fallo, surgido en el último instante, al ajustar la puntería automática del submarino, pudo salvar al portaaviones; de una salva de seis torpedos lanzados a ciegas, uno alcanzó el navío.
El siguiente golpe alcanzó a su propia formación aérea de ataque. El rumbo seguido por los aviones les había llevado a sobrevolar la Fuerza C de Kurita, que navegaba en posición avanzada; algunos artilleros de las unidades niponas, excesivamente nerviosos, abrieron fuego, y antes de que pudiera deshacerse el error habían derribado dos aviones y averiado otros ocho, que se vieron obligados a regresar a sus portaaviones.

Fernando
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Mensaje por Fernando » Dom Abr 13, 2008 10:33 pm

“LOS GRANDES DESASTRES DE LAS MARIANAS”
Se inició entonces, en torno a la 58ª Task Force, aquella serie de grandes batallas aéreas destinadas a pasar a la historia con la denominación de “los grandes desastres de las Marianas”. Desde el amanecer, los Hellcat de las patrullas de protección sobrevolaban a la Task Force en el claro y límpido cielo del Pacífico. Hacia las diez, el radar de los acorazados de Lee detectó, a una distancia de 150 millas, a la primera oleada de aviones japoneses enviados al ataque. Todos los portaaviones se pusieron entonces proa a viento, y un considerable número de aparatos empezó a despegar de las cubiertas de vuelo: primero los bombarderos y los aviones torpederos, que se dirigieron hacia el Este; luego fueron los propios Hellcat, en la primera de una serie de oleadas que se prolongó durante todo el día. Fueron casi 300 los aviones que, despegando y aterrizando de nuevo para repostar y proveerse de municiones, participaron en la batalla, interceptando a los aparatos de los portaaviones enemigos o los que se dirigían a Guam.
Casi todas las formaciones atacantes japonesas fueron interceptadas a una distancia de 45-60 millas de sus objetivos y los combates alcanzaron una extrema violencia. Las estelas de humo que desprendían los aparatos nipones que caían al mar daban una idea bastante clara de que la proverbial habilidad de los pilotos japoneses estaba debilitándose por momentos. En efecto, los veteranos caídos en las batallas del mar del Coral, de Midway y de las Salomón habían sido sustituidos apresuradamente por pilotos que ni siquiera habían terminado su período de adiestramiento.
De los 69 aviones de la primera oleada de ataque japonesa, 42 fueron derribados y ninguno de los supervivientes logró alcanzar, ni dañar siquiera, a los barcos americanos. De los 128 lanzados en la segunda oleada, más de 100 fueron interceptados, y casi una veintena de ellos fue a caer dentro de la densa cortina de fuego lanzada por los acorazados, los cruceros y los destructores. Muy pocos lograron alcanzar los portaaviones, situados al otro lado de la “línea de batalla”, infligiendo solamente daños superficiales a los portaaviones Wasp y Bunker Hill. Alrededor de las 12 todo había terminado; sólo unos 30 aparatos pudieron emprender el camino de regreso.
A las 12.20 horas, antes de que Ozawa pudiera darse plena cuenta del desastre, su formación de portaaviones sufrió la segunda catástrofe. El Shokaku fue sacudido por la explosión de tres torpedos, lanzados por el submarino estadounidense Cavalla. Tras las explosiones, el Shokaku se alejó dificultosamente de la zona del encuentro, envuelto en llamas y en las densas cortinas de humo que se elevaban de sus depósitos de combustible incendiados. El Cavalla, por su parte, consiguió salir indemne de los ataques japoneses, a pesar de que contra él se lanzaron no menos de 105 cargas de profundidad. Durante las tres horas que siguieron se luchó denodadamente para sofocar los incendios declarados en el portaaviones; mas todo resultó inútil, por cuanto los vapores del combustible se propagaban y estallaban por todos los rincones del buque. Se acercaba el fin del Shokaku, que había conseguido sobrevivir a todas las batallas de la guerra entre portaaviones: una nueva explosión lo destrozó por completo.
Casi simultáneamente la catástrofe se abatió también sobre el buque insignia de Ozawa. Aunque el torpedo lanzado por el submarino Albacore sólo había provocado leves daños en el casco del Taiho, las tuberías del combustible resultaron destrozadas en varios puntos. Entonces los vapores empezaron a propagarse y, para intentar eliminarlos, se dio orden de poner en movimiento todas las instalaciones de ventilación del buque. Y esto fue un error falta, pues con ello la mezcla detonante se difundió por todas partes, hasta que, inevitablemente, prendió una chispa y una enorme explosión incendió el navió y destrozó el casco. El destino del Taiho estaba sellado. Apenas Ozawa y los oficiales de su Estado Mayor se hubieron trasladado a bordo del crucero Haguro, se dio orden de abandonar el buque. Sólo 500 hombres de los 2150 que componían la tripulación habían conseguido ponerse a salvo, cuando una segunda explosión sacudió violentamente al portaaviones, que al fin zozobró y se hundió.
Mientras los mejores buques de Ozawa iban siendo eliminados, sus aviones estaban sufriendo un desastre todavía mayor. La primera oleada de ataque lanzada por la Fuerza B, hacia las 9.30 horas, se había dirigido demasiado al Norte, de modo que la mitad de los 47 aviones, al no localizar ningún objetivo, hubieron de regresar; los restantes consiguieron localizar el grupo más septentrional de los portaaviones americanos, lanzándose enseguida al ataque. Los Hellcat derribaron siete de ellos; otros, los que lograron superar la pantalla protectora de los cazas americanos, no pudieron hacer otra cosa que soltar sus bombas apresuradamente y sin ningún resultado positivo antes de emprender la retirada.
Una última incursión, efectuada por los aparatos del Zuikaku, de la Fuerza A, y por los de los tres portaaviones ligeros de la Fuerza B, completó la serie de desastres japoneses en aquel fatídico 19 de junio. También los 87 aviones de esta incursión estuvieron mal dirigidos, demasiado al Sur esta vez. Por añadidura, como Kukuda no había informado con bastante claridad acerca de la verdadera situación que reinaba en los aeródromos de Guam, y especialmente encima de los mismos, los aviones atacantes recibieron la orden de dirigirse hacia esta isla para repostar una vez terminada la incursión. Y sucedió que menos de la mitad consiguieron localizar el grupo meridional de portaaviones y en su mayoría fueron derribados. Los 49 restantes prosiguieron su vuelo hacia Guam, y allí atacados por 27 Hellcat, 30 de ellos cayeron al mar envueltos en llamas, en su inútil intento de tomar tierra en los campos de la isla.

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Re: La última gran batalla entre portaaviones

Mensaje por Akeno » Lun Abr 14, 2008 10:54 am

Fernando escribió:Las fuerzas aéreas de la Marina, en el Pacífico central, incluían la 5ª Fuerza Aérea, desplazada en bases terrestres y al mando del vicealmirante K. Kukuda, que tenía su puesto de mando en Tinian. Aunque Kukuda dependía oficialmente del vicealmirante Nagumo, comandante en jefe del sector del Pacífico central, en realidad actuaba en estrecha colaboración con el almirante Ozawa, quien tenía plena confianza en las fuerzas aéreas de base en tierra para debilitar a los americanos antes de que ambas fuerzas se enfrentasen en un encuentro decisivo.
Hola Fernando!

El nombre correcto del comandante en jefe de la Primera Flota Aérea, compuesta por los aviones de la Marina con base en tierra en las islas en poder de los japoneses en el Pacífico Central era el vicealmirante Kakuji Kakuta, no Kukuda como aparece en tu exposición. El mismísmo Hirohito estuvo presente en el acto de nombramiento de Kakuta como comandante en jefe de esta formación.

El papel a jugar por la recientemente formada Primera Flota Aérea, estaba específicamente diseñado para operar conjuntamente con la flota de portaaviones japonesa, con el objetivo de conseguir el triunfo en la Batalla Decisiva. Era un intento del almirante Mineichi Koga (jefe de la Flota Combinada) por recrear la victoriosa combinación entre aviones basados en tierra y embarcados que tántos éxitos dió a las armas japonesas en los primeros años de la guerra del Pacífico. El jefe de Estado Mayor de Kakuta era el capitán Yoshitake Miwa, antiguo oficial del Estado Mayor aéreo de la Flota Combinada. En el Estado Mayor de Kakuta también se encontraba el brillante Mitsuo Fuchida, como jefe de operaciones aéreas.

Por otra parte, sería interesante conocer la/s fuente/s consultada/s por tí a la hora de realizar este trabajo, que por otra parte, todo hay que decirlo, me está gustando bastante.

Saludos!

Fernando
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Mensaje por Fernando » Lun Abr 14, 2008 11:16 pm

EL CIELO BARRIDO DE AVIONES ENEMIGOS
A las 16 horas, el cielo aparecía completamente libre de aviones enemigos sobre la formación naval americana. El almirante nipón Ozawa, a bordo de su improvisado buque insignia, donde no disponía de suficientes medios de comunicación, desconocía aún los detalles del desastre; pero lo cierto era que de los 373 aviones lanzados desde sus portaaviones sólo 30 habían regresado.
Se trataba de pérdidas irreparables, y la Marina de Guerra nipona ya no podría volver a equipar una formación de portaaviones eficiente con todos los hombres y aparatos necesarios. Las pérdidas americanas, por el contrario, únicamente ascendieron a 23 aviones derribados y otros 6 perdidos en accidentes de vuelo.
La táctica de Spruance, de dejar que fuera el enemigo quien atacara (táctica criticada en algunos ambientes como insuficientemente ofensiva), había demostrado, al fin, toda su eficacia. No es de extrañar, sin embargo, que en una Marina de Guerra cuyos oficiales habían sido educados basándose en las doctrinas del historiador Mahan, el hecho de que la Flota japonesa lograse, en gran parte, escapar (a la sazón, las acciones del Albacore y del Cavalla no habían sido apreciadas todavía en toda su importancia) constituyera una profunda desilusión. Los vientos alisios, procedentes del Este, habían obligado a la 58ª Task Force, durante casi toda la jornada, a avanzar hacia el Este y por ello las dos Escuadras estaban todavía separadas por casi 400 millas, esto es, todavía fuera del radio de acción de los aviones embarcados en los portaaviones americanos, los cuales, por lo tanto, no pudieron ni atacar ni efectuar vuelos de reconocimiento. Pero apenas el último avión se posó en la cubierta, la 58ª Task Force se dirigió hacia el Oeste, a una velocidad de 24 nudos, en el intento de reducir la distancia. Mas Spruance no disponía de ninguna información precisa acerca de la posición de Ozawa. Los aparatos de reconocimiento que tenían su base en tierra, no habían logrado localizar la flota nipona, y, en consecuencia, el comandante en jefe americano aún no podía descartar la posibilidad de que los japoneses efectuaran una maniobra envolvente para atacar por la espalda a las vulnerables unidades anfibias a lo largo de Saipan. Por ello comunicó a Mitscher:
“Pensamos atacar al enemigo mañana, a condición de conocer, con la debida precisión, sus posiciones. Si nuestros aviones en exploración nos dan informaciones útiles esta misma noche, no serán necesarias informaciones ulteriores. En caso negativo, debemos continuar nuestra búsqueda mañana para asegurar una protección adecuada a las fuerzas empeñadas en Saipan”.
Pero ni los aviones con base en tierra, enviados en exploración durante la noche, ni los que alzaron el vuelo desde los portaaviones al amanecer del 20 de junio, lograron establecer contacto con el enemigo. En efecto, Ozawa se encontraba todavía fuera del alcance de estos últimos, pues había virado al Noroeste para encontrarse con los buques cisterna. De haber seguido el consejo de Kurita, su segundo oficial, respecto a volver rápidamente al Japón, hubiese escapado a toda búsqueda. Más Ozawa no conocía aún toda la importancia de la derrota sufrida el día anterior. No sólo creía que muchos de los pilotos que no habían regresado habían llegado sanos y salvos a Guam, sino que aceptó incluso como verdaderos los relatos de los pilotos que regresaron, quienes hablaban de centenares de aviones americanos abatidos y por lo menos de cuatro portaaviones incendiados. En consecuencia, ordenó que se efectuaran las operaciones para repostar, disponiéndose a reanudar la batalla.
Mas antes de que éste se iniciara, a las 16.15 horas, Ozawa, trasladado ahora al Zuikaku, fue informado de que se había interceptado un mensaje de un avión americano en el cual se notificaba haber localizado a la Escuadra japonesa. El abastecimiento de combustible se detuvo, y la Escuadra se dirigió hacia el Noroeste, en el intento de imposibilitar todo ataque enemigo antes de que la oscuridad obligara a suspender las operaciones de vuelo. Pero incluso después de haber llegado a su conocimiento el hecho de que sólo disponía ya de un centenar de aviones en situación de combatir, el almirante estaba decidido a reanudar la batalla apenas sus unidades hubieran podido reorganizarse. No obstante, las circunstancias no se lo permitieron.

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Mensaje por Fernando » Mar Abr 15, 2008 8:53 pm

“UNA VICTORIA CLARA Y DECISIVA”
El tiempo perdido por los japoneses en los preparativos para abastecerse de combustible permitió a la 58ª Task Force reducir sensiblemente la distancia que de ellos la separaba, de tal modo que, hacia las 16 horas, cuando un Avenger emprendió un vuelo de reconocimiento desde el portaaviones Enterprise, transmitió la asombrosa noticia de haber avistado a la Escuadra enemiga, que se hallaba poco más o menos en el radio de acción de los aviadores americanos. Un ataque desencadenado inmediatamente podría sorprender al enemigo antes de oscurecer; mas, por otra parte, era muy tarde ya para que los aparatos atacantes pudieran regresar a los respectivos portaaviones todavía con luz del día.
Pero Mitscher, que hasta aquel momento se había visto frenado por el prudente Spruance, decidió arriesgar el todo por el todo a fin de asestar un golpe al enemigo. Y esta vez Spruance le dejó hacer. Así, pues, no había transcurrido media hora desde la señal de avistamiento cuando ya 77 bombarderos en picado y 54 aviones torpederos, escoltados por 85 cazas, despegaban y se dirigían hacia el sol, ahora en su ocaso.
Los primeros buques enemigos avistados por la formación atacante fueron los seis buques cisterna, y una parte de los bombarderos en picado se lanzó a atacarlos. Los otros continuaron el vuelo, unas treinta millas más allá, hasta que lograron descubrir las tres divisiones de la Escuadra japonesa alineadas en un arco que iba de Noroeste a Oeste. La exigua pantalla protectora de cazas Zero –todo lo que Ozawa había logrado reunir- fue pronto arrollada por los Hellcat de escolta, mientras los aviones torpederos Avenger y los bombarderos en picado Dauntless se lanzaban sobre los buques de guerra, concentrando principalmente su esfuerzo contra los portaaviones.
Siguieron unos veinte minutos de espantosa batalla, con los aviones lanzándose en picado, inclinándose y girando en medio del caótico cruzarse de proyectiles y explosiones de granadas. Después, todo acabó de pronto. Habían sido abatidos 14 aviones americanos, pero los japoneses perdieron muchísimos más. En cuanto a los buques, el portaaviones Hiyo, que fue torpedeado, se estaba hundiendo. El Zuikaku, alcanzado varias veces por las bombas, era presa de las llamas. También el portaaviones Chiyoda estaba ardiendo, con la cubierta de vuelo reducida a un amasijo de hierros retorcidos. El acorazado Harina y el crucero Maya habían sufrido graves daños. Ahora, de los 100 aviones con que contaba Ozawa al iniciar la acción sólo quedaban 35. No se trataba de un verdadero y exacto aniquilamiento; pero Ozawa, que al fin se daba cuenta de la total derrota sufrida, aquella misma noche, mientras se retiraba a Okinawa, envió a Toyoda un mensaje presentando su dimisión, que, desde luego, no fue aceptada.
Entre tanto, en la creciente oscuridad, los aparatos norteamericanos recorrían las 300 millas que les separaban de sus portaaviones; muchos pilotos realizaban así su primer servicio nocturno. Al caer la noche, Mitscher, sin preocuparse de los posibles peligros de una eventual intervención de los bombarderos o de los submarinos enemigos, ordenó que se utilizara toda forma posible de iluminación: bengalas, reflectores, luces de situación, las luces de las pistas de vuelo, etc. Pese a todas estas precauciones, unos 80 aparatos, con el carburante casi agotado, se empotraron materialmente en la cubierta de los portaaviones o cayeron al mar. Sin embargo, pocas tripulaciones se perdieron.
Así terminó la última y “clásica” batalla entre portaaviones, destinada a pasar a la historia con el nombre de “batalla del mar de Filipinas”. Para la Pacific Fleet se trataba de una victoria clara y decisiva; no sólo de una victoria aérea sin la adecuada victoria naval, como creyeron algunos almirantes de los portaaviones americanos. Desde luego, aún les quedaban a los japoneses algunos portaaviones, que, tal vez con una táctica más agresiva y menos prudente hubieran podido ser destruidos; pero lo cierto es que el valor efectivo de un portaaviones reside en únicamente en el número y calidad de los aviones y de los pilotos de que dispone. Ahora el tiempo apremiaba, y la progresiva reducción de los recursos disponibles impediría al Japón sustituir a los pilos perdidos en la batalla con hombres debidamente adiestrados. No les quedaba, pues, a los japoneses más que un último recurso de potencia derrotada: los kamikaze, los pilotos suicidas.
Todavía una vez, es cierto, los portaaviones nipones supervivientes volverían a intervenir en un momento crítico; pero ya sin fuerzas aéreas eficientes demostraron ser tan sólo “tigres de papel”. La Aviación naval nipona, e incluso la propia Marina de Guerra, fueron definitivamente derrotadas entre el 19 y 20 de junio de 1944.


DONALD MACINTYRE, capitán de navío

ASÍ FUE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIA, Editorial Noguer Rizzoli Purnell

Fernando
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Mensaje por Fernando » Mar Abr 15, 2008 9:01 pm

Mirando en la sección del Foro dedicada al Frente del Pacífico observé que no había muchas referencias a la batalla del mar de Filipinas y decidí transcribir este texto. Cuando había enviado la primera parte me di cuenta de que, quizás, debía haberlo incluido en la sección Biblioteca. Ruego a los miembros del foro disculpen mi error, nunca ha sido mi intención apropiarme de la autoría de trabajos ajenos.

Akeno
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Mensaje por Akeno » Mié Abr 16, 2008 8:01 am

Fernando escribió:Cuando había enviado la primera parte me di cuenta de que, quizás, debía haberlo incluido en la sección Biblioteca. Ruego a los miembros del foro disculpen mi error, nunca ha sido mi intención apropiarme de la autoría de trabajos ajenos.
No has cometido ningún error Fernando. Yo creo que el foro del Pacífico es el lugar correcto donde debe permanecer el hilo.

Por cierto, ahora que has acabado, podríamos entre todos ampliar el relato de Macintyre con unos pocos mapas, ampliar la información aportada en la medida de lo posible y corregir algunos pequeños errores que he detectado.

Saludos cordiales!

Fernando
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Mensaje por Fernando » Mar Abr 22, 2008 9:02 pm

Hola a todos. He encontrado esta web, es en inglés pero me pareció interesante. Trata sobre animaciones de las principales batallas del teatro del Pacífico. Aquí os la dejo.

http://historyanimated.com/pacificwaranimated/index.php?

Akeno
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Mensaje por Akeno » Mié Abr 23, 2008 6:43 pm

Una página muy buena, la verdad.

Sería interesante, Fernando, que la dieras a conocer en el subforo linkoteca, para que que así esté accesible para todo el mundo. Aquí metido, el enlace no destaca tanto.

Saludos!

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Audie Murphy
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Re: La última gran batalla entre portaaviones

Mensaje por Audie Murphy » Mar Abr 18, 2017 7:25 pm

los combates por el atolón de Eniwetok fueron muy duros, entre el 17 febrero 1944 y el 23 febrero murieron 3380 japoneses y 313 americanos (más 77 desaparecidos)
https://www.docdroid.net/baLzRG4/hellis ... 7.pdf.html


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"El mal existe cuando las personas buenas no hacen lo que es correcto"

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