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Una de sus más profundas preocupaciones eran las consecuencias políticas de la irreligiosidad de las masas; en 1939 escribió: "Una masa incrédula se venderá a cualquier político, pero una clase de creyentes no lo hará".. En una carta a su esposa Freya, fechada el 25 de agosto de 1940, se podía leer:
"El nacionalsocialismo nos ha enseñado una vez más a venerar a lo que está por debajo de nosotros, es decir, las cosas materiales, la sangre, los antepasados, nuestros cuerpos. En esa medida, es válido y no deberíamos olvidar la lección. Pero ha matado la veneración por lo que está por encima de nosotros, es decir, dios, o como se le quiera llamar, y ha intentado situarlo por debajo de nosotros mediante la deidificación de las cosas de este mundo comprendidas bajo la rúbrica de la veneración debida a lo que está por debajo de nosotros. El nacional socialismo ha destruido asimismo la veneración por lo que es igual a nosotros, intentando poner por debajo de nosotros a algunos que son al menos iguales que nosotros... El ser humano sólo puede ser libre en el marco del orden natural. Y un orden sólo es natural si deja libre al hombre. No seremos capaces de describir en qué punto se alcanza ese equilibrio, pero lo veremos y lo sentiremos, nadie puede decir como se alcanza eso. Tenemos que intentarlo. Es un proceso de tanteo".
La barbarie nazi en Rusia también preocupaba a Moltke desde el punto de vista profesional y personal. Se oponía a los sofismas jurídicos utilizados para legitimar los malos tratos a que sometían a civiles y prisioneros rusos. Señalaba que los precedentes del siglo XVIII en el tratamiento de prisioneros y los recientes decretos soviéticos que se atenían al derecho internacional desmentían las afirmaciones nazis de que los soviéticos no hacían prisioneros. Cuando se retuvieron las cartas de los prisioneros alemanes deliberadamente para ocultar su existencia, miembros de la Abwerh robaron una partida de ellas y las hicieron llegar personalmente a los destinatarios. El inicio de la deportación y el asesinato de los judíos en 1941 provocó esta pregunta: "¿Puedo saberlo y seguir sentado en mi mesa en mi piso con calefacción y tomar té? ¿No me convierto también en culpable por ello? ¿Qué diré cuando me pregunten: y qué hacías tú mientras sucedía eso?". De vez en cuando se felicitaba por sus éxitos así escribió: "Cuando considero estos cuatro meses, me doy cuenta de que nunca había impedido tanto mal y conseguido tanto bien. Me asombra. Y lo más agradable es que nadie se enterara nunca de ello, ni tomará nota de ello, así que nadie verá los medios de oponerse". Pero lo más común es que fuese sumamente autocrítico y captara con precisión las ambigüedades y defectos de sus propias reacciones ante los acontecimientos:
"¿Cómo puede alguien saber estas cosas y seguir andando por ahí libre? ¿Con qué derecho? ¿No es inevitable que nos llegue un día el turno y que seamos arrojados también a la cloaca? Todo esto no es más que un relámpago de verano, porque aún no ha llegado la tormenta. Si pudiese librarme del sentimiento terrible que tengo de que estoy dejándome corromper, de que no reacciono con la suficiente fuerza ante semejantes hechos, que me atormentan sin producir una reacción espontánea. Me he preparado mal porque también en estas cosas reacciono con la cabeza. Pienso en una posible reacción en vez de actuar".
A pesar de estas afirmaciones, Moltke no era un Hamlet paralizado por las dudas y la racionalidad. El 7 de noviembre de 1941 tuvo su único contacto oficial con la burocracia ramificada de la solución final, en una conferencia del ministerio de asuntos exteriores convocada para discutir el undécimo decreto promulgado al amparo de la ley nacional del reich que dejaba a los judíos alemanes que estaban en el extranjero sin nacionalidad, incluidos los ya deportados. Se mantuvo firme en su posición contra los 24 participantes, con el resultado de que el decreto quedó aplazado. Los otros le parecieron camaleones, "en una sociedad sana, parecen sanos; en una enferma como la nuestra, parecen enfermos. Y en realidad no son ni lo uno ni lo otro. Son como la masilla". En las noches se quedaba desvelado en la cama pensando en los rusos y judíos. Convenció a tres generales para que escribiesen a otro rescindiendo la aprobación por la wehrmacht de las medidas más extremas. Tras ello escribió: " Esto demuestra la regla general de que en cuanto un hombre toma posición, lo hace también un número sorprendente de otros hombres. Pero siempre tiene que haber uno que lo haga primero. Si no, no pasa nada". Moltke mantuvo contactos durante la guerra con el obispo noruego de la oposición Berggrav y con los círculos de la resistencia de Dinamarca y Holanda. En octubre de 1943, comunicó a un contacto danés la inminente deportación de los judíos. Aparte de estas medidas, procuró ayudar a los comandantes del ejército de Bélgica y de Francia que intentaban bloquear las órdenes de Hitler sobre los fusilamientos de rehenes como represalia. Tanto von Moltke, como von Trott Zu Solz trataron, de obtener la colaboración de Inglaterra y de Suecia para trabajar conjuntamente con los Aliados pero fracasaron en la labor por causa de la desconfianza de estos.
Continua...