Mensaje
por Erich Hartmann » Mar Feb 14, 2006 12:19 am
España en la guerra del Pacífico
Sin que se hayan conocido las causas, puesto que las relaciones hispano-japonesas fueron buenas durante toda la guerra, la colonia española en Filipinas fue la más castigada de cuantas extranjeras había en el archipiélago. 250 españoles fueron asesinados y más de 300 resultaron heridos graves. Los soldados del general Homa asaltaron, saquearon y destruyeron el consulado español en Manila, asesinando a las 50 personas que en él se hallaban refugiadas; hicieron lo propio con el Colegio Concordia, de las Hermanas de san Vicente de Paúl, que daban asilo, bajo la protección de las banderas de España y de la Cruz Roja, a 800 niños, enfermos y perturbados. Saqueadas y, en parte, destruidas, fueron la Casa de España, el Casino Español, la Compañía General de Tabacos, la Compañía Yebana, la Universidad Católica de Santo Tomás, el Hospicio de San José, el Colegio de San Marcelino, las iglesias de San Francisco, San Nicolás, San Agustín, Santa Isabel y Nuestra Señora de Lourdes, instituciones y templos a cargo de religiosos españoles.
El 80 por 100 de los bienes de Ordenes, congregaciones y empresas españolas fue saqueado. Pero no fue menor el expolio cultural: los ocupantes prohibieron el uso del idioma español, tanto en la enseñanza como en la administración y en los tribunales, infligiendo un daño irreparable al castellano en Filipinas, pues los 70.000 alumnos de los colegios dejaron estos estudios por los de japonés, impartidos por un millar de profesores enviados al efecto...
En nombre de su Gobierno, el profesor Oikohie, de la Universidad de Kobe, declaró a una comisión filipina: "Bajo esta bandera realiza el Japón su obra cultural en Asia: barrer todo el fondo extraño de ideas arraigado durante la dominación anglosajona y española y, luego, sembrar con las semillas culturales del jardinero japonés las culturas populares nativas así purificadas".
Incluso el Gobierno de Tojo intentó constituir un "neobudismo", en el que se integrara la Iglesia católica, a la que invitó a un congreso. Obispos y religiosos católicos –en su mayor parte españoles— se opusieron y no menos de cincuenta de ellos lo pagaron con la vida (datos y cita de José Fernando Aguirre, La Segunda Guerra Mundial, Barcelona, Argos, 1964).
En gesto puramente testimonial y oportunista, el Gobierno español suspendió el desempeño de la representación de Japón ante varios países hispanoamericanos y rompió relaciones con Japón el 12 de abril de 1945 e, incluso, se pensó en declararle la guerra y enviar algunos barcos. Obviamente, no ocurrió nada.
Saludos cordiales