Hola a Todos:
Que Laval y Degrelle se refugiaron, (o al menos lo intentaron,) en España al término de la guerra, es un hecho bastante conocido, sin embargo las circunstancias que se dieron para que ambos casos en apariencia semejantes tuvieran un final bien distinto son mucho menos conocidos. Por ello voy a exponer estos entresijos tomándolos textualmente de la obra "España refugio nazi" de Carlos Collado Seidel Ed. Temas de hoy marzo 2005. La obra esta, por lo general, perfectamente documentada, sin embargo he omitido las notas porque me llevaría mucho tiempo transcribirlas.
Caso Laval
Era el 2 de mayo de 1945 cuando Pierre Laval, acompañado por un pequeño grupo de personas entre las que se hallaban los ex ministros del gobierno de Vichy Maurice Gabolde y Abel Bonnard, descendía de un junkers luego de haber aterrizado en el aeropuerto de El Prat. La presencia en suelo español de un huésped de tal calibre no podía despertar entusiasmo alguno en Madrid: por el contrario, lo ponía en una situación embarazosa.
Conceder asilo político a quien había sido jefe del gobierno colaboracionista durante la ocupación de Francia habría traido serios problemas con los aliados y sobre todo con el gobierno provisional francés después de la guerra. Pero la llegada de Laval no parece haber sido del todo inesperada. Era muy conocido del ministro de exteriores Lequerica, quien hasta el verano de 1944 había sido embajador de España en Vichy. Robert Aaron cita un telegrama de Laval a Lequerica en el que solicita al gobierno español permiso de entrada y de residencia. La respuesta de Madrid es por tanto positiva, si bien contiene importantes limitaciones. Laval obtuvo permiso de permanencia sólo para tres meses, terminados los cuales debía dirigirse al país que se hubiera declarado dispuesto a acogerlo de forma duradera. Además, Laval había de dar su consentimiento (por razones políticas) a ser internado durante el tiempo de su permanencia en España.
De todos modos, lo que hubiera preferido el gobierno español era haber devuelto a Laval y a sus acompañantes al avión en que habían llegado, con lo cual el problema habría quedado resuelto de raíz. En este sentido fue también la primera reacción de Lequerica en su conversación con el embajador de Estados Unidos. Laval, entre tanto, rechazó otras propuestas, como por ejemplo continuar vuelo a Irlanda. El gobierno español no quiso proceder contra la voluntad de Laval, y así, de momento, otorgó al huésped tratamiento de invitado alojándolo en un castillo a expensas del estado.
También los deseos de los aliados, quienes inmediatamente mostraron gran interés por el caso Laval, debían ser atendidos. Lequerica expresó su confianza en que los aliados tomarían lo antes posible una decisión sobre el destino de Laval.
Lo que deseaban los aliados era la inmediata entrega de Laval por el impacto que causaría entre los nazis y criminales de guerra ansiosos por evadirse. Pero Laval no figuraba en la lista de criminales de guerra buscados, con lo cual se daban impedimentos jurídicos. Por eso, en Londres el caso Laval fue considerado ante todo un problema que debía ser resuelto por París. El Foreign Office no se sintió llamado a inmiscuirse directamente en la extradición del ex jefe del gobierno francés y también el departamento de estado adoptó una posición semejante.
Por otra parte, tampoco España estaba obligada jurídicamente a entregar a Laval a París, y lo que el gobierno español quería evitar ante todo era poner a Laval directamente en manos de los franceses. En contra de una entrega directa se interponían las tensiones existentes entre París y Madrid, además de los problemas jurídicos. Por eso argumentaba Lequerica que la extradición de Laval a Francia constituiría una quiebra de todos los principios del derecho internacional, a la vez que sentarían un precedente sumamente sospechoso. Extradiciones por motivos políticos entre España y Francia no se habían dado en el pasado. En el caso de que Laval fuera en efecto extraditado a Francia, saltaría inmediatamente a escena la cuestión de los republicanos españoles refugiados en Francia a causa de la guerra civil. De todos modos Madrid no quería verse envuelto en complicaciones por la presencia de este huésped en su territorio, y así dio a entender con toda claridad a británicos y estadounidenses que el gobierno no tenía interés alguno en retener a Laval en el país, sino todo lo contrario: que estaba deseoso de verse libre de él. Ésta es la impresión que transmitía el encargado de negocios británico James Bowker al Foreign Office después de una conversación con Lequerica, la misma impresión que trasladó el embajador estadounidense Armour a la secretaría de estado.
Madrid no se proponía, pues, la simple extradición de Laval a Francia, sino que aspiraba a una solución que contentase a todos los gobiernos implicados. La primera propuesta de Lequerica fue entregar a Laval y a sus acompañantes a las autoridades británicas de Gibraltar, las cuales se harían cargo de él en nombre de los aliados. Laval estaba al parecer de acuerdo con este procedimiento, y lo mismo París y Washington. Sin embargo, el gobierno de Londres mantuvo su posición de no ingerencia en el asunto. La propuesta fue rechazada.
Lequerica hizo una segunda propuesta: Madrid se declaraba dispuesto a que Laval se embarcara en Barcelona en un navío estadounidense o británico, o en un barco de guerra o mercante de cualquier país aliado que no fuera Francia. En él también podría haber policía francesa o militar que se hiciera cargo de Laval. Con esta propuesta, Lequerica habría visto cumplida su exigencia de no entregar a Laval directamente a Francia, pues al gobierno español no le incumbía saber cuál era el destino del barco una vez que hubiese abandonado el puerto de Barcelona.
Lequerica hizo todavía una tercera propuesta: entregar a Laval a las autoridades francesas en Gibraltar. Pero Londres se volvió a negar de nuevo a participar en el procedimiento de extradición por lo espinoso del asunto. Después de varias discusiones en el Foreign Office, fue Churchill quien dijo la última palabra: "No hay que ocuparse de ello. ¿A nosotros que nos va?". Ante esta decisión nada pudo cambiar el informe de la asesoría jurídica del Foreign Office, que no había encontrado reparos jurídicos convincentes en cualquiera de las tres propuestas de Lequerica que se pudiera adoptar. Tampoco un requerimiento oficial del gobierno francés ante la negativa de España a entregar a Laval directamente, ni la disposición de Washington a secundar los deseos de Francia, contribuyeron a modificar la decisión de Churchill. El punto de vista de Londres quedaba, pues, claro: el gobierno británico estaba interesado en que Laval fuera juzgado lo antes posible, pero deseaba mantenerse al margen de las implicaciones jurídicas del caso. Con esto, la extradición de Laval quedaba de momento en suspenso.
A pesar de que Madrid estaba decepcionado por la falta de colaboración de británicos y estadounidenses, volvió a presentar una nueva propuesta para lograr por fin la salida de Laval del territorio español: devolverle a él y a sus acompañantes al punto de donde habían partido. Esta solución sí fue acogida favorablemente por el Foreign Office, pero los contactos indirectos iniciados entre Laval y el gobierno francés sobre un regreso voluntario a Francia demoraron aún por espacio de más de dos meses la realización de la salida propuesta. Laval sólo se mostraba dispuesto a regresar bajo determinadas condiciones, las cuales París no estaba dispuesto a aceptar. Ante el bloqueo de la situación, Madrid urgió una decisión. El gobierno español estaba interesado en mejorar sus relaciones con Francia. Por esto era urgente acabar con el caso Laval, y tanto más cuanto que estaban a punto de comenzar negociaciones sobre la futura situación de Tanger, en las que participaría Francia.
[…]Entre tanto, británicos y estadounidenses habían vuelto a reconsiderar la solución de que Laval fuera devuelto al lugar de donde había partido. Pronto Londres, Washington y París se pusieron de acuerdo sobre este procedimiento, y aceptaron la solución. El 31 de julio de 1945 Laval volvió a subir al mismo Ju-88 en que había venido. Acto seguido del aterrizaje en la ciudad austriaca de Linz, zona de ocupación de las tropas estadounidenses, fue entregado a las autoridades francesas. Trasladado a París, fue procesado, y el 9 de octubre se dictaba contra él la pena de muerte. La ejecución tuvo lugar el 16 de octubre de 1945.
La extradición de Laval no había sido puesta nunca en tela de juicio por Madrid. El único problema fueron las discrepancias en el procedimiento. Con ello se había puesto por primera vez de manifiesto que el gobierno español no tenía ningún interés en proteger o en conceder asilo a quienes habían sido sus asociados y con los que había compartido una misma ideología. Lo que ahora interesaba a España era tener buenas relaciones con las tres potencias occidentales, y el régimen no quería entorpecer su propio futuro por causa de viejas amistades.
Saludos
Que Laval y Degrelle se refugiaron, (o al menos lo intentaron,) en España al término de la guerra, es un hecho bastante conocido, sin embargo las circunstancias que se dieron para que ambos casos en apariencia semejantes tuvieran un final bien distinto son mucho menos conocidos. Por ello voy a exponer estos entresijos tomándolos textualmente de la obra "España refugio nazi" de Carlos Collado Seidel Ed. Temas de hoy marzo 2005. La obra esta, por lo general, perfectamente documentada, sin embargo he omitido las notas porque me llevaría mucho tiempo transcribirlas.
Caso Laval
Era el 2 de mayo de 1945 cuando Pierre Laval, acompañado por un pequeño grupo de personas entre las que se hallaban los ex ministros del gobierno de Vichy Maurice Gabolde y Abel Bonnard, descendía de un junkers luego de haber aterrizado en el aeropuerto de El Prat. La presencia en suelo español de un huésped de tal calibre no podía despertar entusiasmo alguno en Madrid: por el contrario, lo ponía en una situación embarazosa.
Conceder asilo político a quien había sido jefe del gobierno colaboracionista durante la ocupación de Francia habría traido serios problemas con los aliados y sobre todo con el gobierno provisional francés después de la guerra. Pero la llegada de Laval no parece haber sido del todo inesperada. Era muy conocido del ministro de exteriores Lequerica, quien hasta el verano de 1944 había sido embajador de España en Vichy. Robert Aaron cita un telegrama de Laval a Lequerica en el que solicita al gobierno español permiso de entrada y de residencia. La respuesta de Madrid es por tanto positiva, si bien contiene importantes limitaciones. Laval obtuvo permiso de permanencia sólo para tres meses, terminados los cuales debía dirigirse al país que se hubiera declarado dispuesto a acogerlo de forma duradera. Además, Laval había de dar su consentimiento (por razones políticas) a ser internado durante el tiempo de su permanencia en España.
De todos modos, lo que hubiera preferido el gobierno español era haber devuelto a Laval y a sus acompañantes al avión en que habían llegado, con lo cual el problema habría quedado resuelto de raíz. En este sentido fue también la primera reacción de Lequerica en su conversación con el embajador de Estados Unidos. Laval, entre tanto, rechazó otras propuestas, como por ejemplo continuar vuelo a Irlanda. El gobierno español no quiso proceder contra la voluntad de Laval, y así, de momento, otorgó al huésped tratamiento de invitado alojándolo en un castillo a expensas del estado.
También los deseos de los aliados, quienes inmediatamente mostraron gran interés por el caso Laval, debían ser atendidos. Lequerica expresó su confianza en que los aliados tomarían lo antes posible una decisión sobre el destino de Laval.
Lo que deseaban los aliados era la inmediata entrega de Laval por el impacto que causaría entre los nazis y criminales de guerra ansiosos por evadirse. Pero Laval no figuraba en la lista de criminales de guerra buscados, con lo cual se daban impedimentos jurídicos. Por eso, en Londres el caso Laval fue considerado ante todo un problema que debía ser resuelto por París. El Foreign Office no se sintió llamado a inmiscuirse directamente en la extradición del ex jefe del gobierno francés y también el departamento de estado adoptó una posición semejante.
Por otra parte, tampoco España estaba obligada jurídicamente a entregar a Laval a París, y lo que el gobierno español quería evitar ante todo era poner a Laval directamente en manos de los franceses. En contra de una entrega directa se interponían las tensiones existentes entre París y Madrid, además de los problemas jurídicos. Por eso argumentaba Lequerica que la extradición de Laval a Francia constituiría una quiebra de todos los principios del derecho internacional, a la vez que sentarían un precedente sumamente sospechoso. Extradiciones por motivos políticos entre España y Francia no se habían dado en el pasado. En el caso de que Laval fuera en efecto extraditado a Francia, saltaría inmediatamente a escena la cuestión de los republicanos españoles refugiados en Francia a causa de la guerra civil. De todos modos Madrid no quería verse envuelto en complicaciones por la presencia de este huésped en su territorio, y así dio a entender con toda claridad a británicos y estadounidenses que el gobierno no tenía interés alguno en retener a Laval en el país, sino todo lo contrario: que estaba deseoso de verse libre de él. Ésta es la impresión que transmitía el encargado de negocios británico James Bowker al Foreign Office después de una conversación con Lequerica, la misma impresión que trasladó el embajador estadounidense Armour a la secretaría de estado.
Madrid no se proponía, pues, la simple extradición de Laval a Francia, sino que aspiraba a una solución que contentase a todos los gobiernos implicados. La primera propuesta de Lequerica fue entregar a Laval y a sus acompañantes a las autoridades británicas de Gibraltar, las cuales se harían cargo de él en nombre de los aliados. Laval estaba al parecer de acuerdo con este procedimiento, y lo mismo París y Washington. Sin embargo, el gobierno de Londres mantuvo su posición de no ingerencia en el asunto. La propuesta fue rechazada.
Lequerica hizo una segunda propuesta: Madrid se declaraba dispuesto a que Laval se embarcara en Barcelona en un navío estadounidense o británico, o en un barco de guerra o mercante de cualquier país aliado que no fuera Francia. En él también podría haber policía francesa o militar que se hiciera cargo de Laval. Con esta propuesta, Lequerica habría visto cumplida su exigencia de no entregar a Laval directamente a Francia, pues al gobierno español no le incumbía saber cuál era el destino del barco una vez que hubiese abandonado el puerto de Barcelona.
Lequerica hizo todavía una tercera propuesta: entregar a Laval a las autoridades francesas en Gibraltar. Pero Londres se volvió a negar de nuevo a participar en el procedimiento de extradición por lo espinoso del asunto. Después de varias discusiones en el Foreign Office, fue Churchill quien dijo la última palabra: "No hay que ocuparse de ello. ¿A nosotros que nos va?". Ante esta decisión nada pudo cambiar el informe de la asesoría jurídica del Foreign Office, que no había encontrado reparos jurídicos convincentes en cualquiera de las tres propuestas de Lequerica que se pudiera adoptar. Tampoco un requerimiento oficial del gobierno francés ante la negativa de España a entregar a Laval directamente, ni la disposición de Washington a secundar los deseos de Francia, contribuyeron a modificar la decisión de Churchill. El punto de vista de Londres quedaba, pues, claro: el gobierno británico estaba interesado en que Laval fuera juzgado lo antes posible, pero deseaba mantenerse al margen de las implicaciones jurídicas del caso. Con esto, la extradición de Laval quedaba de momento en suspenso.
A pesar de que Madrid estaba decepcionado por la falta de colaboración de británicos y estadounidenses, volvió a presentar una nueva propuesta para lograr por fin la salida de Laval del territorio español: devolverle a él y a sus acompañantes al punto de donde habían partido. Esta solución sí fue acogida favorablemente por el Foreign Office, pero los contactos indirectos iniciados entre Laval y el gobierno francés sobre un regreso voluntario a Francia demoraron aún por espacio de más de dos meses la realización de la salida propuesta. Laval sólo se mostraba dispuesto a regresar bajo determinadas condiciones, las cuales París no estaba dispuesto a aceptar. Ante el bloqueo de la situación, Madrid urgió una decisión. El gobierno español estaba interesado en mejorar sus relaciones con Francia. Por esto era urgente acabar con el caso Laval, y tanto más cuanto que estaban a punto de comenzar negociaciones sobre la futura situación de Tanger, en las que participaría Francia.
[…]Entre tanto, británicos y estadounidenses habían vuelto a reconsiderar la solución de que Laval fuera devuelto al lugar de donde había partido. Pronto Londres, Washington y París se pusieron de acuerdo sobre este procedimiento, y aceptaron la solución. El 31 de julio de 1945 Laval volvió a subir al mismo Ju-88 en que había venido. Acto seguido del aterrizaje en la ciudad austriaca de Linz, zona de ocupación de las tropas estadounidenses, fue entregado a las autoridades francesas. Trasladado a París, fue procesado, y el 9 de octubre se dictaba contra él la pena de muerte. La ejecución tuvo lugar el 16 de octubre de 1945.
La extradición de Laval no había sido puesta nunca en tela de juicio por Madrid. El único problema fueron las discrepancias en el procedimiento. Con ello se había puesto por primera vez de manifiesto que el gobierno español no tenía ningún interés en proteger o en conceder asilo a quienes habían sido sus asociados y con los que había compartido una misma ideología. Lo que ahora interesaba a España era tener buenas relaciones con las tres potencias occidentales, y el régimen no quería entorpecer su propio futuro por causa de viejas amistades.
Saludos