Entre septiembre de 1944 y mayo de 1945 la fuerzas armadas de los países aliados pusieron paulatinamente bajo su control las diferentes regiones y poblaciones de Alemania. Para ocupar los núcleos de población, unas veces tuvieron que combatir y otras no tuvieron más que entrar en ellos sin oposición alguna, con el enemigo ya retirado. Sea como fuere, la situación que al cabo tuvieron que afrontar durante la primera etapa de la ocupación fue similar en las grandes y medianas ciudades: destrucción masiva y una parálisis casi completa de la vida civil. Esta parálisis se debía a la propia destrucción de infraestructuras básicas para la vida civilizada y a la ausencia de gobiernos y administradores locales. Los países aliados que dividieron Alemania en cuatro zonas de ocupación administraron cada una de ellas según su propio criterio, siendo el fin último de las potencias occidentales la introducción de una nueva normalidad democrática. A este fin debía llegarse tras la consecución de ciertos objetivos primarios dentro de un más amplio proceso normalizador.
La ocupación militar en el sector norteamericano se mantuvo entre 1944 y 1949. Al menos durante los meses iniciales de la ocupación militar, las primeras muestras de autogobierno en Alemania se dieron en el nivel básico de la administración: los municipios. Los propios militares ocupantes fueron los encargados de tutelar el proceso hacia la total autonomía política. La información que voy a presentar en este texto sobre la transición hacia la democracia se refiere exclusivamente a la zona de ocupación norteamericana y viene dada a partir del estudio de las tres ciudades más importantes de este sector: Frankfurt, Stuttgart y Múnich. El lapso de tiempo más temprano, el comprendido entre 1945 y 1946 -entre el final de la guerra y las primeras elecciones municipales tuteladas-, la conocida como Stunde Null (Hora Cero), quedará en el centro de mi exposición. Fue ese el periodo en que los alemanes tuvieron menor grado de autonomía y autogobierno, y el Gobierno Militar (GM) más influencia que en ningún otro momento. Un periodo que muchos vieron como la ocasión precisa para cambiar de raíz las estructuras sociopolíticas y económicas de Alemania, para reiniciar su historia tras el desastre. La historiadora Rebecca Boheling ha estudiado con detalle la posguerra en el área de ocupación norteamericana y ha centrado sus investigaciones en las tres ciudades indicadas. Considera que las tres aportan suficiente diversidad estructural religiosa, cultural, sociológica, económica y política para poder comparar y generalizar. Me he servido principalmente de dos de sus trabajos para plantear este texto.
La ocupación
Para administrar su sector de ocupación, el gobierno de los EE.UU. creó la Oficina de Gobierno Militar (Oficce of Military Governmet US Zone - OMGUS), de la cual dependían y ante la cual respondían los diversos destacamentos del GM que se encargarían particularmente de administrar y gestionar las poblaciones ocupadas. Observando con detalle los primeros momentos de la ocupación de una ciudad, se aprecian varias etapas:
- Entrada de las unidades operacionales del ejército ocupante.
- Apenas 24 horas después, relevo del mando táctico por un destacamento del GM.
- Inmediato nombramiento de un Oberbürgermeister o un Bürgermeister (alcaldes).
- Selección por parte del alcalde de un grupo de colaboradores para los principales puestos de la administración.
Posteriormente:
- Entre y agosto y octubre de 1945, formación de Consejos Ciudadanos (Bürgerrat) consultivos.
- Entre enero y mayo de 1946, primeras elecciones municipales, tuteladas por el GM..
- En 1948, primeras elecciones municipales democráticas sin tutela ni intervención del GM.
Inmediatamente después de la entrada de las tropas en una ciudad, se elegía un alcalde de entre las personas disponibles con experiencia administrativa. Este alcalde solía ser elegido por el destacamento del GM en cada población, aunque en algunos casos, como en Frankfurt, fue elegido directamente y en cuestión de unas pocas horas por el comandante de las fuerzas ofensivas que habían ocupado la ciudad. Desde su llegada, el destacamento del GM fiscalizaría todos los nombramientos de cargos que el alcalde hiciera, pudiendo rechazar directamente los que no considerase convenientes y aconsejar otros. Cabe aquí indicar que, generalmente, los hombres del GM -y de otras organizaciones y oficinas creadas para administrar y supervisar la ocupación- carecían de una formación suficiente sobre Alemania, su lengua, su sociedad y sus estructuras económicas y sociales para realizar una tarea adecuada y comunicarse fluidamente con los alemanes con que tenían que trabajar. Las directrices principales que los hombres del GM recibieron fueron las de formar gobiernos municipales sin miembros del NSDAP o afines a él (desnazificación), reclutar personal técnico para hacer funcionar de nuevo las infraestructuras necesarias para la vida y registrar mediante cuestionarios e interrogatorios el grado de implicación con el régimen nazi que cada ciudadano en particular pudiera haber tenido. Esto último se llevó a cabo mediante los Fragebogen (cuestionarios) que se harían tan habituales y en los que cabía, obviamente, la mentira. Los alcaldes informaban semanalmente al destacamento del GM, este destacamento informaba periódicamente al mando regional del GM y, por último, este informaba al OMGUS. Dada la cantidad de niveles y manos por los que pasaba -y era interpretada- la información, con frecuencia esta llegaba hasta el OMGUS alterada en la medida que los niveles intermedios considerasen o necesitasen. Lo mismo ocurría en el sentido inverso.
Aunque las directrices oficiales norteamericanas hacían hincapié en la desnazificación de las administraciones -así como en una política de no confraternización con los alemanes que en ocasiones interfirió con la de desnazificación, dificultando esta última-, pronto la mayoría de los oficiales del GM dieron prioridad a la eficiencia sobre la desnazificación. Muchos de ellos temían que una política efectiva de destituciones masivas malbaratara sus esfuerzos para volver a hacer funcionales sus ciudades y áreas asignadas. Así, sus primeras acciones fueron encaminadas a la reconstrucción y puesta en marcha de la vida civilizada; su acción fue predominantemente práctica. Consideraron de mayor urgencia sacar adelante a la población y resucitar las ciudades materialmente (infraestructuras, abastecimientos, servicios, orden...) que eliminar desde el primer minuto todo rastro de administración nazi. Contaron para ello con el personal más preparado técnicamente, aunque se tratase de personas no del todo limpias. En muchos casos todo el personal técnico disponible con los suficientes conocimientos y práctica era personal más o menos vinculado o comprometido con la anterior administración nazi. Y esto era así por que sólo ellos habían tenido la oportunidad de ejercer durante los últimos 12 años, ya fuera por convencimiento o por que no les quedaba otra salida que asumir su sometimiento profesional a los administradores del NSDAP. Este personal, según se estipuló en un principio, no podía servir a los aliados para gestionar la nueva realidad de posguerra, pero -y esto es importante- no se contó con ellos únicamente por la urgencia y necesidad en la que se encontraba el GM: la suspicacia con que los ocupantes norteamericanos veían a los numerosos antifascistas de izquierda declarados que se presentaban voluntarios para participar en la administración y gestión, también resultó un impedimento para propiciar un verdadero cambio en las primeras estructuras administrativas, pues estos hombres eran para el GM sospechosos de ser comunistas, el nuevo enemigo en una incipiente y fría guerra. Por lo general, estos activistas fueron rechazados por su posible vínculo con el comunismo o por la posibilidad de que fueran demasiado impetuosos políticamente. Se hizo una clara distinción entre antinazis y no nazis. Estos últimos eran preferibles. Las autoridades norteamericanas preferían contar en primera instancia con personal alejado de la izquierda y con gentes relacionadas con instituciones estables, como la Iglesia: se contó con numerosos párrocos para participar en consejos municipales o para consultar sobre nombramientos y asignamientos. A los políticos de los partidos de centro-derecha se les consideraba políticos especializados (Fachpolitiker) frente a los de izquierda, que eran vistos como políticos de partido (Parteipolitiker), más dogmáticos que pragmáticos. Muchos oficiales del GM preferían colocar en los puestos de responsabilidad a las antiguas elítes políticas del periodo de Weimar que no hubieran tenido relaciones con el NSDAP, pues consideraban que cumplían con dos requisitos clave: no eran nazis ni comunistas y tenían experiencia administrativa.
Por otra parte, desde el mismo día en que las hostilidades acabaron, en las núcleos de población surgieron grupos de civiles que se organizaban independientemente para realizar tareas de seguridad, limpieza, mantenimiento o trabajos de desescombro en los diferentes barrios de las ciudades. En ocasiones, incluso organizaron la producción. Estos grupos, producto de la iniciativa espontánea de los vecinos, llegaron a ser numerosos y adoptaron nombres muy diferentes, aunque de manera genérica se les aplicó un identificativo que atendía a su naturaleza declarada: Comités Antifascistas (Antifaschistische Ausschüsse – Antifa). Estos grupos, compuestos principalmente por antiguos militantes del KPD y el SPD, además de trabajar para mantener algunos servicios necesarios, aspiraron a tener representación en las administraciones y consejos municipales, aunque su recorrido fue muy corto. Fueron finalmente prohibidos por sus posibles -en ocasiones reales, como en el caso de Stuttgart- vínculos con el Partido Comunista. Este hecho, junto con la selección no del todo renovadora que los ocupantes realizaban del personal para la primera administración, propició que numerosas iniciativas democráticas desde la base de la sociedad se vieran frustradas. Sin embargo, los antinazis activos, especialmente los que habían sido perseguidos por los nazis, recibieron confianza para participar en las tareas de desnazificación. Completaban listas de nazis o buscaban evidencias incriminatorias, algo que les dio la reputación de delatores. Sea como fuere, estos permanecieron tan impotentes y faltos de influencia en la vida política como lo habían estado durante el nazismo. No fue así en las áreas de periodismo y cultura, donde el control era distinto.
En mayo de 1945, con la guerra finalizada, se hizo efectiva una prohibición sobre los partidos políticos. Esto significa que en el interregnum habido entre las primeras fechas de la ocupación y el fin oficial de la guerra, en las ciudades que habían sido ocupadas podía darse actividad política, si bien nunca fue de relevancia. Cuando se levantó la prohibición sobre los partidos en la zona norteamericana (1), la aparición de nuevas formaciones políticas más allá de las cuatro grandes -SPD, CDU (en Baviera CSU), KPD y LDP (más tarde FDP)-, no fue del agrado de las autoridades de ocupación. Un informador del POLAD (Oficce of the Political Advisor) anotó en diciembre de 1945 que tras la mala experiencia del sistema de múltiples partidos de Weimar, debería restringirse tal posibilidad. Independientemente de este informe, las autoridades norteamericanas dificultaron la expedición de licencias de actividad a partidos nuevos o a partidos pequeños, demorándose en muchos casos hasta después de la celebración de las primeras elecciones en 1946, lo que les aseguraba mantenerlos al menos hasta 1948 fuera de las administraciones públicas. Se esforzaron por mantener en la escena un número de partidos políticos no muy alto. Aunque fueron varios los nuevos partidos que pudieron participar desde el principio (sólo uno de ellos consiguió representación en los tres consistorios de Frankfurt, Stuttgart y Múnich en 1946, el WAV - Wideraufbau Vereinigung), fue esta otra medida arbitraria que impidió una renovación de calado de la oferta y tradición política alemana en la Hora Cero. Las primeras elecciones democráticas totalmente libres, sin tutela ni intervención del GM, tuvieron lugar en 1948.
Todo esto fue algo que para muchos historiadores determinó que esa Stunde Null alemana en realidad no lo fuera tanto. Que se frustrara esa Hora Cero que muchos ensayistas, pecando de un excesivo empeño en ver el nazismo como un problema estructural u orgánico de la sociedad y la historia alemana, han considerado una oportunidad clave para el impulso de un cambio radical, nuclear, de las estructuras políticas y hasta sociales. Un cambio que propiciara una desconexión definitiva con el pasado (Weimar y el Tercer Reich, e incluso el Imperio) y favoreciera un renacimiento democrático desde las mismísimas bases sociales y no desde las élites cuando, en el verano de 1945, se levantara la prohibición de formar partidos políticos. Con los años la historia ha demostrado que, en realidad, no era necesario -ni tal vez práctico ni seguro- una renovación tan radical, si bien existirán los que consideren que hubiera sido un experimento interesante tal cambio desde la raíz. Todo depende de las expectativas con que cada grupo social o cada observador afrontara la caída del régimen nazi o la afronte hoy mirando al pasado. Puede afirmarse que hubo una Hora Cero por el mero hecho de que un régimen tan convulso, subversivo e influyente dejara de existir en un contexto de humillante derrota militar, consiguiente ocupación y seguida transición hacia la democracia. Puede afirmarse que no hubo tal Hora debido a que la historia de Alemania no comenzó de nuevo a partir del caos de 1945, desconectada totalmente de su propio hilo histórico vertebrador, tal y como se ha pretendido. Ante esta última posibilidad, cabe preguntarse si es posible de algún modo y en algún lugar conseguir semejante especie de alienación histórica sin sustituir a los habitantes de una nación por otros distintos.
Conociendo ya sobre los primeros momentos de la ocupación algunos aspectos generales -muy generales-, expondré ahora someramente cómo fue en las tres ciudades más importantes de la zona de ocupación norteamericana la formación de las primeras administraciones municipales de posguerra.
La ocupación militar en el sector norteamericano se mantuvo entre 1944 y 1949. Al menos durante los meses iniciales de la ocupación militar, las primeras muestras de autogobierno en Alemania se dieron en el nivel básico de la administración: los municipios. Los propios militares ocupantes fueron los encargados de tutelar el proceso hacia la total autonomía política. La información que voy a presentar en este texto sobre la transición hacia la democracia se refiere exclusivamente a la zona de ocupación norteamericana y viene dada a partir del estudio de las tres ciudades más importantes de este sector: Frankfurt, Stuttgart y Múnich. El lapso de tiempo más temprano, el comprendido entre 1945 y 1946 -entre el final de la guerra y las primeras elecciones municipales tuteladas-, la conocida como Stunde Null (Hora Cero), quedará en el centro de mi exposición. Fue ese el periodo en que los alemanes tuvieron menor grado de autonomía y autogobierno, y el Gobierno Militar (GM) más influencia que en ningún otro momento. Un periodo que muchos vieron como la ocasión precisa para cambiar de raíz las estructuras sociopolíticas y económicas de Alemania, para reiniciar su historia tras el desastre. La historiadora Rebecca Boheling ha estudiado con detalle la posguerra en el área de ocupación norteamericana y ha centrado sus investigaciones en las tres ciudades indicadas. Considera que las tres aportan suficiente diversidad estructural religiosa, cultural, sociológica, económica y política para poder comparar y generalizar. Me he servido principalmente de dos de sus trabajos para plantear este texto.
La ocupación
Para administrar su sector de ocupación, el gobierno de los EE.UU. creó la Oficina de Gobierno Militar (Oficce of Military Governmet US Zone - OMGUS), de la cual dependían y ante la cual respondían los diversos destacamentos del GM que se encargarían particularmente de administrar y gestionar las poblaciones ocupadas. Observando con detalle los primeros momentos de la ocupación de una ciudad, se aprecian varias etapas:
- Entrada de las unidades operacionales del ejército ocupante.
- Apenas 24 horas después, relevo del mando táctico por un destacamento del GM.
- Inmediato nombramiento de un Oberbürgermeister o un Bürgermeister (alcaldes).
- Selección por parte del alcalde de un grupo de colaboradores para los principales puestos de la administración.
Posteriormente:
- Entre y agosto y octubre de 1945, formación de Consejos Ciudadanos (Bürgerrat) consultivos.
- Entre enero y mayo de 1946, primeras elecciones municipales, tuteladas por el GM..
- En 1948, primeras elecciones municipales democráticas sin tutela ni intervención del GM.
Inmediatamente después de la entrada de las tropas en una ciudad, se elegía un alcalde de entre las personas disponibles con experiencia administrativa. Este alcalde solía ser elegido por el destacamento del GM en cada población, aunque en algunos casos, como en Frankfurt, fue elegido directamente y en cuestión de unas pocas horas por el comandante de las fuerzas ofensivas que habían ocupado la ciudad. Desde su llegada, el destacamento del GM fiscalizaría todos los nombramientos de cargos que el alcalde hiciera, pudiendo rechazar directamente los que no considerase convenientes y aconsejar otros. Cabe aquí indicar que, generalmente, los hombres del GM -y de otras organizaciones y oficinas creadas para administrar y supervisar la ocupación- carecían de una formación suficiente sobre Alemania, su lengua, su sociedad y sus estructuras económicas y sociales para realizar una tarea adecuada y comunicarse fluidamente con los alemanes con que tenían que trabajar. Las directrices principales que los hombres del GM recibieron fueron las de formar gobiernos municipales sin miembros del NSDAP o afines a él (desnazificación), reclutar personal técnico para hacer funcionar de nuevo las infraestructuras necesarias para la vida y registrar mediante cuestionarios e interrogatorios el grado de implicación con el régimen nazi que cada ciudadano en particular pudiera haber tenido. Esto último se llevó a cabo mediante los Fragebogen (cuestionarios) que se harían tan habituales y en los que cabía, obviamente, la mentira. Los alcaldes informaban semanalmente al destacamento del GM, este destacamento informaba periódicamente al mando regional del GM y, por último, este informaba al OMGUS. Dada la cantidad de niveles y manos por los que pasaba -y era interpretada- la información, con frecuencia esta llegaba hasta el OMGUS alterada en la medida que los niveles intermedios considerasen o necesitasen. Lo mismo ocurría en el sentido inverso.
Aunque las directrices oficiales norteamericanas hacían hincapié en la desnazificación de las administraciones -así como en una política de no confraternización con los alemanes que en ocasiones interfirió con la de desnazificación, dificultando esta última-, pronto la mayoría de los oficiales del GM dieron prioridad a la eficiencia sobre la desnazificación. Muchos de ellos temían que una política efectiva de destituciones masivas malbaratara sus esfuerzos para volver a hacer funcionales sus ciudades y áreas asignadas. Así, sus primeras acciones fueron encaminadas a la reconstrucción y puesta en marcha de la vida civilizada; su acción fue predominantemente práctica. Consideraron de mayor urgencia sacar adelante a la población y resucitar las ciudades materialmente (infraestructuras, abastecimientos, servicios, orden...) que eliminar desde el primer minuto todo rastro de administración nazi. Contaron para ello con el personal más preparado técnicamente, aunque se tratase de personas no del todo limpias. En muchos casos todo el personal técnico disponible con los suficientes conocimientos y práctica era personal más o menos vinculado o comprometido con la anterior administración nazi. Y esto era así por que sólo ellos habían tenido la oportunidad de ejercer durante los últimos 12 años, ya fuera por convencimiento o por que no les quedaba otra salida que asumir su sometimiento profesional a los administradores del NSDAP. Este personal, según se estipuló en un principio, no podía servir a los aliados para gestionar la nueva realidad de posguerra, pero -y esto es importante- no se contó con ellos únicamente por la urgencia y necesidad en la que se encontraba el GM: la suspicacia con que los ocupantes norteamericanos veían a los numerosos antifascistas de izquierda declarados que se presentaban voluntarios para participar en la administración y gestión, también resultó un impedimento para propiciar un verdadero cambio en las primeras estructuras administrativas, pues estos hombres eran para el GM sospechosos de ser comunistas, el nuevo enemigo en una incipiente y fría guerra. Por lo general, estos activistas fueron rechazados por su posible vínculo con el comunismo o por la posibilidad de que fueran demasiado impetuosos políticamente. Se hizo una clara distinción entre antinazis y no nazis. Estos últimos eran preferibles. Las autoridades norteamericanas preferían contar en primera instancia con personal alejado de la izquierda y con gentes relacionadas con instituciones estables, como la Iglesia: se contó con numerosos párrocos para participar en consejos municipales o para consultar sobre nombramientos y asignamientos. A los políticos de los partidos de centro-derecha se les consideraba políticos especializados (Fachpolitiker) frente a los de izquierda, que eran vistos como políticos de partido (Parteipolitiker), más dogmáticos que pragmáticos. Muchos oficiales del GM preferían colocar en los puestos de responsabilidad a las antiguas elítes políticas del periodo de Weimar que no hubieran tenido relaciones con el NSDAP, pues consideraban que cumplían con dos requisitos clave: no eran nazis ni comunistas y tenían experiencia administrativa.
Por otra parte, desde el mismo día en que las hostilidades acabaron, en las núcleos de población surgieron grupos de civiles que se organizaban independientemente para realizar tareas de seguridad, limpieza, mantenimiento o trabajos de desescombro en los diferentes barrios de las ciudades. En ocasiones, incluso organizaron la producción. Estos grupos, producto de la iniciativa espontánea de los vecinos, llegaron a ser numerosos y adoptaron nombres muy diferentes, aunque de manera genérica se les aplicó un identificativo que atendía a su naturaleza declarada: Comités Antifascistas (Antifaschistische Ausschüsse – Antifa). Estos grupos, compuestos principalmente por antiguos militantes del KPD y el SPD, además de trabajar para mantener algunos servicios necesarios, aspiraron a tener representación en las administraciones y consejos municipales, aunque su recorrido fue muy corto. Fueron finalmente prohibidos por sus posibles -en ocasiones reales, como en el caso de Stuttgart- vínculos con el Partido Comunista. Este hecho, junto con la selección no del todo renovadora que los ocupantes realizaban del personal para la primera administración, propició que numerosas iniciativas democráticas desde la base de la sociedad se vieran frustradas. Sin embargo, los antinazis activos, especialmente los que habían sido perseguidos por los nazis, recibieron confianza para participar en las tareas de desnazificación. Completaban listas de nazis o buscaban evidencias incriminatorias, algo que les dio la reputación de delatores. Sea como fuere, estos permanecieron tan impotentes y faltos de influencia en la vida política como lo habían estado durante el nazismo. No fue así en las áreas de periodismo y cultura, donde el control era distinto.
En mayo de 1945, con la guerra finalizada, se hizo efectiva una prohibición sobre los partidos políticos. Esto significa que en el interregnum habido entre las primeras fechas de la ocupación y el fin oficial de la guerra, en las ciudades que habían sido ocupadas podía darse actividad política, si bien nunca fue de relevancia. Cuando se levantó la prohibición sobre los partidos en la zona norteamericana (1), la aparición de nuevas formaciones políticas más allá de las cuatro grandes -SPD, CDU (en Baviera CSU), KPD y LDP (más tarde FDP)-, no fue del agrado de las autoridades de ocupación. Un informador del POLAD (Oficce of the Political Advisor) anotó en diciembre de 1945 que tras la mala experiencia del sistema de múltiples partidos de Weimar, debería restringirse tal posibilidad. Independientemente de este informe, las autoridades norteamericanas dificultaron la expedición de licencias de actividad a partidos nuevos o a partidos pequeños, demorándose en muchos casos hasta después de la celebración de las primeras elecciones en 1946, lo que les aseguraba mantenerlos al menos hasta 1948 fuera de las administraciones públicas. Se esforzaron por mantener en la escena un número de partidos políticos no muy alto. Aunque fueron varios los nuevos partidos que pudieron participar desde el principio (sólo uno de ellos consiguió representación en los tres consistorios de Frankfurt, Stuttgart y Múnich en 1946, el WAV - Wideraufbau Vereinigung), fue esta otra medida arbitraria que impidió una renovación de calado de la oferta y tradición política alemana en la Hora Cero. Las primeras elecciones democráticas totalmente libres, sin tutela ni intervención del GM, tuvieron lugar en 1948.
Todo esto fue algo que para muchos historiadores determinó que esa Stunde Null alemana en realidad no lo fuera tanto. Que se frustrara esa Hora Cero que muchos ensayistas, pecando de un excesivo empeño en ver el nazismo como un problema estructural u orgánico de la sociedad y la historia alemana, han considerado una oportunidad clave para el impulso de un cambio radical, nuclear, de las estructuras políticas y hasta sociales. Un cambio que propiciara una desconexión definitiva con el pasado (Weimar y el Tercer Reich, e incluso el Imperio) y favoreciera un renacimiento democrático desde las mismísimas bases sociales y no desde las élites cuando, en el verano de 1945, se levantara la prohibición de formar partidos políticos. Con los años la historia ha demostrado que, en realidad, no era necesario -ni tal vez práctico ni seguro- una renovación tan radical, si bien existirán los que consideren que hubiera sido un experimento interesante tal cambio desde la raíz. Todo depende de las expectativas con que cada grupo social o cada observador afrontara la caída del régimen nazi o la afronte hoy mirando al pasado. Puede afirmarse que hubo una Hora Cero por el mero hecho de que un régimen tan convulso, subversivo e influyente dejara de existir en un contexto de humillante derrota militar, consiguiente ocupación y seguida transición hacia la democracia. Puede afirmarse que no hubo tal Hora debido a que la historia de Alemania no comenzó de nuevo a partir del caos de 1945, desconectada totalmente de su propio hilo histórico vertebrador, tal y como se ha pretendido. Ante esta última posibilidad, cabe preguntarse si es posible de algún modo y en algún lugar conseguir semejante especie de alienación histórica sin sustituir a los habitantes de una nación por otros distintos.
Conociendo ya sobre los primeros momentos de la ocupación algunos aspectos generales -muy generales-, expondré ahora someramente cómo fue en las tres ciudades más importantes de la zona de ocupación norteamericana la formación de las primeras administraciones municipales de posguerra.