Mensaje
por José Luis » Dom Sep 23, 2012 1:54 pm
El Impacto de los Líderes Judíos de Eslovaquia
Los líderes de la judería húngara tenían una larga historia de estrecha relación con los líderes judíos de Eslovaquia, muchos de los cuales -como muchos de los judíos del país- eran húngaro-hablantes. La relación era especialmente estrecha entre los líderes del Comité de Ayuda y Rescate (Vaadah) de Budapest, de orientación sionista (9) y el llamado Grupo de Trabajo (Pracovná Skupina) de Bratislava, que operaba dentro del marco del Consejo Judío (10). Los contactos entre las dos organizaciones se volvieron especialmente estrechos después de principios de 1943, cuando Vaadah apareció como un gran vehículo para el rescate y apoyo de los refugiados que escapaban de la persecución en la Europa dominada por los nazis. La mayoría de los refugiados que encontraron refugio en Hungría eran de Polonia y Eslovaquia. Cuando Vaadah fue establecido, el gobierno títere eslovaco, actuando en estrecha cooperación con Dieter Wisliceny, el experto de los nazis en la solución de la cuestión judía, había deportado aproximadamente a 60.000, o dos tercios de la población judía original de Eslovaquia de 88.000.
Los judíos de Eslovaquia fueron los primeros en ser deportados a Auschwitz después de que el campo de la muerte comenzara sus operaciones en marzo de 1942. Las deportaciones se detuvieron en junio de 1942 por muchas razones, incluyendo la solicitud de los líderes nacionales eslovacos para visitar los nuevos “asentamientos judíos en el Este”, que, de concederse, habría expuesto las realidades de la “solución final”. Otras razones básicas incluían el exitoso soborno judío de los líderes locales Hlinka; la recepción por parte de los judíos de “cartas protectoras” certificando que eran esenciales para la economía de la nación, y la presión de la Iglesia Católica y del Vaticano.
Los líderes de la comunidad judía de Eslovaquia tenían la impresión, falsa en retrospectiva, de que fue su soborno de Wisliceny lo que había detenido las deportaciones en 1942. Estos líderes, especialmente el rabino Michael Dov Weissmandel, una de las figuras destacadas del Grupo de Trabajo, se habían convencido de que sobornando a la SS podían salvar vidas judías (11).
Envalentonados por su presunto éxito en parar las deportaciones, los líderes de la judería eslovaca contactaron de nuevo con Wisliceny, usando al informador Karel Hochberg como intermediario, en octubre de 1942. Ofrecieron un grandioso “Plan Europa” bajo el cual la SS suspendería las deportaciones de judíos procedentes de toda Europa a la Polonia ocupada a cambio del pago de dos millones de dólares (12). Estos líderes judíos operaban bajo la errada suposición de que sobornando a los oficiales más altos del Sonderkommando impedirían, o al menos demorarían, la campaña anti-judía de los nazis. No comprendieron, y quizás no podían, que estos oficiales de la SS trabajaban bajo el mando de la Oficina Principal de Seguridad del Reich (Reichssicherheitshauptamt, o RSHA), la agencia de Heinrich Himmler en Berlín, y que su capacidad independiente de toma de decisiones con respecto a la exclusión de los judíos de la “solución final” era, de hecho, limitada (13). Operando bajo la guía de la RSHA, Wiscileny jugó astutamente con las sugerencias de los líderes judíos, cogiendo las riquezas de los judíos y suscitando en ellos falsas esperanzas, consiguiendo su sumisión mientras que él y sus asociados continuaban implementando la Solución Final en la Europa de dominio nazi.
Los líderes judíos húngaros fueron mantenidos al día de las exitosas negociaciones de los líderes judíos eslovacos con la SS (14). También recibían informes periódicos sobre la campaña anti-judía de los nazis en Europa, especialmente en Polonia y Eslovaquia. Estos informes reforzaron las comunicaciones que habían recibido de otras fuentes, incluyendo las muchas organizaciones nacionales e internacionales de Palestina, Suiza y Turquía, todas realzando su conciencia de las realidades de la Solución Final (15). En la época en que recibieron copias de los Informes de Auschwitz a finales de abril o en algún momento en mayo de 1944, ya estaban familiarizados con la guerra de los nazis contra los judíos; los informes les proporcionaron detalles específicos adicionales sobre las operaciones del campo de la muerte (16). Sin embargo, por esas fechas, la mayoría de los judíos de Hungría ya estaba en guetos y muchos de ellos ya habían sido deportados a Auschwitz.
Como en cualquier otra parte de la Europa de dominio nazi, los judíos de la Hungría ocupada por los alemanes estaban desvalidos e indefensos. Rechazados por los húngaros en quienes habían contado para recibir su apoyo, los líderes de la judería húngara se sintieron forzados a tratar con la SS. Como en Eslovaquia, Wisliceny, al menos al principio, jugó el papel principal en las negociaciones entre la SS y los líderes judíos húngaros. Unos días después del comienzo de la ocupación de Hungría, entregó a Fülöp Freudiger, el jefe de la Comunidad Judía Ortodoxa, una carta de recomendación del rabino Michael Dov Weissmandel, uno de los arquitectos del Plan Europa. El rabino identificaba a Wisliceny como un oficial de la SS sobornable con quien los líderes judíos podían hacer negocios y como un socio “fiable” para negociar (17). Aunque Freudiger continuó manteniendo contacto con Wisliceny hasta su propia fuga a Rumania en agosto de 1944, las negociaciones con la SS fueron asumidas pronto por Rezsó (Rudolph) Kasztner y otros líderes de Vaadah (18). En su capacidad como jefe de facto de Vaadah, Kasztner era quizás el más informado sobre la campaña de los nazis contra los judíos. Apareciendo como testigo de la acusación en el juicio de Veesenmayer el 19 de marzo de 1948, declaró: “Creo que era uno de los más informados en Hungría sobre la situación de los judíos en la época...Ya a principios de 1942, teníamos un cuadro completo de lo que había sucedido en el este a los judíos deportados a Auschwitz y otros campos de concentración” (19).
Samu Stern, el jefe de la Comunidad Judía Neolog de Pest y más tarde presidente del Consejo Judío Central, también admitió conciencia del ataque de los nazis contra los judíos. En sus memorias, entre otras cosas, declaró: “Sabía lo que habían hecho en todos los estados de Europa ocupados por los alemanes...Y los otros lo sabían como yo cuando se unieron al Consejo como miembros” (20).
La SS prefería tratar con los sionistas más que con los líderes de las comunidades Neolog y Ortodoxa, muchos de los cuales continuaban abrigando sus esperanzas en los húngaros. Los nazis trabajaron bajo la asunción de que los líderes sionistas tenían muchas contactos internacionales que podían ser explotados no sólo para adquirir divisas y materiales de guerra, sino también para el fomento en el extranjero de los intereses políticos del Reich, incluyendo una posible ruptura en la alianza anglo-estadounidense-soviética.
El primer encuentro entre los sionistas y la SS tuvo lugar el 15 de abril, el día en que se exigió por vez primera a los judíos llevar la Estrella Amarilla. Confiando en el bien intencionado pero, retrospectivamente, fatal consejo de los líderes judíos eslovacos, los líderes sionistas de Hungría comenzaron las negociaciones presentando la cuestión del posible rescate de los judíos húngaros sobre la base del Plan Europa. La SS aceptó las negociaciones sin vacilación, induciendo a los sionistas a entregar grandes cantidades de dinero en efectivo y objetos de valor a cambio de la promesa de ayuda que los nazis nunca intentaron mantener (21).
Aunque conscientes de las realidades del programa de la Solución Final y de las tácticas y estrategias que la SS había empleado en otras partes en su guerra contra los judíos, los negociadores judíos húngaros tenían su propia estrategia básica: intentarían salvaguardar los intereses de la comunidad judía ganando una desesperada carrera contra el tiempo. Con un ojo puesto en las victorias militares de los aliados, y especialmente el rápido avance del Ejército Rojo, tenían la esperanza de que podrían ganar esta carrera mediante el soborno y la dilatación de las negociaciones con la SS tanto como fuese posible. Cada día que pasaba con los judíos todavía en sus casas, aun marcados, aislados y empobrecidos, era una ganancia en esa carrera.
Los negociadores de la SS eran plenamente conscientes de esta táctica y les siguieron el juego. Sus objetivos básicos de regateo eran tan claros como implacables. Negociando con los líderes judíos húngaros y liberando un número limitado de judíos, embolsarían una gran cantidad de dinero en efectivo y objetos valiosos y lograrían la sumisión de las masas judías, desviando su atención de la posibilidad de resistencia. La SS tenía todas las cartas ganadoras y continuó “negociando” mientras procedía con la implementación de la Solución Final de acuerdo con su propio y bien planeado programa, parte de un plan maestro que ejecutó en cooperación con sus cómplices húngaros.
El plan maestro requería la implementación de la Solución Final en Hungría en dos fases distintas, cada una de las cuales vino a durar 54 días. Durante la primera fase, que duró desde el nombramiento del gobierno de Sztójay el 22 de marzo hasta el 15 de mayo, las víctimas fueron sometidas a una avalancha de leyes y decretos anti-judíos. Fueron totalmente aisladas, privadas de su derecho a viajar y a tener o utilizar cualquier medio de transporte y comunicación, incluyendo bicicletas, coches, radios y teléfonos, obligadas a llevar la Estrella Amarilla y privadas del resto de sus propiedades. Luego fueron reunidas, colocadas en guetos y concentradas en centros de transporte. Pocos, si algunos, judíos tenían el presentimiento del destino final que les esperaba.
Durante la segunda fase, que duró desde el 15 de mayo hasta el 9 de julio, unos 440.000 de los judíos de Hungría fueron deportados a Auschwitz-Birkenau, donde la mayoría de ellos fue asesinada pronto tras su llegada. El 9 de julio, cuando entró en vigor la decisión tomada por Horthy tres días antes para detener las deportaciones y llegó Raoul Wallenberg en su misión de rescate, toda Hungría (con la notable excepción de Budapest) había sido judenrein.
Fue a finales de abril o principios de mayo cuando los negociadores sionistas se dieron cuenta de que habían fracasado sus tácticas de negociación. El avance del Ejército Rojo se había estancado; la SS “renegó” de sus promesas, promesas que, bajo las desesperadas condiciones en que se realizaron, los negociadores judíos no acertaron a comprender que la SS no podía y jamás intentaría mantener. Se quejaron a sus socios negociadores de la SS, quienes estaban dispuestos a mantener “buenas relaciones” con los líderes judíos para asegurar que se consiguiesen sus propios objetivos, la adquisición continuada de riquezas judías y el mantenimiento de la calma, ambiente libre de revueltas requerido para una tranquila implementación de las deportaciones. Para calmar la ira de los decepcionados sionistas, la SS les ofreció dos diferentes pero entrelazados premios de consolación: un plan condicional de salvar sobre un millón de judíos europeos, y un plan más concreto para rescatar un número limitado de judíos húngaros. El primero vino a ser conocido como la oferta de “sangre por camiones” (22); el segundo como el trato SS-Kasztner (23). Mientras los dos planes estaban siendo “seriamente considerados” por los líderes judíos, los nazis y sus cómplices húngaros continuaron deportando a unos 12.000 judíos al día. El primer plan resultó ser principalmente un intento nazi de dividir a los aliados; el segundo terminó con el rescate de 1.684 judíos. Las negociaciones relativas al rescate de estos relativamente pocos judíos en el llamado transporte-Kasztner surgieron como uno de los temas más controvertidos de la historia del Holocausto (24).
Cuando acabó la IIGM en Europa el 8 de mayo de 1945, los cuatro dramatis personae tratados en este estudio -el Tercer Reich, Hungría, y los judíos de Hungría y Eslovaquia- perdieron todos. El Tercer Reich, llamado a durar mil años, fue aplastado. Hungría fue obligada a renunciar a los territorios que había ganado con la ayuda de los nazis y nuevamente sujeta a las fronteras establecidas en Trianon. Y las historias de ambos países han quedado marcadas para siempre por el indeleble y vergonzoso capítulo del Holocausto.
Los judíos de Hungría sufrieron aproximadamente 560.000 bajas (70%) y los de Eslovaquia unas 70.000 (87%). Muchos de los supervivientes judíos de estos países emigraron finalmente al recién creado estado de Israel, el único acontecimiento positivo en la por demás trágica historia de los judíos europeos durante el periodo nazi.
Tras la guerra y a diferencia de la República Federal de Alemania y varios estados más, Hungría no logró asimilar su pasado. No quiso asumir la responsabilidad -y menos pedir disculpas- por su participación en el asesinato de casi 600.000 ciudadanos de la fe judía. Durante la era comunista, el tema del Holocausto y la cuestión judía en general quedó hundido en el orwelliano agujero negro de la historia. Desde el establecimiento de un sistema democrático en 1989, los sucesivos gobiernos húngaros se han enzarzado en una campaña de lavado de la historia calculada para producir la rehabilitación de la era Horthy colgando la responsabilidad exlusiva del Holocausto a los alemanes y a unos pocos “insensatos” húngaros pro-nazis, los llamados Nyilas.
La campaña ha adquirido un tono odioso desde las elecciones de 2010, cuando un nuevo gobierno -con una mayoría absoluta en un parlamento que también incluye muchos representantes de un partido abiertamente neo-fascista- se embarcó en la reforma de Hungría bajo los principios nacional-cristianos que caracterizaron la era Horthy. En este clima político y cultural, el antisemitismo ha surgido de nuevo como un gran azote que envenena el tejido social. Al mismo tiempo que se dedican nuevas estatuas y se descubren nuevas placas en honor de Horthy y otros funcionarios de la época contrarrevolucionaria, se pueden ver la profanación de monumentos relativos al Holocausto y la manifestación de actos cada vez más descaradamente anti-judíos, reminiscencia de la histeria antisemita de la época de preguerra. Uno está obligado a concluir que muchos húngaros no han sabido tener en cuenta la advertencia de George Santayana: “Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”.
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"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)