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por maxtor » Jue Sep 11, 2014 2:31 pm
El plurinacionalismo de la URSS no era fachada y los crímenes étnicos convulsionaron el sistema soviético. Incluso aunque Stalin y Yezhov hubieran estado convencidos de la existencia de una profunda penetración polaca en las instituciones soviéticas, la simple idea no bastaba para fundamentar los arrestos individuales. La verdad era que no había nada parecido a una vasta trama polaca en la URSS, y los agentes del NKVD se encontraron con pocas opciones. Las conexiones entre Polonia y los acontecimientos en la Unión Soviética serían difíciles de documentar incluso empleando grandes dosis de ingenio. Los dos grupos más sospechosos de ciudadanos polacos, los diplomáticos y los comunistas, no servían para fundamentar una acción de aniquilación en masa. El auge del espionaje polaco en la URSS se había producido mucho tiempo atrás, y el NKVD ya sabía todo lo que había que saber acerca de los polacos que lo habían intentado a finales de los años veinte y principios de los treinta.
Sin duda los diplomáticos polacos habrían intentado recoger información, pero eran pocos y en constante vigilancia. Yezhov le dijo a Stalin que los exiliados políticos polacos eran el “mayor suministro de espías y elementos provocadores dentro de la URSS”. Muchos de los comunistas polacos más destacados estaban ya en la URSS, y algunos ya habían muerto. Setenta y nueve de los cien miembros del comité central del partido polaco fueron ejecutados en la URSS. La mayoría de los restantes permanecían entre rejas en Polonia. Yezhov autorizó el arresto de elementos nacionalistas y de miembros de la OMP “todavía no descubiertos”. Estas categorías eran tan vagas que los agentes del NKVD podían aplicarlas a casi cualquier persona de etnia polaca o que tuviera relación con Polonia.
Los agentes del NKVD que deseaban demostrar el celo adecuado en el cumplimiento de la operación tendrían que ser bastante imprecisos en cuanto a los cargos contra esas personas. Las acciones anteriores de Baltystskyi contra los polacos habían creado una reserva de sospechosos que bastaría para unas cuantas purgas, pero distaba mucho de cubrir los objetivos. Los agentes locales del NKVD tendrían que tomar la iniciativa, no revisando ficheros, sino creando nuevos rastos documentales, y lógicamente, la tortura tuvo un papel estelar en los interrogatorios. Los procedimientos legales fueron algo diferentes de los seguidos en la operación contra los kulaks, pero no menos escuálidos. Después de varios días, Yezhov informó a Stalin de que ya se habían realizado 23.216 arrestos en la operación antipolaca. Stalin expresó su satisfacción: “¡ Espléndido! Sigan escarbando y limpiando esa escoria polaca. Elimínenla por el interés de la Unión Soviética”.
En las primeras etapas de la operación antipolaca, muchos de los arrestos se hacían en Leningrado, donde el NKVD tenía grandes oficinas y donde vivían miles de polacos en un perímetro reducido. La ciudad había sido tradicionalmente lugar de asentamiento de polacos desde los días del Imperio ruso. Personas que no tenían nada que ver con ninguna clase de espionaje polaco, ni de cualquier otro tipo, eran la “escoria” que se refirió Stalin. (Naumov, NKVD, 299-300. Stronski, “Represje”, 233, 246).
La poeta rusa Anna Ajmátova, que vivía por entonces en Leningrado, perdió a su hijo en el Gulag durante el Terror, ella recordaba una “Rusia inocente” que se retorcía “bajo las botas sangrientas de los ejecutores, bajo las ruedas de los furgones policiales”. La Rusia inocente era un país plurinacional, Leningrado era una ciudad cosmopolita y sus minorías nacionales eran las que corrían mayor riesgo. En 1937 y 1938, en Leningrado, los polacos tenían 34 veces más posibilidades que el resto de ciudadanos soviéticos a ser detenidos, y una vez detenido en Leningrado, un polaco tenía muchas más posibilidades de ser ejecutado; el 81 % de los sentenciados en la operación antipolaca en esta ciudad fueron ejecutados, en su mayor parte dentro de los díez días posteriores a su arresto. En toda la URSS el promedio de personas ejecutadas en la operación antipolaca fue del 78 % de los detenidos. El resto, por supuesto, no fueron liberados: la mayoría de ellos cumplieron sentencias de ocho a diez años en el Gulag. (Ilic, “Leningrad”, 1522).
La industralización y colectivización habían esparcido a los polacos por todo el país, la mayoría de los polacos soviéticos no vivían en ciudades de Rusia como Leningrado o Kunstevo, sino más al oeste, en Bielorrusia y Ucrania, tierras que los polacos habían habitgado durante siglos. Estos territorios habían formado parte de la antigua mancomunidad de Polonia – Lituania en los s. XVII y XVIII. En el curso del s. XIX, cuando ya habían pasado a ser las regiones occidentales del Imperio Ruso, los polacos perdieron buena parte de su estatus, y en muchos casos habían empezado a asimilarse a las poblaciones ucranianas y bielorrusas con las que convivían. La política soviética inicial de los años veinte con respecto a las nacionalidades había tendido a convertir en polacos a estas personas, enseñándoles el idioma literario en escuelas de habla polaca. Ahora, durante el Gran Terror, la política soviética volvía a distinguir a esas gentes, pero de manera negativa, sentenciándolas a muerte o al Gulag.
En la Bielorrusia soviética, el Terror coincidió con una purga masiva de la jefatura del partido en Minsk realizada por el comandante del NKVD Boris Berman, más tarde que en Ucrania, pero con casi los mismos argumentos, el NKVD presentó a la OMP como el cerebro de la supuesta deslealtad bielorrusa. Los ciudadanos soviéticos de la región fueron acusados de ser “nacionalfascistas bielorrusos”, “espías polacos”, o ambas cosas. El asesinato en masa en Bielorrusia soviética incluyó la eliminación deliberada de las personas instruidas representativas de la cultura nacional bielorrusa, se destruyó la flor de la intelectualidad bielorrusa. No menos de 218 de los escritores más destacados del país fueron asesinados. Berman les dijo a sus subordinados que sus carreras dependían de que cumplieran con prontitud la orden 00485: “La rapidez y calidad del trabajo de descubrir y arrestar espías polacos será la primera consideración a tener en cuenta en la evaluación de cada líder”. (Sobre la purga nacional, véase Naumov, NKVD, 262-266; cita sobre la flor de la intelectualidad en 266. Cita de Berman: Michniuk, “Przeciwko Polakow”, 115. Sobre los 218 escritories, Mironowicz, “Bialorús”, 88-89).
Berman y sus hombres operaban en uno de los mayores centros de exterminio de la URSS, realizaban sus ejecuciones en el bosque de Kurapaty, a doce km al norte de Minsk. Los bosques eran conocidos por sus flores blancas, y los cuervos negros evolucioinaban entre las flores blancas día y noche, en tales cantidades que pavimentaban el estrecho camino de grava, al que la población local llamaba “la carretera de la muerte”. En el bosque se habían despejado quince hectáreas de pinos en las cuales se cavaron cientos de fosas. Una vez condenados, conducían a los ciudadanos soviéticos a través de las verjas de acceso, y dos hombres los escoltaban hasta el borde de las tumbas, y les disparaban en la cabeza. (Goujon, “Kurapaty”, Marples “Kurapaty”, 513, 517). De las 19.931 personas arrestadas en la operación antipolaca de la república bielorrusa, 17.772 fueron condenadas a muerte. Algunos eran bielorrusos, otros judíos, pero la mayoría eran polacos, que además eran arrestados tambien en la acción antikulak de Bielorrusia y en otras purgas. En total, y como resultado de las ejecuciones y sentencias de muerte, el número de polacos de la bielorrusia soviética se redujo en más de 70.000 durante el Gran Terror. (Para la cifra de 17.772 sentencias, véase Petrov, “Pol`skaia operatsiia”, 168. Sobre el número total de muerte (61.501), véase Morris, “Polish Terror”, 759).
La operación antipolaca fue más amplia en la Ucrania soviética donde habitaba aproximadamente el 70 % de los setecientos mil polacos de la URSS. 55.928 personas fueron arrestadas en Ucrania en la operación, de las cuales 47.327 fueron ejecutadas. Era en la Ucrania soviética, donde la hambruna había dado pie a la teoría de la OMP, donde Balytskyi había perseguido a los polacos durante años, y donde su antiguo adjunto, Izrail Leplevskii, tuvo que demostrar su celo después de que ejecutaran a su antiguo jefe, aunque tampoco le sirvió de mucho ya que también fue arrestado y ejecutado, incluso antes de que terminara la operación polaca de Ucrania – su sucesor A.I. Uspenskii, tuvo la intuición de que podría pasarle algo y desapareció en septiembre de 1938, pero lo encontraron y también lo ejecutador – (Jansen, Yezhov, 258. Sobre Uspenskii, comp. Parrish, Lesser Terror, 6, 11, y Kuromiya, “Freedom and Terror”, 240).
En octubre y noviembre de 1937, antes de que los campos y asentamientos especiales se llenaran, las esposas eran deportadas a Jazajistán, después de que sus maridos fuesen ejecutados. Durante esas semanas, el NKVD secuestraba a menudo a los niños polacos de hasta diez años y se los llevaba a orfanatos. De este modo se aseguraban de que no fueran educados como polacos. A partir de diciembre de 1937, cuando ya no quedaba mucho sitio en el Gulag, las mujeres, por lo general, no eran deportadas y se quedaban solas con sus pequeños. La operación antipolaca en Ucrania fue más feroz en Ucrania, en las mismas tierras donde las políticas de exterminio por hambre habían matado a millones de personas sólo unos pocos años atrás.
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